Palestina no es Ucrania

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Los palestinos no son ucranianos. Es una frase obvia que cualquier persona puede comprender, pero va más allá de un mero enunciado. Los palestinos no son ucranianos porque no tienen nombres ni apellidos ni homenajes ni banderas a media asta. No tienen los ojos azules, ni nos son cercanos, por lo tanto no nos conmueven como lo puedan hacer alguien que proviene de Kiev. De hecho, la mayoría social se posiciona a favor de Israel, el poder ya ha decidido hace tiempo que así sea, que mientras unos son terroristas, Israel mata con armas legales. Tanto Ucrania como Palestina deberían recibir el mismo apoyo, respeto y dignidad a la hora de luchar por su dignidad y autodeterminación como estados soberanos. Sin embargo, eso dista mucho de ser una realidad.

La Comunidad Internacional debería ser igual de unánime y firme como lo fue con Rusia y obligar de inmediato a Israel, fuerza invasora, a llevar a cabo los acuerdos de paz que firma y reconocer al Estado palestino, devolver todas las tierras ocupadas y abandonar este territorio, así como frenar de inmediato la violencia perpetrada durante décadas. Mucho me temo que seguirán mirando hacia otro lado, porque ha quedado claro que Palestina no es Ucrania y que existen muertos de primera y de segunda. La Comunidad Internacional debería apoyar de la misma manera a unos y a otros, de lo contrario pareciera que hubiera intereses geopolíticos por encima de la moral que abanderan a la hora de apoyar este u otro conflicto. La realidad es que no les importan ni unos ni otros, solo lo que cada lugar puede ofrecerles estratégica y económicamente.

Hay que preguntarse qué habría ocurrido si en lugar de Hamás en Palestina, un grupo terrorista ucraniano hubiera atacado a Rusia. ¿La condena habría sido la misma?, ¿se habría aproyado a Rusia con la misma unanimidad con la que se apoya a Israel?

En este conflicto desigual entre David y Goliat, los palestinos sufren a diario el asedio y la persecución de los israelíes, cuyo Estado masacra constantemente al pueblo palestino, al que bombardea e invade a diario, pero que también tortura económicamente, privándole de bienes y servicios esenciales, destrozando sus acuíferos para impedir una economía de autoabastecimiento agrario. La población palestina no puede perforar nuevos pozos, instalar bombas ni ahondar pozos ya existentes, y además se le niega el acceso al río Jordán y a los manantiales de agua dulce, tal y como ha denunciado Aministía Internacional. Lo cierto es que la Franja de Gaza es la mayor cárcel a cielo abierto y sufre un apartheid sistemático y una limpieza étnica sin piedad.

Hamás representa al preso que se revuelve contra el carcelero, tras años de violencia y tortura diarias. Como decía Maruja Torres en tuiter: "Hamás creció cuando los críos palestinos vieron morir o quedarse parapléjicos a sus hermanos adolescentes de la Primera Intifada, los que se defendían con ondas y piedras". No significa eso que apoye la violencia de ningún tipo, ni la de Hamás ni la de Israel —por si existieran dudas—, pero no solo me escandalizo cuando las piedras provienen del lado ocupado, como hacen desde ciertas torres de marfil y personas bienpensantes. Tanto Europa como EE.UU han permitido durante décadas la violación del Derecho Internacional por parte de Israel, y desde luego no se han impuesto las sanciones que sí se han exigido a Rusia sin temblarles el pulso en ningún momento.

Todo tiene una explicación política. Eso no significa que no sea condenable cualquier acto de violencia, pero es necesario comprender el origen del conflicto para posicionarse del lado del oprimido, que siempre ha sido y por desgracia será Palestina. Cabe preguntarse por qué si en el caso de Ucrania se vio claro desde el principio quién estaba invadiendo a quién, ¿por qué no ha ocurrido lo mismo con los territorios ocupados de la franja de Gaza? La normalización y simplificación de la ocupación de Israel a los territorios palestinos es escalofriante, cuando el número de decesos es infinitamente mayor en el caso del pueblo palestino. En concreto, por cada israelí muerto, hay 20 palestinos fallecidos, tal y como se desprende de los datos ofrecidos por Naciones Unidas.

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Hay que preguntarse qué habría ocurrido si en lugar de Hamás en Palestina, un grupo terrorista ucraniano hubiera atacado a Rusia. ¿La condena habría sido la misma?, ¿se habría aproyado a Rusia con la misma unanimidad con la que se apoya a Israel? La primera víctima de una guerra es la verdad, y en occidente estamos más que acostumbrados a que los medios silencien las injusticias de los conflictos bélicos y nos presenten solo una cara de la moneda. Por qué será.