Política exterior con huevos a la española
Se está divirtiendo mucho la comunidad internacional con la imagen que va ofreciendo España allende los Pirineos y los océanos. Y es que somos un descojone que no cesa. Yo a veces malicio que la invasión turística no se debe a la belleza de nuestras costas, a la gastronomía de chiringuito, a la baratez de las cañas libertarias de Isabel Díaz Ayuso ni a la excelencia de nuestro arte.
He leído que a finales del siglo XVIII y principios del XIX, excéntricos viajeros británicos y franceses empezaron a visitar España solo atraídos por nuestra brutalidad y nuestra ignorancia. Como alérgico recalcitrante a todo tipo de patriotismo, di la anécdota por buena.
En el XX, asombramos al mundo con la primera gran rebelión nazi y fascista, protagonizada por Francisco Franco, y eso atrajo a gentes como Ernest Hemingway, Simone Weil, George Orwell y otros muchos cientos de curiosos pensadores, periodistas y creadores, estupefactos al ver que la pequeña e insignificante España se adelantaba en ansias criminales a potencias como Alemania e Italia. Hay que reconocerle a los patriotas de yelmo y aguilucho que en eso de la ignorancia y la brutalidad siempre hemos sido orgullosos campeones.
Ay, México lindo y querido: si nuestros dos reyes nunca nos han pedido perdón a nosotros, los españoles, por el genocidio franquista, y eso que fue Franco quien los puso en el trono
Ahora hay un divertido conflicto diplomático que nos enfrenta al México de Claudia Sheinbaum porque no ha invitado a Felipe VI a su investidura como presidenta. Resulta que los mexicanos se han ofendido porque nuestro democrático rey se negó en 2019 a protagonizar un acto de reconciliación que reconociera la brutalidad de las tropas españolas en la conquista/invasión de América. Ay, México lindo y querido: si nuestros dos reyes nunca nos han pedido perdón a nosotros, los españoles, por el genocidio franquista, y eso que fue Franco quien los puso en el trono. Es que los indiecitos no paráis de pedir, seguro que dijeron en Zarzuela.
Esto de las reconciliaciones, disculpas y perdones estatales por crímenes ancestrales es asunto que está de moda desde hace años. Y quizá no sea tan baladí como parece. Que se lo pregunten a los historiadores. Las naciones se construyeron sobre mitos y leyendas, donde había buenos (nosotros) y malos (nuestros conquistados y nuestros conquistadores). Han pasado siete millones de años desde que nos autodenominamos homo sapiens, y yo creo que es suficiente tiempo como para que, con esa presunta sapiencia, empecemos a ser un poco científicos con nuestra historia. Basta de enseñar supersticiones autoglorificadoras en las escuelas. Es como si en la facultad de medicina obligaran a estudiar a los futuros ginecólogos que la Virgen María pudo ser preñada por un palomo.
En EEUU no paran de derribar hermosas estatuas de Cristóbal Colón porque los ayuntamientos se niegan a seguir glorificando a un genocida. En nuestra raptada Europa, al menos Gran Bretaña, Francia, Países Bajos y Bélgica, que yo recuerde, han pedido disculpas por sus excesos coloniales y esclavistas. Incluso el Vaticano, esa democracia plena en la que no vota ni dios, ya se disculpó por su sangriento papel en la conquista/invasión de América.
Pero el acto de reconciliación entre naciones que más me emocionó fue cuando Islandia, en 2015, hace menos de una década, derogó la ley de 1615 que permitía matar vascos impunemente en la isla. Dicha ley había sido dictada cuatro siglos antes tras un conflicto entre balleneros islandeses y guipuzcoanos que acabó en matanza. Evidentemente, a pesar de la vigencia de la norma, no estaba muy bien visto matar vascos en Islandia, y no era costumbre hacerlo. Pero el gesto concitó la atención de historiadores islandeses, vascos y estadounidenses que organizaron un congreso científico para profundizar en el conocimiento de aquellos tiempos, y un descendiente de los asesinos islandeses se abrazó con un descendiente de los vascos asesinados, y yo imagino que hasta las ballenas se emocionaron en su morse cantarín.
No se dan cuenta los reyes de que la corona oprime el cráneo e impide el normal desarrollo de la sensibilidad y la inteligencia
Pero a mí me da que Felipe VI no conoce estas bellas historias verdaderas ni le importan, incluso le incomodan, no vaya a ser que los españoles le exijamos un día disculpas por los latrocinios, asesinatos y desmanes perpetrados por cada uno de sus antepasados.
No se dan cuenta los reyes de que la corona oprime el cráneo e impide el normal desarrollo de la sensibilidad y la inteligencia.
El Preparao parece uno más de la España imperial, católica y franquista que representan Santiago Abascal, Ayuso o Feijóo, a quienes sonríe amorosamente en las recepciones mientras a Pedro Sánchez le pone mohínes y morritos feos.
Sin embargo, nuestro guapo presidente secunda al rey en su boicot a la investidura de la presidenta mexicana, y tampoco va a asistir al acto. Se merece que los borbones lo nombren secretario general honorífico del Partido Socialista Lacayo Español. Y que lo repudien los reales académicos de nuestra Historia. ¿Qué pinta un rey en un acto de exaltación democrática, por cierto?