Aquí no hemos venido a rogar
Ayer de los tres reales decreto ley que el gobierno estaba obligado a llevar a la cámara baja para su aprobación o devolución, se aprobaron dos de ellos, el ómnibus de funcionamiento de la justicia, al que Junts se oponía duramente pero que in extremis, fruto de un acuerdo relevante, dejó pasar retirándose de la votación, y el decreto ley de medidas anticrisis, negociado sobre la bocina al alza con Podemos, al ceder el PSOE prohibir los desahucios hipotecarios hasta 2028 y convertirlo en proyecto de ley enmendable en el plazo de seis meses para intentar introducir mejoras como la limitación de la subida de los alquileres.
Por contra, el real decreto ley sobre los subsidios que abanderaba la vicepresidenta segunda del gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, salió derrotado con el voto en contra de Podemos, ante la incapacidad de la titular del ministerio de reconocer que contenía el recorte de las cotizaciones a la seguridad social de los parados de larga duración mayores de 52 años.
Para alguna izquierda es más importante la sacrosanta unidad que la consecución efectiva de derechos para las mayorías. El paño de la mesa camilla de la unidad se teje con el candor de la ingenuidad de muchos y el interés del braserito de pocos. Ni ingenuidad ni intereses personales sirven para defender la democracia. La sacrosanta unidad de la izquierda opera en sinergia con las posiciones reaccionarias de quienes rezan a la sacrosanta unidad de España, y se alía con el freno del motor del progreso para desgastar las zapatas y que del metal de los discos salten chispas de rabia.
La izquierda que irrumpió como partido en las europeas de 2014 no vino a rogar. Contra la tempestad de las togas y las tertulias bien pagadas, Podemos dejó cultivado un territorio fértil para seguir avanzando. Con generosidad, en la primavera de 2021, entregó los aperos, la cosecha y el predio a la voz gubernamental que creía que más podía hacer para dar continuidad y éxito a la empresa. Ese era el cometido de Yolanda Díaz. Lo incumplió. La generosidad se achicharró bajo una mesa camilla de partidos.
El gobierno aprobó en noviembre tres reales decreto ley con una baraja de medidas de afección social, económica y jurídica. Una técnica legislativa de urgencia que ha de ser ratificada en el pleno del Congreso. Lo hizo sin conversaciones previas con las fuerzas políticas que lo sustentan. Como si los últimos resultados electorales no existiesen. Como si el gobierno no necesitase energía democrática para moverse.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, se equivoca, como le demostraron ayer Junts y Podemos, si cree que tras su investidura no va a precisar apoyos parlamentarios del conjunto del bloque democrático. El presidente del gobierno se equivoca si cree que la geometría variable va a ser útil con un PP trumpificado a la espera de elecciones en Galicia, Euskadi, Europa y, quién sabe, Cataluña. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se han equivocado a lo grande al llamar a las puertas del Partido Popular para suplir la necesidad de los apoyos de Junts y Podemos, no solo entregando a Feijóo y Ayuso armas para atizar al gobierno, también poniendo en riesgo los apoyos de ERC y EH Bildu que hubiesen visto sus votos alineados con la mayor porción alícuota del bloque reaccionario españolista.
Por otro lado, la beligerancia de Sumar contra las posiciones negociadoras de Podemos, ha demostrado que el PSOE usa la coalición de la vicepresidenta Díaz como avanzadilla mercenaria de las intenciones de Pedro Sánchez. Los liderazgos de Sumar, apoyados por cohortes tertulianas, han protagonizado los mayores ataques a Podemos por querer negociar su sí a los reales decretos ley, denunciando la existencia en los mismos de recortes, retrocesos y riesgos. Las tres erres que alimentan la política del desencanto
Lo que se ha demostrado en las votaciones de los reales decreto ley es que hay una izquierda que no ha venido a rogar, que Pedro Sánchez ha de tejer los pactos con sus apoyos de investidura sin soberbia y que Sumar, la gran derrotada de ayer, ha venido para acoplarse, si es preciso, al lado derecho del PSOE, queriendo o sin querer.