PSOE, Sumar y el abrazo envenenado
Pedro Sánchez junto al secretario general de la OTAN
E. Parra. POOL / Europa Press
Si hay un símbolo gráfico representativo de lo que fue la Transición ese es el cuadro de Juan Genovés, el famoso “Abrazo” que data de 1976. Esta obra nace como homenaje a los abogados laboralistas asesinados en Atocha, y es uno de los emblemas de superación de una etapa oscura de nuestro país que da paso a otra en la que la reconciliación —al menos en teoría— fue la protagonista. El cuadro original descansa hoy en el Museo Reina Sofía de Madrid, mientras que el Congreso de los Diputados alberga una copia desde 2016. Una copia que ha presenciado momentos políticos tan relevantes como el famoso pacto entre Pedro Sánchez y Albert Rivera que sirvió como punto de inflexión para todo lo que vino después y que acabó consolidando el primer gobierno de coalición progresista de nuestra historia.
Abrazos en política siempre ha habido. Algunos interesados, otros más sinceros, algunos por mera supervivencia o por necesidad. Abrazos y pactos que seguirán siendo determinantes en democracias parlamentarias como la nuestra, donde recordemos, no gana el partido que más votos y escaños tiene, sino aquel que consigue la confianza del Parlamento, y por tanto, aquel capaz de llegar a acuerdos y pactar una mayoría. Precisamente esto es lo que estamos viviendo tras el 23J: los dos grandes partidos del bipartidismo vuelven a ganar peso en estos últimos comicios aunque el único que podría garantizar un gobierno basado en acuerdos con diferentes partidos es el PSOE.
Acuerdos a los que hay que llegar con el espacio a la izquierda del PSOE, es decir, con la coalición de Sumar formada a su vez por diferentes sensibilidades: Podemos, Más Madrid, IU o Compromís son algunos de ellos; pero también con partidos de ámbito regional como Bildu, ERC o Junts, siendo este último la pieza clave para la conformación del gobierno. Dicho esto, hoy me quiero detener en el abrazo PSOE-Sumar, en las implicaciones que tiene, y sobre todo, explicar la relación fracaso o beneficio que hay detrás de ese abrazo.
La pasada campaña electoral definió de alguna manera la relación que Sumar buscaba con el PSOE: presentar a Yolanda Díaz como el ticket natural de Pedro Sánchez. Una estrategia que a simple vista resulta lógica y razonable, puesto que el objetivo tanto de Sumar como del PSOE es reeditar un gobierno de coalición. Lo que Sumar olvida aquí es que el partido hegemónico de la coalición en términos meramente de aritmética parlamentaria es el PSOE, y por tanto tirarse a sus brazos sin límites es correr el riesgo a ser fagocitado por un partido con más de 100 años de existencia y con unas viejas dinámicas que se mantienen en el tiempo pese a todo. Por otro lado, el hecho de renunciar a dar la batalla en el campo de las ideas, y hacer seguidismo al PSOE —recordemos, pieza clave del régimen del 78— es regalarle la hegemonía en el terreno cultural, y eso ya no en términos meramente tácticos, sino estratégicos, es un flagrante error cuyas consecuencias arrastrará toda la izquierda a la izquierda del PSOE durante mucho tiempo.
El hecho de renunciar a dar la batalla en el campo de las ideas, y hacer seguidismo al PSOE —recordemos, pieza clave del régimen del 78— es regalarle la hegemonía en el terreno cultural, y eso ya no en términos meramente tácticos, sino estratégicos, es un flagrante error cuyas consecuencias arrastrará toda la izquierda a la izquierda del PSOE durante mucho tiempo
Cuando Sumar no confronta con el PSOE, sino que se muestra como cara amable, como un niño inocente pero confiable, en el que poder apoyarte para echar a andar, en realidad lo que hace Sumar es renunciar a representar el espacio a la izquierda del PSOE —antes liderado por Podemos, al que ellos mismos quisieron enterrar— convirtiéndose en una muleta del PSOE. Eso sí, una muleta, que el PSOE necesita sí o sí para echar a andar. Al menos de momento. De ahí que a veces se pueda confundir esa relación-beneficio entre ambos, haciendo creer que se trata de una relación virtuosa o de equilibrio, cuando en realidad quien tiene la sartén por el mango es claramente el PSOE.
Cuando Sumar renuncia a plantarle cara al PSOE con una posición más valiente respecto a lo que está ocurriendo en Ucrania, lo que en realidad hace es regalarle posiciones al PSOE. Cuando Sumar se conforma con poner en marcha medidas tibias en materia de vivienda o en cuanto a la reforma laboral, lo que en realidad hace es fortalecer aún más al PSOE. Cuando Sumar habla de no “generar ruido” al tiempo que Sánchez presenta a Oscar Puente para defender la investidura de Feijóo, lo que en realidad muestra es su propia debilidad. La debilidad de un espacio que nacía con mucha ambición de transformar y aglutinar a todo el espacio a la izquierda del PSOE, pero que a día de hoy tiene a lo que queda de “Unidas Podemos” motor importante de Sumar, descontentos con la falta de mecanismos democráticos internos. Cuando Sumar se deja seducir por los verdes alemanes, a poco menos de un año de las elecciones europeas, lo que en realidad está haciendo es echar por tierra todo el trabajo de los últimos 10 años de Podemos e IU dentro de la izquierda europea (The Left).
En definitiva, la estrategia de abrazar al PSOE a expensas de renunciar a tus principios ideológicos no es más que una muestra del fracaso de cierta izquierda cortoplacista que se ha olvidado de que lo importante no es alcanzar el gobierno sin más, sino poner en marcha medidas verdaderamente de izquierda que consigan transformar la sociedad y hacer que vivamos dignamente. El gobierno no debe ser un fin en sí mismo, sino una herramienta a través de la cuál podamos ofrecerle una alternativa de futuro a las clases oprimidas de nuestro país, que son el sujeto político al que debemos interpelar. Cuidense de los abrazos envenenados, y de quienes sólo buscan mantener su posición de dominación y de poder olvidándose de lo importante: el pueblo al que pretendes representar.