Sánchez, Feijóo y Gila

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Al presidente solo le falta iniciar sus intervenciones con casco militar y teléfono en la oreja: "¿Oiga? ¿Presidenta del Congreso? ¿Me pone con el enemigo?". Como Gila era un genio y rojo (de los de verdad) es lícito plagiarlo desde el radical marxismo de nuestro PSOE

Una de las cosas que menos me gustaba de nuestro presidente era su sosería, un defecto que comparten muchos guapos (soy un envidioso). Pero de un tiempo a esta parte hasta ese defecto se le ha curado, y a veces me pongo en la tele las sesiones del Congreso no por prurito profesional, sino porque lo prefiero al club de la comedia. Y yo creo que esta nueva y apetecible humorización de PS tiene un responsable, alguien a quien agradecérselo, y ese alguien no es otro que Alberto Núñez-Feijóo, heraldo moderado del apocalipsis permanente.

Ha comprendido nuestro guapisocialista que con Feijóo y sus tellados y gamarras no se puede hacer política, y ha decidido echarse unas risas a costa de ellos. La transformación más profunda del gobierno entre esta y la anterior legislatura es que hemos pasado del 'le voy a dar un dato' de Yolanda Díaz a la gracieta de Pedro Sánchez.  Al presidente solo le falta iniciar sus intervenciones con casco militar y teléfono en la oreja: "¿Oiga? ¿Presidenta del Congreso? ¿Me pone con el enemigo?". Como Gila era un genio y rojo (de los de verdad) es lícito plagiarlo desde el radical marxismo de nuestro PSOE.

Ahora yo anhelo que PS empiece a reírse también de los pseudoperiodistas y los pseudojueces. Porque lo de reírse de Feijóo lo hago hasta yo, que soy un triste. Por ejemplo, cuando Sánchez concedió una entrevista al burdólogo Antonio García Ferreras, tras conocerse sus bajezas deontológicas, podría haber empezado por preguntarle: "¿Y no han venido Trancas y Barrancas, Antonio? Es que tengo hambre de debate profundo".

Eso de que Pedro Sánchez se ponga más circunspecto y estadista ante quien lo difama arteramente que con el jefe de la oposición da que pensar. Pareciere que PS le tiene más miedo y respeto a la oposición mediática que a la política. No es muy buena señal democrática. Puede interpretarse que el jefe del Gobierno cree que los españoles nos jugamos nuestro presente y futuro más en La Sexta que en el Congreso. Inquietante preguntarse donde cree el presidente que reside ahora la voluntad popular.

En cuanto a nuestros jueces, con togas y a lo loco, yo no sé si Begoña Gómez se está riendo de ellos en connivencia con su esposo o si sencillamente la pareja presidencial está acojonada. La investigación prospectiva, y por tanto ilegal, del juez Juan Carlos Peinado está alargando con poco sentido la ridiculez judicial impulsada por Manos Limpias. No se intuyen elecciones a corto plazo, pero ya no hay quien lo pare. Es lo que tiene iniciar un proceso con cuatro titulares de pseudomedios difundidores de bulos. A ver cómo sale el juez Peinado de esta. Quizá es que nuestros jueces quieren reírse de sí mismos porque el comediante presidente no les hace caso.

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A mí me encantaría que PS convocara una rueda de prensa en Moncloa para hacerse unos chistes sobre el juez Peinado. Tiene varios. Un juez que imputa a doce periodistas por revelación de secretos de un sumario es que no sabe de derecho, de periodismo, ni de nada. El trabajo de un periodista es revelar esos secretos, señor juez, y la legislación solo contempla como delito estas revelaciones si proceden de funcionarios.

No soy partidario de reírme de la ignorancia de la gente corriente, pero la ignorancia de un juez sí me parece motivo de mofa y befa. Si nuestra libertad o nuestra cárcel dependen del criterio de un ignaro con toga, yo creo que es para carcajearnos.

Nuestro presidente nos quiere gobernar ahora con humor, pero yo creo que no debe ser tan selectivo. Reírse de los más débiles de la cadena de poder, como Feijóo, es de abusones.

Uno empieza por no reírse de los jueces, los oligarcas, los bulócratas y los banqueros, y ya solo le queda, si quiere seguir haciendo humor, reírse del pueblo. Que es lo que está haciendo PS con su presunto plan de regeneración democrática.

Presentar un plan sin tener plan nos resulta desternillante a los ciudadanos. Es como casarse con un vestido de novia vacío, sin novia dentro. Mola como sketch, pero de un émulo de Gila hubiéramos esperado algo más para pagar la entrada al espectáculo de la regeneración democrática, presidente.