No hay pistola que acalle a los poetas
Desde aquello de la pistola a la que se echa mano cuando se escucha la palabra cultura, frase que algunos atribuyen a Goebbels y otros a quien gritó en Salamanca lo de ¡Muera la inteligencia!, somos muy conscientes de lo que puede ocurrir cuando la gestión de la cultura cae en manos de la extrema derecha.
Parece, sin embargo, que casi cuarenta años de dictadura de extrema derecha en España, además, no han sido suficientes para que precisamente la cultura vuelva a depender de quienes se consideran herederos de aquel ominoso período histórico. En Orihuela, la concejalía de Cultura y Turismo está bajo la responsabilidad de un tal Gonzalo Montoya desde las últimas elecciones municipales, así que su titular ha querido hacerse notar suprimiendo de los presupuestos municipales una modesta subvención de 6.000 euros que desde hace poco más de veinte años se destina a la dotación de un premio de poesía carácter internacional que lleva el nombre del poeta Miguel Hernández.
La Fundación Miguel Hernández era la convocante de tal certamen y, según la ex-alcaldesa del PSOE de la localidad oriolana, la excusa dada por Vox para esa supresión es que se ha llegado tarde a la tramitación de la tal subvención, aunque desde hace cinco años esa subvención ha permanecido inalterable, según hemos podido leer en el diario El País.
Se da la circunstancia de que uno de los patronos de la Fundación Miguel Hernández es la Generalitat Valenciana, en donde también la cultura está a cargo del partido de extrema derecha desde las pasadas elecciones autonómicas, sin que por eso haya negado su respaldo económico a la institución que cultiva y difunde la memoria de la vida y obra del autor del Cancionero y romancero de ausencias.
Lo ocurrido en el Ayuntamiento de Orihuela nos recuerda en parte la destrucción del memorial por parte del Ayuntamiento de Madrid de los fusilados en el cementerio madrileño de La Almudena, donde además de ser eliminados los nombres de los 3.000 republicanos fusilados -al paso alegre de la paz- por la dictadura entre 1939 y 1944, fueron también borrados los versos de Miguel Hernández, muy molesto al parecer para el alcalde Martínez Almeida.
En este país, se asesinó y encarceló hasta la muerte a grandes poetas como Federico García Lorca y Miguel Hernández. Otros murieron en el exilio como Antonio Machado, al poco de salir del país durante la guerra. Circunstancias tan deplorables como las comentadas puede que pretenda acabar con su memoria. Sus responsables deberían saber que ni la muerte ni la cárcel o el exilio lo pudieron antes, ni el odio a su recuerdo lo conseguirá ahora. Por encima del odio de quienes matan o silencian a los poetas, estará siempre la vida que estos dejaron escrita como siembra de trascendencia para sucesivas generaciones.