De paridad, mujeres, representación y poder
Esta semana ha llegado al Congreso el texto de ley de representación paritaria impulsado por el Gobierno. Este texto propone una cuota del 40% de mujeres (y también de 40% de hombres) en órganos de toma de decisiones como consejos de administración o en la propia administración general del Estado. Pero ¿por qué vuelve el PSOE con un tema como la paridad a estas alturas?
La disputa por la hegemonía del feminismo se acentuó durante la pasada legislatura cuando, por primera vez en la historia de la democracia, hubo un Ministerio de Igualdad que no era del Partido Socialista. Ese Ministerio, encabezado por Irene Montero, impulsó una agenda del feminismo de la cuarta ola, un feminismo para todas, todos y todes y con voluntad de transformar el sistema; no de repartirnos lo que había y ser simplemente la mitad de todo.
Ahora que el PSOE ha recuperado el Ministerio de Igualdad, sorprende que la primera norma que lleven al parlamento sea una para garantizar la paridad. Más aún cuando en la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres solo recogieron la representación equilibrada sin especificar cuota ninguna. Es significativo que esta sea la primera norma del nuevo Ministerio de Igualdad porque enfoca muy bien a quiénes van dirigidas las políticas de igualdad de este gobierno: a las que rompen los techos de cristal que, por desgracia, son muchísimas menos que las que aún están en los suelos pegajosos barriendo los cristales de las que consiguen llegar.
Me explico, la representación de las mujeres, y también de las personas migrantes, racializadas, LGTBI, con discapacidad y de distintas minorías, es importante para la justicia social. La propia Nancy Fraser, en su obra Dilemas de la justicia en el siglo XXI. Género y globalización entiende que la paridad en la participación política es justicia pues supone garantizar que las distintas personas puedan acceder a participar de la política para dirimir sus reivindicaciones, tanto redistributivas como de reconocimiento. Sin embargo, esta misma autora, en Fortunas del feminismo, advierte del peligro de centrarnos exclusivamente en el reconocimiento y en la representación, pues así estamos renunciando a transformar un sistema que desde el principio es injusto y desigual para las mujeres.
La misma Fraser explica que la paridad no es solo una cuestión numérica de cuotas que se pueda solucionar con un número concreto, sino que además, si solo atajamos los problemas de representación y reconocimiento incluyendo una cuota sin redistribuir los cuidados y la división del trabajo, no seremos capaces de garantizar la participación plena de las mujeres en la esfera política:
«En el caso de la disparidad de género en la representación política, por lo tanto, asumo que no solo hace falta desinstitucionalizar las jerarquías de valor androcéntricas sino también reestructurar la división del trabajo y eliminar el "doble turno" de las mujeres, que constituye un formidable obstáculo distributivo a su plena participación en la vida política.»
Fraser explica mejor de lo que podría hacerlo yo por qué una cuota por sí sola no basta. Lo que creo que Fraser nunca pudo imaginar es que se utilizase la política de cuotas feministas para imponer un máximo de representación de las mujeres, pues, al incluir el Partido Socialista una cuota del 40% para los hombres, están limitando la inclusión de las mujeres antes siquiera de haber alcanzado una presencia equilibrada entre hombres y mujeres.
Lo cierto es que el tema de la paridad no es más que una medida de ese feminismo de la igualdad que plantea el PSOE que no aspira a transformar el sistema capitalista y neoliberal, sino a repartir el pastel entre hombres y mujeres. El hecho de que, además, introduzcan una cuota para hombres en la ley, no sólo frena la incorporación de las mujeres, sino que muestra la falta de valentía del Partido Socialista para llevar adelante medidas plenamente feministas. A la vez que asume las tesis reaccionarias planteadas por la derecha y la ultraderecha de que las leyes de igualdad de género perjudican a los hombres y, por eso, se ven obligadas a incluir una cuota para hombres.
Hace muchos años ya que las feministas entendimos que la representación es importante, pero que, si como decía Fraser, no va acompañada de redistribución y reconocimiento es una medida estética que puede volverse en nuestra contra cuando mujeres como Giorgia Meloni, Angela Merkel, Margaret Thatcher alcanzan cuotas altas de poder. Son mujeres en el poder, ¿eso no es feminista? No, compañeras, sabemos que no es lo mismo mujer que feminista, ni feminista de la igualdad, que feminista con voluntad de transformar.