Tres momentos históricos en que los Borbones tuvieron que huir de España
Decía Charles Maurice de Talleyrand, ministro de exteriores de Napoleón Bonaparte y una de las figuras políticas más influyentes de su época, que “es costumbre monárquica robar, pero que los Borbones exageran”. Talleyrand, apodado el “diablo cojo” por su habilidad para mantenerse cerca del poder y por la cojera que arrastraba desde que era niño, sabía de lo que hablaba: había sido mano derecha de Luis XVI, antes de que fuera guillotinado; como ministro de Napoleón, conspiró para fusilar al duque de Enghien, un poderoso noble descendiente de la Casa de Borbón en Francia, y evitar así una restauración monárquica; y finalmente, tras la Restauración borbónica, pasaría a ser ministro de Luis XVIII.
La relación entre los Borbones y España se remonta al año 1700, cuando Felipe de Francia, duque de Anjou, nieto de Luis XIV, fue proclamado rey de España con el nombre de Felipe V tras la muerte de Carlos II sin descendencia. Este nombramiento dio lugar a la guerra de Sucesión contra la Casa de los Austrias, que se saldó con la victoria de la Casa de Borbón.
La primera reina de Borbón que tuvo que abdicar del trono y salir del país fue Isabel II. Pero antes, la reina tuvo que aceptar la salida del país de su propia madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Todo sucedió tras los estragos de la revolución de 1854, la conocida como “Vicalvarada” con el general O'Donnell a la cabeza, que pondrían fin a una década de gobierno conservadores abriendo paso al Bienio Progresista. Una de las demandas de los sublevados era que se apartase a María Cristina de la vida política, que había utilizado para enriquecerse desviando fondos estatales para sus negocios particulares. Se decía entonces que “no había proyecto industrial en el que la Reina madre no tuviera intereses”. Y así era, la madre de la monarca había utilizado sus contactos para controlar las principales empresas del carbón, hacerse con el monopolio del negocio de la sal, entrar en el comercio de esclavos, y, sobre todo, liderar la construcción de las vías de ferrocarriles a lo largo y ancho de la geografía española.
El general O'Donnell, en una misiva a Isabel II, advirtió a la reina sobre los negocios turbios de su madre: “Poco severa ella misma en los principios de sana moral que deben ser la base y fundamento de la educación de los príncipes, ni supo inculcarlos en el ánimo de V.M. mientras fue niña, ni se cuidó más que acumular oro y de preparar desde temprano un peculio crecido a su futura prole. Apenas ha habido contratas lucrosas de buena a mala ley, especulaciones onerosas, privilegios monopolizadores a que no se haya visto asociado el nombre de la reina madre. El resorte para que un ministro o un hombre público haya obtenido la protección y apoyo de esa señora, o provocado su animadversión, ha sido pactar o no con ella el servicio de sus interese. Esto lo sabe el pueblo…”
Sin embargo, la salida de María Cristina no fue suficiente y el malestar fue en aumento. En 1861 una revuelta en el campo andaluz congregó a más de 10.000 campesinos que asaltaron el cuartel de la Guardia Civil bajo el grito de “¡Viva la República y muera la Reina!". El grito de “Abajo los Borbones” volvió a escucharse en 1866, durante la asonada de los sargentos de San Gil, y la puerta del Sol de Madrid, se llenó de personas protestando contra el régimen isabelino. El combustible para una revolución antiborbónica estaba listo y dos años después, la mecha prendió con “la gloriosa”, la revolución de diez días que se saldó con la salida de Isabel II del país. Era la primera vez que un Borbón era expulsado del trono de España.
Pero no fue la última... habría que esperar más de 60 años para que otro Borbón tuviera que abandonar el trono. Sucedió el 14 de abril de 1931, con la proclamación de la Segunda República. Alfonso XIII, nieto de Isabel II, se vio obligado a salir del país por Cartagena para llegar a Marsella. Pero esta vez el contexto era muy diferente del que rodeó la huida de su abuela. Mientras que la Revolución Gloriosa fue más antiborbónica que republicana, ahora, las bases del republicanismo se habían ido expandiendo hasta el punto de que intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Unamuno, Machado o Valle-Inclán mostraban abiertamente sus simpatías por la causa republicana.
Ya bajo la República, Valle Inclán llegó a asegurar que "los españoles habían echado al último de los Borbones, no por rey, sino por ladrón". Tanto es así que el monarca no se fue del país con las manos vacías: llegó a acumular una fortuna de casi 70 millones de pesetas de la época, equivalentes hoy a más de 144 millones de euros. Gran parte de ese dinero acabó en cuentas de bancos extranjeros. Muchos historiadores coinciden en señalar además a Alfonso XIII como el peor monarca de la historia española: no sólo fue incapaz de amoldarse a las tendencias democratizadoras que despuntan en nuestro país, sino que metió a España en la sangría de la guerra de Marruecos para hacerse con el control de las minas del Rif, y anuló la Constitución para dar todo el poder a la dictadura de Primo de Rivera.
La última vez que hemos visto a un Borbón huyendo de nuestro país ha sido en 2020, cuando el Rey emérito, Juan Carlos I, enviaba a su hijo, Felipe VI, una carta en la que le anunciaba su decisión de trasladarse fuera de España: “Majestad, querido Felipe. Con el mismo afán de servicio a España que inspiró mi reinado y ante la repercusión pública que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada, deseo manifestarte mi más absoluta disponibilidad para contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones. Guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey, te comunico mi meditada decisión de trasladarme, en estos momentos, fuera de España. Con mi lealtad de siempre. Con el cariño y afecto de siempre, tu padre.” Con “ciertos acontecimientos pasados”, el rey emérito se refería a las investigaciones sobre sus finanzas y las presuntas comisiones del AVE a La Meca abiertas en España y Suiza. Hubo informaciones que lo situaban en Portugal, otras en República Dominicana, pero finalmente se supo que el rey emérito había elegido los Emiratos Árabes Unidos para fijar su residencia y evitar así rendir cuentas ante la justicia.
Conspiraciones políticas, enriquecimiento con dinero público, huidas atropelladas del país... son elementos que parecen estar en el ADN de los Borbones. Tanto es así que “borbonear”, lo que se conoce como la intromisión del monarca en asuntos políticos, ya forma parte del lenguaje popular. Esperemos que la princesa Leonor no tenga la oportunidad de demostrar sus cualidades genéticas.
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