47 años de la Matanza de Atocha: la Transición que no fue pacífica
El 24 de enero de 1977, tres pistoleros fascistas acudieron al número 5 de la calle Atocha. Buscaban a quien por entonces era el dirigente del Sindicato de Transportes de Comisiones Obreras, Joaquín Navarro. Al no encontrarse este en el despacho, los tres terroristas decidieron abrir fuego, disparando contra todas las personas allí presentes. Murieron los abogados Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo. Murió el estudiante de Derecho Serafín Holgado y el administrativo Ángel Rodrigue Leal. Cuatro personas resultaron heridas de bala.
Los grupos de extrema derecha tenían en su radar al conjunto de las fuerzas democráticas pero en este caso se centraron en las abogadas y abogados laboralistas. Esto no se debía únicamente a su asociación con el PCE y CCOO, sino también a su dedicación por acelerar la llegada de la democracia, así como la lucha incansable de mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras y trabajadores. El grupo de asesinos estaba compuesto por José Fernandez Cerrá, Carlos García Juliá y Fernando Lerdo de Tejada. También se detuvo a Francisco Albadalejo Corredera, autor intelectual del crimen (pertenecía al Sindicato Vertical). El periódico italiano Il Messaggero publicó en 1984 que también habían participado en la matanza varios fascistas italianos.
Hay que tener en cuenta que, un día antes, el 23 de enero de 1977. Arturo Ruíz, un joven militante participaba en una manifestación donde se reclamaba la amnistía total para los presos antifranquista. José Ignacio Fernández Guaza, pertenecía a un comando fascista compuesto por cuatro personas. Al grito de “Viva Cristo Rey” disparó dos veces contra el joven Arturo Ruiz. Al día siguiente sería asesinada la estudiante de políticas de la Complutense María Luz Nájera a la que un policía disparó un bote de humo en el rostro en una manifestación de repudio por el asesinato de Ruiz.
La noticia del asesinato de los abogados de Atocha recorrió todo el país, esto supuso la concentración más masiva de personas durante el entierro. El dolor y el silencio recorrió las calles de Madrid. Se trataba de la primera manifestación multitudinaria después de la muerte del dictador.