Reducción de jornada, despido libre y diálogo social

El secretario general de UGT, Pepe Álvarez y el secretario general de CCOO, Unai Sordo — Eduardo Parra / Europa Press / ContactoPhoto
El secretario general de UGT, Pepe Álvarez y el secretario general de CCOO, Unai Sordo — Eduardo Parra / Europa Press / ContactoPhoto
Hablamos de reducir la jornada a menos de 40 horas semanales, cuando aún existen sectores que trabajan seis días a la semana en lugar de cinco, o que no cobran las horas extras

La reducción de la jornada laboral está destinada a ser el tema central en el ámbito laboral en las próximas semanas. Esta medida beneficia a millones de trabajadores del sector privado, a nueve de cada diez según cálculos de CCOO. Hablamos de reducir la jornada a menos de 40 horas semanales, cuando aún existen sectores que trabajan seis días a la semana en lugar de cinco, o que no cobran las horas extras. Si las medidas se implementan sin mecanismos de control, no solo para el objetivo, sino también para la situación previa, aumentará la distancia entre los trabajadores con derechos y los que carecen de ellos. Son los más débiles, precarios, inmigrantes y jóvenes quienes más sufren esta desigualdad laboral. Por poner un ejemplo el 40% de las horas extras en 2023 no se pagaron, 2.478.800 horas no pagadas según datos del INE. Mientras para muchos y muchas trabajadoras el llegar a fin de mes es un problema real y hasta un 40% se plantea buscar un segundo empleo, ¿cómo les afectaría una reducción de jornada?, por ejemplo.

El mercado de trabajo es el combustible y lubricante del sistema, y su ajuste aumenta el beneficio, pero no el bienestar social

Es sabido que en España la cuestión laboral sigue marcada por una ideología conservadora. Trabajar menos horas produciendo lo mismo, y ganando por lo tanto lo mismo, es una realidad económica indiscutible. Sin embargo, todavía existe una clase empresarial que valora más la presencia física de los empleados en el puesto de trabajo que su productividad real. Esto es lógico en muchos casos, cuando el beneficio se basa en horas extras no pagadas y horas no cotizadas, como ocurre en sectores tan importantes como el de los servicios. La hostelería y los sectores que atienden a los millones de turistas, junto con la agricultura, son dos pilares fundamentales de nuestra economía, y en ambos se dan estas malas prácticas empresariales.

La obtención de conquistas laborales que no va acompañada de la conciencia ni de la movilización de los beneficiarios, es decir, de la clase trabajadora, genera una situación frágil

En España, el trabajo es un derecho recogido en la Constitución, al igual que la vivienda, pero eso no impide que sea legal la especulación con el alquiler o la venta de viviendas por parte de particulares o empresas. La Constitución establece: "Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo". Pero esto no se cumple. No se trata sólo de declarar que vamos a abolir la explotación del hombre por el hombre, sino de tener la capacidad legal para abordar cuestiones fundamentales en nuestro marco actual. Por ejemplo, en España el despido es libre. Si una empresa quiere despedir a un trabajador, lo hará. Otra cuestión es que exista una indemnización por día trabajado, pero es el propio trabajador quien tiene que pelear por sus derechos. La principal actividad jurídica sindical se centra en estas reclamaciones. Un ejemplo es el caso de la empresa pontevedresa, Madera Fiber, condenada por cesión ilegal de trabajadores, que fue cerrada, y sus trabajadores lucharon hasta conseguir que los tribunales reconocieran sus derechos y que la empresa matriz responsable tuviera que pagar. Sin embargo, el objetivo real de esos trabajadores hubiera sido mantener sus puestos de trabajo y la actividad productiva. Pero, ¿de dónde sale ese pago de los despidos? No se genera a partir de pérdidas, sino del beneficio que esos trabajadores generaron mientras trabajábamos. Realmente, costeamos nuestro propio despido y, cuando reclamamos y conseguimos que se nos pague lo estipulado, ese dinero proviene de una reducción del beneficio empresarial, pero no supone una pérdida para el patrimonio del empresario; simplemente se trata de una menor ganancia.

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¿Cuánto duraría la jornada reducida con una figura como Ayuso en la presidencia?

La obtención de conquistas laborales que no va acompañada de la conciencia ni de la movilización de los beneficiarios, es decir, de la clase trabajadora, genera una situación frágil. En una sociedad en la que muchos jóvenes asumen los derechos laborales como algo natural (vacaciones pagadas, bajas, permisos, subsidio de desempleo), ¿cuánto duraría la jornada reducida con una figura como Ayuso en la presidencia? En la ola conservadora que recorre el mundo, estos derechos se ven recortados. No hace falta irse a Argentina, donde sí se están produciendo movilizaciones; lo vemos en Italia, Grecia, donde se recortan conquistas relacionadas con la jornada laboral o los subsidios que costaron años conseguir, todo en unas pocas horas "por el bien de la economía". El mercado de trabajo es el combustible y lubricante del sistema, y su ajuste aumenta el beneficio, pero no el bienestar social.

Como bien recordaba Pablo Iglesias hace unos días en RNE, los sindicatos no pueden olvidarse de su función de clase, él lo decía en relación con los inmigrantes. Sindicato de clase es el que tiene en cuenta los interés del conjunto de los trabajadores y trabajadoras. Las organizaciones tienen su lugar en la mesa de negociación del diálogo social, por contar con el respaldo mayoritario en su ámbito. No están ahí por llamarse CCOO y UGT, en el caso sindical, sino por sus resultados electorales, que reflejan la acción sindical en las empresas y la afiliación, por su componente de clase. Pero hay una parte de la clase trabajadora que no está sindicada ni organizada, y que es precisamente presa fácil de la ultra derecha. Jóvenes precarios que repiten el discurso del ultra liberalismo económico de Milei y Ayuso, y que critican a los sindicatos y las políticas sociales de las que ellos mismos se han beneficiado. Debemos ser capaces de usar los derechos como una herramienta para frenar la marea conservadora que ya está en marcha. No podemos aceptar el cortoplacismo ni los objetivos electorales frente a los estratégicos; de lo contrario, los avances sociales no se consolidarán. Debemos lograr unir a la clase trabajadora, apoyar a los sectores más débiles de la misma y conquistar un Estatuto de los Trabajadores que ponga fin al despido libre.