Todos los ojos en Rafah
¿Qué hay del proceso de descolonización? ¿Qué hay del retorno de la diáspora palestina? ¿Quién repara el daño causado a todo un pueblo? ¿Cómo se puede esperar que los palestinos quieran convivir en paz con quienes durante décadas les han colonizado y desde octubre les están exterminando?
Hemos reconocido al Estado Palestino, ¿y ahora qué? Lo que debería haberse vivido como un gran acto de justicia, como una victoria cultural importantísima para la izquierda que tanto años lleva pidiendo el reconocimiento del Estado de Palestina, ha quedado diluido en una medida meramente simbólica ya que ha sucedido mientras vemos como se produce un genocidio retransmitido en directo. Porque ¿de qué va a servir reconocer un Estado que está siendo reducido a cenizas y escombros por una potencia ocupante como Israel?
El reconocimiento llega diez años tarde, recordemos que el Congreso aprobó en 2014 una proposición no de ley para que el Gobierno reconociera a Palestina como un Estado legítimo. Llega en un momento en el que además queda en evidencia la poca utilidad que este acto tiene para frenar un genocidio. Más aún si tenemos en cuenta que, mientras que el Presidente del Gobierno comparecía para explicar el reconocimiento de Palestina como Estado, se veía en la imperiosa necesidad de señalar que Israel es un “pueblo amigo” y de condenar, otra vez, el ataque terrorista de Hamás. Advertía, además, Pedro Sánchez de que no quería romper relaciones con el Estado de Israel. Por supuesto que los pueblos no son sus gobernantes, pero no se puede ser equidistante ante un genocidio, no se puede seguir justificando el derecho de una potencia ocupante a su legítima defensa, no mientras asesinan impunemente a niños y niñas ante nuestros ojos.
Mientras afirmaba el reconocimiento de Palestina, no era capaz el Presidente Sánchez de decir la palabra “genocidio”, tampoco lo ha nombrado como tal el PSOE en la carta enviada a la ciudadanía pidiendo el voto para las elecciones europeas del 9 de junio donde se habla de un “terrible conflicto”. En este clima se reconoce a Palestina, pero, se reconocerá el Estado de Palestina con las fronteras que se delimitaron en 1967, lo que supone un 22% del territorio histórico de Palestina. Unas fronteras delimitadas por otros para crear el Estado de Israel. La verdad es que tengo muchas preguntas después del reconocimiento ¿qué hay del proceso de descolonización? ¿Qué hay del retorno de la diáspora palestina? ¿Quién repara el daño causado a todo un pueblo? ¿Cómo se puede esperar que los palestinos quieran convivir en paz con quienes durante décadas les han colonizado y desde octubre les están exterminando? La solución de los dos Estados quizás pudo ser viable en algún momento, pero ahora mismo me parece tan utópica como injusta.
Hemos conocido también que nuestro Gobierno progresista va a pedir a distintos países árabes que reconozcan al Estado de Israel, a la vez que el líder de la ultraderecha se ha reunido con Netanyahu para mostrarle su apoyo ante el genocidio que está cometiendo y su rechazo a que se reconozca desde España a Palestina como un estado legítimo. A esa reunión acudía un descendiente de nazis, sí, de esos que perpetraron un genocidio contra los judíos y que hoy se sientan con el Estado de Israel y apoyan el genocidio contra el pueblo palestino.
La verdad es que se hace tremendamente difícil vivir en este mundo donde la política no está sirviendo para parar la barbarie, donde mientras nosotras dormimos plácidamente en nuestras camas masacran a niñas y a niños simplemente por ser palestinos. Un mundo donde la sociedad se siente impotente y nuestros gobernantes progresistas no tiene valor ni de llamar a las cosas por su nombre: genocidio; ni de romper relaciones con un estado genocida. Pero aunque cueste, no podemos quitar los ojos de Rafah, no podemos dejar de hablar de Palestina, no podemos dejar de pedir el cese total de las relaciones y sanciones económicas a Israel. No podemos ni debemos dejar de decir que desde el río hasta el mar, Palestina vencerá.