Alien y la república plurinacional
La monarquía es el Alien de la democracia española. El octavo pasajero viaja en la nave cobrando diversas formas, haciéndose visible y reproduciéndose según los momentos de oportunidad. Un Alien metamórfico que un día se muestra como la princesa de un cuento y otro como el ángel exterminador del “a por ellos”.
Desde que el dictador, Francisco Franco lo revitalizó para incrustarlo en el futuro de España con “lo dejo todo atado y bien atado”, Alien tuvo forma real campechana, fue presidente socialista con “OTAN de entrada no”, habló Catalán en la intimidad, frecuentó amoríos diversos, cazó elefantes sin remordimiento, ganó amistad y dinero con monarquías petroleras, mantuvo cuentas en el extranjero igual que alienígenas territoriales que amenazaron con quebrar las ramas del árbol suizo que compartían.
Alien tiene una capacidad inmensa de apoderarse de otros cuerpos para sus deseos de abundancia, reproducción y permanencia. Unas veces luce toga y otras traje de ministro, lo mismo tiene apariencia de periodista que urde como alto mando policial residente en las cloacas tramas antidemocráticas. Alien siempre coopera con Alien.
Alien viaja en la nave democrática para mantenerla a raya. Se trata de que la banca siempre gane y el pueblo siempre pierda. De que los derechos que la Constitución Española define sean productos de mercado para quien pueda costearlos. Alien se apellida Abascal o Ayuso, Bonilla o Feijóo, incluso Sánchez o Díaz. Las burguesías sin raíz madrileña, la catalana y la vasca, necesitan que PNV y Junts, sus referentes, les permitan convivir con Alien. Necesitan volver a llevarse bien con Alien.
El PSOE ya no puede gobernar imponiendo su visión alienígena monárquica, ni la derecha recuperar el poder mientras Vox le marque los pasos. A lo que contribuye el movimiento más activamente republicano de la época, el feminismo
Hay que leer a los mejores visionarios de la derecha patria, José Antonio Zarzalejos es uno de ellos, para comprobar que Alien no las tiene todas consigo. En su artículo Las 1.428 palabras de Armengol que no pasarán (o sí) a la historia, rezuma melancolía. Los discursos de las autoridades no son como los de antes, el PSOE no es lo que era, no cree de verdad en la corona, dice él. Pero no es eso. El PSOE ya no puede gobernar imponiendo su visión alienígena monárquica, ni la derecha recuperar el poder mientras Vox le marque los pasos. A lo que contribuye el movimiento más activamente republicano de la época, el feminismo.
En 1986 en la jura de la CE del actual rey, entonces príncipe Felipe, con motivo de su dieciocho cumpleaños, cuenta Josep M. Calvet en La Vanguardia, faltaron Nicolas Redondo, dos diputados de HB que habían renunciado a jurar la CE y uno de ERC, estuvieron todos los demás. Hasta los presidentes de Euskadi, José Antonio Ardanza, y Cataluña, Jordi Pujol, cual alienes rindieron pleitesía a Alien.
En esta jura de la princesa Leonor han faltado la mayoría de los diputados de la coalición Sumar, con la excepción de Yolanda Díaz y Marta Lois, forzados por el tirón de vanguardia de Podemos y sus ministras, Ione Belarra e Irene Montero, los de todas las izquierdas soberanistas, BNG, EH Bildu y ERC, y los de Junts y PNV, total cincuenta y cuatro ausencias. Sin esos cincuenta y cuatro no puede ser investido Pedro Sánchez, aún siendo el PSOE el que mantiene esta farsa antidemocrática.
Lo que a Zarzalejos preocupa, y conduce a la añoranza, es lo que debería impulsar a las izquierdas federales y las izquierdas soberanistas a construir un ecosistema de relaciones propio, para avanzar con el horizonte de una república plurinacional que sostenga un pacto entre pueblos y no un pacto entre elites.