Los Unga-Unga llegan al Congreso

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Los diputados de VOX Manuel Mariscal (i) y Pedro Fernández (d) durante el pleno sobre la ley de amnistía — Eduardo Parra / Europa Press
Ya lo decía Machado. Son mala gente que va apestando la tierra. Y nos dejamos

Esta semana unos descerebrados nazifascistas elegidos democráticamente intentaron boicotear una votación en el Congreso de los Diputados, la sede de la soberanía popular. Hasta el poco sináptico y muy idea-único Alberto Núñez-Feijóo parecía medio incómodo con la actitud de sus socios de Vox durante la votación de la ley de amnistía. Había exigido el PP que los diputados votaran de palabra, es decir, elevando el culo del escaño y diciendo sí o no a voz alzada, para que cada cual fuera retratado, y porque sabe que parte de sus diputados carece de capacidad intelectual para apretar el botón del sí o el botón del no sin equivocarse.

Sucedió con Alberto Casero, diputado del PP que votó a favor de la reforma laboral de Pedro Sánchez porque no había visto Barrio Sésamo, y no sabía distinguir entre rojo y blanco, arriba y abajo, sol y luna, derecha e izquierda, botón sí y botón no.

El asunto no es baladí. Si Alberto Casero hubiera gozado de capacidad intelectual para elegir un botón u otro, la reforma laboral de Pedro Sánchez no hubiera prosperado y, seguramente, hoy Alberto Núñez-Feijóo sería presidente del Gobierno. Hay que ver lo que un tonto electo puede cambiar nuestros destinos. Porque no creo yo que sea culpa del botón.

Más tarde, este genio de los dos botones del PP llamado Alberto Casero, votó, equivocándose otra vez, a favor del gobierno progresista para crear una comisión de investigación sobre la operación Catalunya, es decir, la trama gubernamental, judicial y policial del gobierno de Mariano Rajoy para inventarse escándalos contra sus rivales políticos. La conclusión es: nunca le des dos botones a un lacayo si eres fascista, pues corres el riesgo de que se equivoque. Con un botón, sobraba.

Después Alberto Casero, por otras razones, aceptó una condena de año y nueve meses de cárcel por malversación de caudales públicos y prevaricación, con lo que cumple las dos normas perfectas para ser el nuevo baluarte de nuestra derecha: corrupto e incapacitado para elegir uno entre dos botones. No le pidamos más ética ni discernimiento.

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Como esto de los dos botones se les da mal a los intelectuales del PP, Feijóo exigió que la ley de amnistía se votara a voz alzada. Y ahí los Unga-Unga de Vox vieron su oportunidad. Y vaya si la aprovecharon.

Ahora os voy a explicar lo que es un Unga-Unga, movimiento en redes que yo desconocía hasta que me lo descubrió mi internáutico colega Miguel Perroviejo, percebeiro das Rías Baixas.

Unga-Unga es un dudoso colectivo de redes sociales, creado por ultrafascistas y bots (¿de Vox y del PP?), que intenta y consigue silenciar a ciudadanos con denuncias falsas y masivas contra cualquiera: como son muchos, aunque imaginarios, los algoritmos de X-Twitter y de otras plataformas silencian a los denunciados por estos frikinazis, o sea: castran a parte de la ciudadanía el practicar su libertad de expresión solo por una cuestión cuantitativa, no cualitativa. Si juntas muchos bots, puedes silenciar a quien quieras. Si dices en twitter que no te gusta la fruta, miles de bots invaden el algoritmo y te quedas silenciado. Como el conde de Montecristo en su castillo de If.

Ahora los Unga-Unga ya han llegado al Congreso de los Diputados. En el día de la votación de la amnistía, intentaron silenciar a gritos el voto de aquellos representantes del pueblo que votaban sí. Se levantaban antes del voto y vociferaban: traidor. Como si así pudieran silenciar la voz del pueblo representada en el parlamento. Impusieron su grito sobre el voto, sabedores de que el grito en la España fascista siempre ha prevalecido sobre la educación, la democracia, el diálogo y la razón. Por eso el franquismo se dedicó a matar, primero, a maestros y a poetas. Sus más grandes enemigos.

Yo he sido reportero toda la vida, o sea, un periodista de la calle. No soy un sabio conocedor de cómo se debate en los parlamentos. Pero por extrañas circunstancias me ha tocado presenciar y escribir sobre cientos de sesiones parlamentarias desde los años noventa. Gallegas, nacionales, catalanas, vascas y hasta en el parlamento europeo. Y nunca había visto a parlamentarios intentar silenciar el voto de nadie a base de griterío y bronca. Lo que quieren estos fulanos de Feijóo y Abascal es que acabemos a hostias, porque es el paisaje en el que siempre ganan. Las hostias y la irracionalidad siempre ganan a la idea.

El PP pierde ante Vox porque los de Vox, a pesar de sus carencias éticas e intelectuales, son más listos que ellos. Saben que el votante de derechas es de Unga-Unga. Que Feijóo me cuente de dónde va a recortar para bajar tantos impuestos como dice: unga-unga. No viene en su programa. A Abascal, con sus Unga-Unga, no le hace falta. A los esclavos voluntarios no es necesario explicarles nada, porque ya crecen explicados y esclavos. Y mueren esclavos y pobres, y solo después de muertos no entienden la explicación.

El Unga-Unga ha llegado al Congreso de los Diputados español y nos dejamos hacer como los argentinos del botarate Milei, del asesino negacionista Bolsonaro o del violador Donald Trump.

¿Sabéis de dónde viene el Unga-Unga? Ellos mismos se autobautizaron. No es un insulto que se me haya ocurrido a mí. Vienen de las películas de Tarzán, cuando los porteadores negros del héroe solo tenían una expresión: unga-unga. Unga-unga significaba tanto sí como no, o que te iba a comer un león. Eran negros, así que da igual lo que dijeran. Esa es la base intelectual de este respetable movimiento llamado PP-Vox. Reivindican la ignorancia. Prefieren ser ungas-ungas a críticos de la razón pura. Y, entre unga y unga, cierran la casa en Orihuela de Miguel Hernández.

Ahora nos quieren privar a gritos de lo que digamos los pueblos en los parlamentos. ¿No hay una ley de partidos que preserve nuestra democracia contra los que deciden alterar nuestra normalidad parlamentaria a base de vociferio? Porque los gritos de los unga-unga a mí me han impedido escuchar los votos a favor de nuestra ley de amnistía. Y, como pacífico anarquista, siempre he sentido un extraño placer en eso de escuchar votos. Y esta gente del Unga-Unga no me lo permite. Ya lo decía Machado. Son mala gente que va apestando la tierra. Y nos dejamos.