Combatamos la guerra
Este artículo de Ángel Pestaña fue publicado en el segundo número de Guerra a la guerra! (2 de julio de 1933), el órgano del Comité Catalán la Guerra. Lo más destacado de este movimiento es que creaba un espacio unitario del conjunto del movimiento obrero catalán, y español, contra la guerra y el fascismo. De hecho, este número anunciaba la convocatoria de un congreso mundial juvenil en París, para los días 5 y 6 de agosto de 1933, por parte del comité mundial contra la guerra imperialista. Una realidad en España con la ocupación militar de Marruecos y el Rif a sangre y fuego, y gas mostaza, que en 1935 se extendería a otros países de África con la invasión de Etiopía por parte de la Italia fascista de Mussolini.
Luchar contra la guerra es un deber de todos los hombres de corazón. Hacer lo imposible, y no sólo circunstancial, sino permanentemente, porque la guerra no llegue, ha de ser la idea central en todos los seres humanos.
Combatamos la guerra; pero combatámosla con gestos que sean la manifestación firme y decidida de un pensamiento nacido en el sentimiento del individuo, sentimiento hecho carne de su carne y espíritu de su espíritu.
Contra la guerra hay que trabajar de manera permanente y eficaz. Convenciendo a los hombres de hoy que deben negarse a sostenerla, y a los hombres de mañana, comenzando su educación antiguerrera a los primeros balbuceos de la infancia. Si lo hacemos así, lograremos evitar otra catástrofe armada como la que presenciamos la generación actual, y lograremos que la afirmación del filósofo griego, que parece reírse de nosotros, contemplándonos con mirada socarrona, se traduzca en realidad, magnificada por el pensamiento de los hombres en la idea de comunión espiritual.
Y trabajemos, también contra la guerra, destruyendo las causas que la engendran y generan. Son éstas políticas, sociales y económicas. Vayamos contra ellas. Destruyámoslas para que llegue un momento en que las generaciones no tengan ante ellas, constantemente el espectro de las matanzas colectivas, de que tan repleta está la historia que con una inconsciencia suicida enseñamos a los niños.
Durante siglos se ha dicho a los hombres que la guerra era la forma única para que los pueblos se hiciesen respetar, se les ha dicho que la guerra era el estado natural de las cosas que salían del marco de la frontera donde vivía y había nacido; y si tal ha sido y es la enseñanza recibida hasta hoy, ¿puede extrañarnos que se sientan ligados a esa idea con vínculos que sólo puede destruir una fuerza de voluntad puesta al servicio de un alto interés humano?
¿Qué es larga y difícil la tarea? Cierto. Pero nada se logra sin dificultades, sin esfuerzos, sin actividad. La vida moderna es compleja. Y las necesidades del hombre cada día la complican más. Por lo mismo, para satisfacer las exigencias que esta condición le impone, ha de dedicarle actividades y energías en relación con la importancia de esas dificultades.