Lo quieren todo todo el tiempo – 2 de 3
El régimen de guerra, apropiándome de la descriptiva expresión de Raúl Sánchez Cedillo, supone la tercera fase del neoliberalismo, una fase en la que el capitalismo occidental busca el control total del planeta y sus recursos. Por eso la OTAN declaró a China desafío sistémico. Por eso el pressing sobre Rusia para que Ucrania formase parte de la OTAN tuvo como consecuencia la guerra en Ucrania. Por eso la ayuda directa a Israel para sostener su posición de gendarme nuclear en oriente medio. Por eso Ursula von der Leyen mira a la ultraderecha para conformar el próximo Consejo Europeo tras las elecciones de junio.
El PSOE es en España el baluarte del régimen de guerra, como se encarga de hacernos ver la ministra de Defensa, Margarita Robles. Al tiempo que está atado al régimen de guerra pretende, de un lado, seguir negociando con el bloque de poder heredero del franquismo incrustado en la CE del 78 y, de otro, como descubre el ministro Óscar Puente en su tuit de apoyo al fondo buitre Blackrock, ser dócil con los representantes del capitalismo occidental que se están quedando con todo.
En la primera fase del neoliberalismo, con la llegada al poder en el mundo anglosajón de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, éste resuelve su crisis ecosistémica, encarecimiento de materias primas y petróleo, con una huida hacia la especulación financiera, desplazando la fábrica a países asiáticos e instalando la guerra Irán-Irak en Oriente Medio. Comienza en Europa la precarización intensiva del trabajo. El PCE y el PSOE firman en 1977 los pactos de la Moncloa con el bloque procedente del franquismo. Pocos años después Felipe González nos mete en la OTAN, comienza la liquidación de la industria, la especialización de la economía en la construcción y el turismo, y los procesos de liberalización de banca y empresas públicas.
Consecuencia de ese primer neoliberalismo es la crisis económica global de 2008. El valor acumulado en las bolsas se quedó con los pies colgando ante el valor real de los productos sobre los que se soportaba la ficción especulativa. El capital occidental jugó en el casino de las bolsas mientras la fábrica se desplazó a China. Los estados delegaron la innovación al emprendimiento, incapaz de competir con la primera división asiática. Se sientan las bases socioeconómicas para la aparición del trumpismo global del que Ayuso y Feijóo son sus representantes en España.
La crisis de 2008 se afronta en España con la reforma bipartidista del artículo 135 de la CE que garantiza el rescate a la banca. José Luís Rodríguez Zapatero, PSOE, era presidente del gobierno. Llegó una crisis social brutal. Triunfó la derecha comandada por Mariano Rajoy, se rescató la banca sin contrapartidas. Se instaló la ley mordaza para criminalizar la protesta. El nacionalismo catalán de CiU intentó escapar, acosado por su propia corrupción, por la vía del independentismo. Irrumpió con fuerza Podemos, abdicó Juan Carlos I, la banca montó Ciudadanos, el Podemos de derechas.
Llegó VOX como fragmento neofascista del Partido Popular impulsado por el a por ellos de Felipe VI. Se aplicó el 155 a Cataluña con el apoyo de Pedro Sánchez. La “justicia” imputó por rebelión a los líderes del procés. Huyeron o fueron encarcelados. Comienza a lo bestia la violencia judicial, mediática y política contra los liderazgos de Podemos. El PSOE se mantiene como el actor fundamental del régimen para sostener la ficción de una democracia plena, y colabora de manera directa con el lawfare haciendo uso político y electoral contra Podemos y el independentismo.
El bloque reaccionario lo quiere todo todo el tiempo. Las consecuencias de lo narrado no han sido analizadas por quienes han formado o forman parte del conglomerado Sumar, elemento central construido desde Moncloa con la batuta de Yolanda Díaz para reducir a cenizas a Podemos. Al igual que Pedro Sánchez y Sumar ruegan al bloque reaccionario que los acepte democráticamente, CC.OO, UGT y el mundo de la cultura, rogaban el domingo 28 de abril a Pedro Sánchez que siguiese, sin exigirle contrapartida de acción alguna. Caben dos opciones, o no son conscientes que el neoliberalismo occidental ha iniciado la fase de destrucción de la democracia, lo quieren todo todo el tiempo, despreciando lo que queda de socialdemocracia liberal, o les puede el corto plazo viviendo en la ilusión óptica de que todo volverá a ser como antes.