¿Cuándo el viajero se convirtió en turista?

Paco Freire / Zuma Press / ContactoPhoto
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La diferencia entre un viajero y un turista radica en su actitud y motivación hacia el viaje y la exploración de nuevos lugares y culturas

¿Quién hubiera visto la película de Indiana Jones, si el Dr. Jones en vez de ser un intrépido viajero hubiera sido un vulgar turista que disfruta de unas vacaciones “enlatadas” en un resort en Cancún? No tengo dudas en que la película hubiera sido un rotundo fracaso y no hubiera habido siquiera una segunda parte.

No hace tanto que en mi familia planeábamos los viajes, como si fuéramos exploradores de una expedición. Aún recuerdo cuando visitábamos los Pirineos con el coche repleto de latas de conserva y una ruta cuidadosamente planificada con antelación, para cada día, o mi exsuegro conduciendo desde València a Viena, del tirón, con el coche cargado de jamón.  No soy tan mayor, pero parece que han pasado siglos desde que el viajero se transformó en turista, pasando de un rol activo a un rol puramente pasivo, en el que el papel del turista se limita a pagar por consumir lo que te digan que toca consumir en cada lugar que te digan que has de visitar. Puro y duro sedentarismo turístico.

La diferencia entre un viajero y un turista radica en su actitud y motivación hacia el viaje y la exploración de nuevos lugares y culturas. Un viajero es aquella persona que viaja con la intención de explorar y conocer nuevos lugares, culturas y costumbres. El viajero se caracteriza por ser curioso, aventurero y emprendedor. El viajero busca la autenticidad de la experiencia, se interesa por los lugares menos turísticos y no tiene un itinerario marcado.

En contraposición, un turista, es aquella persona que viaja principalmente en busca de ocio y entretenimiento. El turista busca la comodidad y la seguridad, se interesa por los lugares turísticos más populares y suele tener un itinerario preestablecido, que en la mayoría de los casos se elige en función de las tendencias sociales del momento. Aún recuerdo cuando numerosos amigos visitaron Irlanda, en la misma fecha, porque se puso de moda visitar Irlanda…todos tenían las mismas fotos, en los mismos lugares.

Se puede sintetizar que el viajero busca vivir una experiencia única e inmersiva en el lugar que visita, trata de generar el menor impacto posible, mientras que el turista busca una experiencia más controlada y centrada en el ocio y la distracción, la cual genera un impacto para la población nativa y sus entornos. Un impacto activo, del turista, por su interacción con el entorno y pasivo, pues los “dueños de la ciudad” se ponen a los pies del turista.

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Se podría decir que los viajeros han existido toda la vida, pero el turista, es tan solo el resultado del ansia del sistema capitalista por inventar experiencias de consumo. No importa si son auténticas, si respetan el entorno, o echan a la población nativa de sus ciudades, lo importante es que sean lo suficientemente atractivas y conviertan al consumidor en un sujeto tan sumamente pasivo, que no se resista a vaciar sus bolsillos en cualquier propuesta, incluidas propuestas disparatadas y destructivas como hacer una pista de esquí en medio de un desierto.

El turismo de masas ha tenido un impacto negativo significativo en el medio ambiente, debido a la contaminación generada por el transporte, la explotación de los recursos naturales, como el agua, y la construcción de infraestructuras turísticas. A menudo tiene un impacto negativo en las culturas locales, debido a la estandarización y la comercialización de las actividades turísticas. El turismo puede llevar a la creación de estereotipos y prejuicios hacia las culturas y las personas que se visitan. En el ámbito económico, el turismo de masas destruye el comercio local y no da dinero a los nativos, tan solo les encarece vivir en su propia ciudad y enriquece mayormente a multinacionales y élites locales.

Para mí, la propuesta es clara y sencilla.  En primer lugar, limitar el turismo y transformarlo en un turismo de mínimo impacto. Sí, digo mínimo impacto, porque el turismo no es sostenible, eso es un oxímoron. El turismo siempre tiene un impacto que es inevitable, pero tenemos que ser realistas y determinar cuánto impacto estamos dispuestos a aceptar, siempre teniendo en cuenta que el balance sea positivo, es decir los beneficios, no solo económicos, sobrepasen enormemente los perjuicios y en segundo lugar y no por ello menos importante, recuperar la figura del viajero.

Al volver al concepto de viajero, se promueve un turismo más sostenible y menos invasivo. Un turismo de respeto y protección de las culturas locales. Se promueve un enfoque más empático y tolerante hacia las diferencias culturales. Además, el viajero tiene más oportunidades para experimentar cosas nuevas, desafiarse y aprender sobre sí mismo y sobre el mundo, de ser crítico y reflexivo sobre su posición en el mundo, lo que puede llevar a un mayor desarrollo personal y una mejor experiencia personal del viaje.

El viajero que busca comer en una tasca auténtica, o comprar en un mercado de barrio, si da de comer a los ciudadanos del lugar y no el turista que vive un tour enlatado gestionado por transnacionales. No nos hagamos trampas al solitario, el alto precio que se paga por convertir una ciudad ad hoc para el turismo, solo beneficia a los de siempre.


Al lío, Canal Red. Programa completo sobre la turistificación.