La lengua secreta de Ayuso
Si hay fenómenos paranormales, supongo que Iker Jiménez me permitirá deducir que también hay fenómenos paracerebrales. Y uno de los más evidentes es la adoración que siente el votante de Madrid por el pensamiento político de Isabel Díaz Ayuso. Llevo casi un cuarto de siglo en la Villa y Corte, soy medianamente observador, y no acabo de comprender de dónde sale el millón y medio de seres humanos que jalearon en las últimas urnas a la impredecible dama.
Esta misma semana, la inquietante IDA nos ha dejado dos mensajes dignos de estudio para ecólogos, politólogos y psicólogos: “Tras cerrar en Catalunya una plaza de toros, le ha seguido la sequía y el adoctrinamiento”. Ítem más: “No conozco un lugar donde la prosperidad y la libertad se hayan abierto camino tras cerrarse una plaza de toros. Todo lo contrario”.
Yo, en las noches de desvelo, pienso que Ayuso dice estas cosas porque son claves cifradas, arcanas, con las que se comunica con sus votantes sin que las mentes inferiores nos enteremos.
Cuenta la leyenda que las discusiones teológicas sobre el sexo de los ángeles, habituales en la Edad Media, eran en realidad comunicaciones secretas entre frailes científicos, que de esa manera intercambiaban conocimientos esquivando la ferocidad de la Inquisición católica contra cualquier forma de saber y de entender. La superstición siempre ha sido enemiga asesina de la ciencia, y con toda la razón.
En Argentina, los fuera de la ley desarrollaron el lunfardo y el vesre (decir ciertas palabras al revés) con ánimo de confundir a los espías policiales. Los tangueros dieron a estos argots categoría de lengua literaria a principios del siglo pasado, aunque las primeras manifestaciones escritas de este despiste semántico datan de principios del siglo XVII.
La revesina panameña o el malespín costarricense son cosa parecida, como el verlan francés o el back slang londinense. Los gallegos tenemos o barallete, que era la lengua secreta de los afiladores. Pero algo turbio debíamos ocultar los finisterráqueos cuando la mayor parte de las palabras que se conservan do barallete pertenecen al campo semántico policial y delincuencial. Los gallegos no somos trigo ni limpio.
No creo que la lengua secreta de los ayusers tenga esa misma utilidad delictiva, pues de todos es conocida la honradez secular e inmarcesible de nuestra derecha española. Si hay gentes del PP que están en la cárcel es porque quieren, como diría Feijóo.
Sospecho que tampoco la usan para intercambiar conocimientos científicos, como los frailes medievales, ya que peperos y voxeros son fervorosos católicos, y la sabiduría es lastre que puede debilitar su fe.
Como periodista y filólogo inacabado, me he visto envejecer intentado descifrar el osuya (que es Ayuso en vesre, el idioma de Ayuso), y un extenso diccionario de dudas me ha dejado tan estupefaciente que hace tiempo que han encanecido mis cabellos, he arruinado a mis camellos y los he obligado a buscarse un trabajo honrado, crueldad que nunca me perdonarán ni me perdonaré. Fue incluso más mezquino que batirles la cana (delatarlos) o espiantarles la nami (robarles la novia).
No es electoralmente significativo, pues hablo de dos feudos históricos del más rancio PP, pero no sé por qué el 90% de mis amigos gallegos son progresistas y el 90% de los madrileños, fachas. Como los lectores de Red sois unos sectarios podemitas (lo dice La Sexta, no me lo invento), os reafirmaré con orgullo que sí, que en Madrid tengo amigos fachas y hasta fascistas: no vas a despreciar a un amigo por el simple hecho de que te entierre de vez en cuando en las cunetas.
Pero tampoco con su ayuda consigo descifrar mi diccionario de dudas del osuya. ¿Será osuya una contracción despistante de Oh, Suya? Oh, Suya soy. Si así fuere, habremos de ver a Ayuso cual deidad fulgente y digna de postración, y no solo ser humano. Solo una deidad puede decir a sus creyentes, sin que la tomen por tonta, que cerrar plazas de toros trae sequía.
A su muerte (que La Parca no lleve prisa), el cerebro de Ayuso debería de conservarse en un frasco de formol para asombro de generaciones venideras, igual que el pollón megamorcilloso de Rasputín. Quizá, en un lejano futuro, cuando se haya extinguido la humanidad, la inteligencia de las constelaciones pueda descifrar dónde radica su seductora magia. La del cerebro de Ayuso, no la de la polla de Rasputín, que es más obvia.