Del bipartidismo a la política de bloques: lo que no perdonan a Podemos
Alberto Núñez Feijóo tras el fracaso de su investidura
Alberto Ortega / Europa Press
177 votos en contra, 172 a favor y 1 voto nulo. Ese ha sido el resultado final de la investidura de Feijóo, que debía recibir más votos favorables que negativos para tener éxito. Debido al error del diputado de Junts, Eduard Pujol, el recuento por el corrillo de secretarios ha sido más largo y polémico de lo esperado, aunque cayera en el bando que cayera, no iba a alterar el resultado la derrota del candidato del PP.
Sin embargo, en los medios de comunicación, y especialmente en la radio, no puede haber minutos en silencio y ese largo rato de espera ha tenido que ser rellenado por comentarios de los tertulianos. Ha sido ahí cuando, sobre las dos del mediodía, a una tertuliana de la Cadena SER se le ha escapado una frase, un marco mental más bien, que me ha llamado la atención.
"Feijóo no va a poder gobernar si no es con VOX, y Pedro Sánchez no va a poder gobernar si no es con los independentistas. Este es el problema que tenemos como país”. Lo que esa tertuliana llama “problema” es un cambio profundo, aunque no sabemos si duradero: que hemos pasado del bipartidismo a la política de bloques. Ahora hay demasiados partidos y es difícil construir mayorías. Los partidos “de Estado” dependen de otros, en algunos casos de partidos que los tertulianos llaman “de extremos”. Por un lado, el bloque conservador en el que el PP debe aliarse con los ultras de VOX y, por otro, el bloque progresista con un PSOE aliado con las fuerzas a su izquierda (Sumar, Podemos, IU, Comunes y otros) y las fuerzas plurinacionales (principalmente, Bildu y ERC) a las que ahora se debe añadir Junts, por lo que ya no será exactamente un bloque progresista, pero ese es otro debate.
Vamos a desgranar el significado de este “problema”.
Para la progresía mediática hay algunos fetiches o mantras que invocan cada día, no vaya a ser que a alguien se le olvide lo importante que es el sosiego, la moderación, la unidad o la estabilidad. Esto último, o más bien su antítesis (la inestabilidad), es el que se esconde tras el “problema”. Y es igualmente importante que a nadie se le olvide que todos esos elementos cada vez son menos habituales en la política española. Son una rara avis, son desgraciadamente una excepción, no la norma. Más adelante veremos de quién es la culpa y seguro que no os sorprenderá.
De la Transición surgió una alternancia entre los dos grandes partidos, PP y PSOE, apoyados puntualmente por los dos grandes partidos (de derechas) catalán y vasco, CiU y PNV. Ese sistema se asentaba sobre una serie de pactos tácitos, y también explícitos, que permitía tener eso que ahora hemos perdido: estabilidad.
Si algo ha quedado claro durante estas últimas semanas es, precisamente, que sus esfuerzos están centrados en recuperar el bipartidismo
Quizás no resolvía los problemas de desigualdad entre ricos y pobres o entre hombres y mujeres. Tampoco daba respuesta a la crisis territorial, no aportaba transparencia en los poderes del Estado, no permitía ingresar más a las arcas públicas a través de un sistema fiscal justo para redistribuir la riqueza, no daba el más mínimo hueco a la libertad de expresión crítica con los límites del consenso de régimen… Y, por supuesto, esas costuras se rasgaron cuando llegó la crisis financiera. Pero daba igual, daba estabilidad, mantenía las cosas en su sitio y todo el mundo tranquilo.
¿Qué cosas mantenía en su sitio? Una monarquía elegida por un dictador pero que se había vuelto democrática de la noche a la mañana, grandes empresas de origen franquista que podían seguir haciendo negocio en el nuevo marco, el Poder Judicial y altos mandos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado ocupados por los mismos, la política exterior sumisa a EE.UU. y, sobre todo, un poder mediático que, al unísono, te vendía todo eso con otra careta.
Ese sistema bipartidista del Régimen del 78 podría ser imperfecto, pero daba la tan confortable estabilidad. ¿Quién acabó con eso y es el culpable de la inestabilidad actual? Efectivamente, Podemos.
En 2015, Podemos y las confluencias irrumpieron en el panorama político con un resultado espectacular que hizo temblar los pilares del régimen. La historia ya la conocéis: Podemos trabajó para que se rompiera la cláusula de exclusión histórica que impedía tener opciones de izquierdas transformadores dentro del Gobierno y construyó un nuevo bloque de dirección de Estado con izquierdas soberanistas, con catalanes y vascos de nuevo, pero progresistas.
¿Le importa a esos grandes poderes tan patriotas que España ahora tenga menos paro, más empleo estable, mejores salarios o más derechos sociales y feministas? ¿Le importa que a la ciudadanía española le vaya mejor con las políticas surgidas de los pactos, contrapesos y fiscalizaciones que aporta el sistema de política de bloques?
No, porque a la mayoría de “patriotas” del Régimen del 78 nunca les ha importado España, sino sus privilegios. Y esos estaban más a salvo con el bipartidismo. No se pueden permitir experimentos, pluralidad política, opciones electorales variadas que resulten más representativas de la sociedad española, no se puede permitir partidos que no tengan deudas con los representantes de la Transición. Intentaron construir partidos que pudieran controlar porque le debían el favor de su existencia, como fue el caso de Ciudadanos (el Podemos de derechas) o VOX, pero esa vía no da los frutos esperados. Veremos ahora con “La Tercera España”, el nuevo partido “ni de izquierdas ni de derechas” con viejas glorias como Savater y Francisco Igea, pero tampoco parece muy prometedor.
Si algo ha quedado claro durante estas últimas semanas es, precisamente, que sus esfuerzos están centrados en recuperar el bipartidismo. Y como persona de izquierdas hija del 15M que rompió con aquello, aprovecho para lanzarle una constructiva advertencia a los compañeros de Sumar, porque pareciera que el único proyecto político de este nuevo partido que lidera ahora la coalición a la izquierda del PSOE es que le diera la suma a Pedro Sánchez para gobernar. Me atrevo a hacer una predicción: ser pagafantas, subalternos y hacer el trabajo sucio al PSOE solo va a servir para fortalecer al PSOE. Y nacimos para lo contrario, ¿no?