La gran coalición de Amancio Ortega
En la política gallega hay un marco transversal que aglutina a casi todas las fuerzas políticas, tanto a la derecha como a la izquierda del tablero, y es el del pacto de sumisión a Amancio Ortega y su imperio textil de Inditex.
Para el PP y Vox es algo inherente a su ideología, al servicio del capital y de los poderosos, mientras el PSOE ya nos tiene acostumbrados a que los hechos de su acción política contradigan su apariencia de socialdemocracia para desenmascarar unas políticas básicamente liberales en lo económico. Los socialistas siempre se han preocupado desde la transición en no incomodar a las empresas del IBEX-35, como peaje para que se le permita gobernar.
El BNG fue el siguiente en subirse al carro, en un ejercicio de pragmatismo y como peaje necesario para que se le permita llegar a la presidencia de la Xunta de Galicia. En 2022, ya con los nacionalistas liderando la oposición en el parlamento gallego, su líder Ana Pontón visitó las instalaciones de Inditex en Arteixo (A Coruña), y salió de allí alabando al grupo textil como “referente del tejido económico del país”.
Sumar ha sido el último en rendir pleitesía a Don Amancio, del que Yolanda Díaz ha destacado su carácter campechano y de persona humilde “que lleva una vida normal”, presumiendo también de lucir los trapitos de Zara como referente de la moda gallega. Como colofón, reconoció en la misma entrevista que “le pone la monarquía”; se ve que a fuerza de emular al PSOE lo van a acabar adelantando por la derecha.
Esa “moda gallega” de la que habla la vicepresidenta, o ese “referente” del que habla Pontón tiene algunas zonas oscuras de las que a casi nadie le interesa hablar. No se habla de que el imperio está construido sobre un modelo de explotación; primero de las mujeres gallegas en los años ochenta, que trabajaban desde su casa, a destajo, cobrando una miseria por pieza y en muchos casos sin contrato. Una de esas gallegas era la abuela de quien escribe estas líneas, aún recuerdo cuando de niño pasaba la noche allí, el sonido de la máquina de coser duraba hasta altas horas de la noche.
A finales de los noventa, cuando el grupo ya contaba con beneficios millonarios, se optó por deslocalizar la producción hacia países con mano de obra aún más barata. La “moda gallega” se empezó a fabricar en Bangladesh, Camboya, Marruecos, la India o Brasil.
El pacto de silencio mediático y político en torno a Amancio Ortega recuerda mucho al que se le dispensó a otro “campechano”, Juan Carlos I. Durante décadas hubo autocensura de los medios y voluntad del poder político de tapar a toda costa sus negocios, amoríos y conductas turbias. La omertá solo se rompió por voluntad del propio entorno monárquico, que al ver que Juan Carlos estaba ya totalmente descontrolado, decidieron que la mejor opción era ir sacando a la luz trapos sucios para forzar su abdicación en favor de su hijo, para garantizar así la continuidad de la monarquía. Los partidos políticos, desde el PP al PCE desde la época de Carrillo, participaron en esta espiral del silencio, con la única excepción de la izquierda abertzale.
Una clara muestra del pacto de pleitesía al Imperio Inditex fue el tratamiento informativo que se dio en 2017 a la multa impuesta al grupo textil en Brasil por trabajo esclavo. El titular de prensa inicial “Zara deberá pagar 1,5 millones de dólares en Brasil por un caso de trabajo esclavo" fue mutando a otro mucho más benevolente, "Zara renueva y amplía acuerdo responsabilidad con Fiscalía de Trabajo Brasil". La sanción administrativa permitió a los medios presentar un acuerdo entre el Estado brasileño e Inditex (acuerdo punitivo por parte del gobierno brasileño, por el incumplimiento de un acuerdo anterior en el que Inditex se comprometía a erradicar las condiciones laborales análogas al trabajo esclavo en sus cadenas de producción), como una suerte de inversión por parte de Zara en asuntos sociales. Los juegos de lenguaje dieron la vuelta al marco y presentaron al explotador como benefactor.
Hasta los jueces tienen sumo cuidado de no irritar a Don Amancio, ni siquiera en sus sentencias condenatorias. En 2013 el Tribunal Supremo obligó a Amancio Ortega a pagar 33 millones de euros a Hacienda, pero tuvieron sumo cuidado en su resolución, en la que los jueces se cuidaron de explicitar que se trataba de una cuestión de interpretación de la norma, sin que ello implicara fraude alguno, de modo que no hubo ocultamiento ni simulación, aún señalando que Ortega dejó sin tributar en el impuesto de patrimonio inversiones por las que debería haber pagado a Hacienda 33 millones más. Es decir, defraudó, pero sin querer, un error sin importancia de 33 millones de euros, algo que le pasa a cualquier “ciudadano normal” como lo define Yolanda Díaz.
Parece que todo el espectro mediático, judicial y político rinde pleitesía a Don Amancio y el Imperio Inditex. ¿Todo? No. Una pequeña aldea gala resiste ahora y siempre a arrodillarse ante el magnate y su imperio, es un partido político llamado Podemos.
En 2019 Podemos introdujo en el debate político su rechazo a la hipocresía de alabar las donaciones de Ortega a la sanidad pública, mientras cientos de millones de sus beneficios no tributan en España mediante técnicas de elusión fiscal. Todas las fuerzas políticas sin excepción se ensañaron con los morados. El fondo de la cuestión es que Podemos apuesta por los derechos sociales garantizados por ley, mientras el resto defiende un modelo de caridad y beneficencia, más propio de las “leyes de pobres” decimonónicas.
Entre finales de 2022 y los inicios de 2023, las trabajadoras gallegas de Inditex iniciaron una huelga que se fue extendiendo por contagio al resto de España, reclamaban una subida salarial acorde a los beneficios de su empresa y la paralización del cierre programado para dos tiendas de Bershka. Hubo bastante apagón informativo sobre el tema en los medios de comunicación, con honrosas excepciones. La movilización dio sus frutos y consiguieron la subida salarial reclamada, así como la recolocación de las trabajadoras afectadas por el cierre en otras tiendas.
¿Y quién estuvo al lado de esas trabajadoras? No estuvo ni Besteiro, ni Pontón, tampoco Marta Lois (por entonces portavoz de Compostela Aberta en la corporación municipal), sí que estuvo Isabel Faraldo, la candidata de Podemos a presidir la Xunta de Galicia en las elecciones del 18 de febrero.
¿Y quién estuvo al lado de esas trabajadoras? No estuvo ni Besteiro, ni Pontón, tampoco Marta Lois (por entonces portavoz de Compostela Aberta en la corporación municipal), sí que estuvo Isabel Faraldo, la candidata de Podemos a presidir la Xunta de Galicia en las elecciones del 18 de febrero.
En Galicia hay una gran coalición que rinde pleitesía a Amancio Ortega y su imperio, tal vez por eso los medios ignoran, maltratan y ningunean a la única fuerza política que no pasa por el aro, que es Podemos Galicia; porque como dijo Ione Belarra en su última intervención ante el Consejo Ciudadano Estatal “Galicia necesita partidos que no le laman las botas a Amancio Ortega”.