La LGTBIfobia es una cuestión de machismo
En los últimos días hemos vuelto a ver como se usa la homofobia para desacreditar a hombres cishetero con bastante poder. Antes del partido de fútbol entre el Real Madrid y el Manchester City, pusieron una pancarta con la cara de Guardiola, entrenador del Manchester, en la que se podía leer: “todos con el culo en la pared”. En Asturias, en una visita del presidente del gobierno a un hospital, escuchábamos a un hombre que increpaba a Sánchez al grito de “por siete votos tienes el culo roto”.
Estos insultos homófobos se utilizan contra hombres poderosos para desacreditarlos, intentan deslegitimarlos aludiendo a prácticas sexuales asociadas con la homosexualidad, aunque no exclusivas de esta orientación sexual, como la penetración anal. Estos insultos se vierten sin necesidad de que esos hombres sean gays o disfruten de determinadas prácticas sexuales. Se usa pues la LGTBIfobia para deslegitimarlos, incluso sin ser ellos LGTBI. Históricamente siempre se ha asumido a los hombres gays como afeminados y así, su similitud con “lo femenino” ha sido utilizada como gesto de burla o mofa. Sin duda esto tiene que ver con la visión patriarcal que prima lo masculino por encima de lo femenino. Una visión que da importancia a las “cosas de hombres” y se la resta a “las de mujeres”. Una visión patriarcal que entiende el sexo como dominación, como ejercer el poder y, por eso, prácticas sexuales como la penetración anal son vistas como prácticas de sometimiento.
Como podemos observar, estos insultos no los sufren solo las personas LGTBI, sino que sirven para atentar contra cualquiera, sin importar si esa persona se sale de la cisheteronorma como si no. Por tanto, la LGTBIfobia ejerce, por un lado, una labor ejemplificante: castigar a quienes se han salido de la norma y aquí el castigo puede llegar a la violencia física e incluso al asesinato al grito de maricón; pero, por otro, se utiliza como elemento de descrédito y degradación para aquellos que no han abandonado la cisheteronorma, pero contra los que se quiere causar un daño. Son estos insultos y estas mofas las que van generando una narrativa común en la que ser maricón, ser bollera, ser trans, ser LGTBI es algo malo, es algo degradante, es, en definitiva, un insulto. Y son también estas violencias simbólicas contra personas que no se salen de la cisheteronorma las que acaban justificando las violencias simbólicas y físicas contra las personas LGTBI.
No es casualidad tampoco dónde se producen estos discursos. El primero de ellos en el marco de un evento deportivo importante como es un partido de la Champions y el segundo contra un presidente de un gobierno progresista. Que el fútbol ha sido un lugar de veneración de la masculinidad es algo que las feminista ya sabemos. El fútbol se ha utilizado como elemento para reformular y reforzar la masculinidad de los hombres, más aún en un momento donde la emancipación de las mujeres y el alcance del movimiento feminista están acometiendo avances nunca antes pensados. Que en el fútbol hay LGTBIfobia no nos sorprende, que la derecha y la ultraderecha la esté utilizando para desacreditar a políticos de izquierdas, tampoco. La derecha y la ultraderecha han asumido que el feminismo es el único movimiento que puede plantear otro modelo de sociedad posible donde su ideología, tanto la conservadora como la que es directamente reaccionaria, no tendrá cabida. Por lo tanto, se enmarcan dentro del simbólico patriarcal y es con estrategias machistas como estas con las que intentan deslegitimar a sus adversarios políticos, porque la LGTBIfobia es una cuestión de machismo, ya que es un odio que solo se entiende y se reproduce dentro de un sistema patriarcal.
Actualmente estamos viviendo en una época en la que este discurso reaccionario, LGTBIfóbico y machista convive con las nuevas narrativas que se están generando y que asocian el sexo anal con lo placentero, con lo gustoso, con lo deseado. Entre la población más joven, la expresión PEC (siglas para decir por el culo) se utiliza cuando algo te está gustando mucho. Es curioso como estas narrativas conviven actualmente y muestran a la perfección, por un lado, la sociedad machista y retrógrada que se muere y la sociedad feminista que empuja para transformar nuestro país. Estoy convencida de que la machista morirá y la feminista vencerá.