Antonio Cortejosa Vallejo: La historia de un radiotelegrafista que desafió al franquismo

Dedicó su vida a la lucha por la libertad y la justicia en Europa, viéndose obligado a abandonar España
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Infancia y Juventud

Antonio Cortejosa Vallejo nació el 3 de enero de 1912 en San Fernando, Cádiz. Fue el primogénito de Gaspar Cortejosa Bancalero, un militar de carrera en la Armada Española, y Ana Vallejo Arráez. Su familia, compuesta por seis hermanos, vivió una vida marcada por la disciplina y el compromiso militar. Desde muy joven, Antonio desarrolló una pasión por el mar y la radiotelegrafía. A los 16 años, siguiendo los pasos de su padre, ingresó en la Real Armada Española como estudiante radiotelegrafista en el buque escuela "Carlos V", con base en Ferrol.

La Guerra Civil Española

El 17 de julio de 1936, cuando estalló la sublevación franquista, Antonio se encontraba a bordo del crucero "Libertad", estacionado en Ferrol. En medio del caos, el capitán y los oficiales superiores intentaron entregar la nave a los rebeldes franquistas. Antonio, desde su puesto de radiotelegrafista, recibió órdenes de Madrid e incitó a sus compañeros a mantener el barco leal a la República. Esta acción valiente aseguró que el "Libertad" no cayera en manos franquistas, pero al finalizar la guerra, Antonio fue condenado a muerte por los tribunales franquistas por su lealtad a la República.

Durante la Guerra Civil, Antonio combatió lejos de su hogar, sin poder enviar noticias a su familia, que lo creyó muerto durante mucho tiempo. Al final de la contienda, se refugió en Bizerta, —Túnez—. En este campo permaneció hasta que las fuerzas aliadas lo liberaron. Posteriormente, el servicio secreto aliado buscaba personal experto en transmisiones para enviar a Italia, y Antonio cumplía todos los requisitos: era antifascista, exmilitar y experto radiotelegrafista.

Segunda Guerra Mundial y la Resistencia Italiana

En septiembre de 1943, Antonio fue trasladado a Argel, donde asistió a un curso de paracaidistas. Al finalizar el curso, fue lanzado en paracaídas en el área de Spilimbergo, Udine, como operador de información de la Misión Caprara. Tras perder contacto con su jefe, llegó a la sede del Servicio Secreto de Inteligencia en Venecia, donde conoció a los primeros representantes de la Resistencia Italiana.

En Venecia, Antonio adoptó la identidad de Giacomo Razana, un excombatiente de Cerdeña. Esta identidad falsa fue tan convincente que incluso su camarada Santino Santi creyó que realmente era sardo. Antonio participó activamente en diversas operaciones de la Resistencia, destacando en la destrucción de misivas de llamada a las armas y en el asalto a convoyes alemanes.

Participación en la Resistencia y la Misión Margot Hollis

Tras la desastrosa incursión del monte Grappa en septiembre de 1944, Antonio se dedicó a buscar los cuerpos de los caídos para darles sepultura. Con la reorganización de las fuerzas, se unió a la misión Margot Hollis, dependiente del OSS estadounidense, y actuó principalmente en la provincia de Treviso. En esta región, recibió apoyo crucial de diversas familias locales, que le proporcionaron refugio y recursos.

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En Montebelluna, donde los alemanes tenían un gran contingente, Antonio encontró cobertura en la casa de los condes Guillion Mangilli y otros lugares estratégicos. Fue durante este período que conoció a Virginia Isetta, una mujer local que se convirtió en su gran apoyo y compañera. Tras el final de la guerra, en 1946, Antonio y Virginia se casaron y tuvieron dos hijos.

Vida después de la guerra y regreso a España

Tras obtener la nacionalidad italiana en 1959, Antonio pudo regresar a España. Su retorno fue un momento emotivo, ya que fue recibido con alegría y alivio por su familia, que había creído que estaba muerto durante muchos años. En España, Antonio compartió sus experiencias de guerra solo con unos pocos íntimos, manteniéndose evasivo sobre los detalles de sus acciones durante la guerra.

Legado y reconocimientos

Antonio falleció el 5 de marzo de 1980, dejando tras de sí un legado de valentía y resistencia. Aunque no buscó reconocimiento, sus acciones heroicas durante la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial no pasaron desapercibidas. En 1971, recibió la Cruz de Guerra al Valor Militar por su servicio durante la Segunda Guerra Mundial. Esta condecoración italiana le fue otorgada por Decreto Presidencial del 21 de diciembre de 1971. Se le concedió la Cruz de Guerra al Valor Militar por las siguientes razones:

"Lanzado en paracaídas en territorio ocupado por el enemigo, después de haber perdido su Jefe de Misión y trabajado eficientemente con grupos partidistas locales, consigue alcanzar el objetivo de su misión extranjera operante en la zona, y con ello absorbe su peligroso trabajo de operador de radio hasta la liberación.

Friuli-Montegrappa-Treviso, 1943-25 de abril 1945"

La historia de Antonio Cortejosa, un hombre que luchó por la libertad, sigue viva gracias a los esfuerzos de su hijo Giacomo, quien ha trabajado arduamente para recuperar y compartir la memoria de su padre que relato en el libro “Da ribelle a eroe di guerra” publicado en Italia en 2019 por Ediciones Albatros.

Antonio Cortejosa Vallejo es un ejemplo de sacrificio y valor, y su vida es un testimonio de la lucha por la libertad y la justicia en tiempos de guerra.