Palabra de urbanita
Alberto Núñez Feijóo ha llamado en tono despectivo urbanitas a toda persona que, residiendo en ciudades, considere que los agricultores se equivocan de enemigo cuando señalan a la ecología y la agenda 2030 de Naciones Unidas para la sostenibilidad del planeta. Con esa calificación tosca el líder del PP acusa al gobierno de Pedro Sánchez de pensar solo en las ciudades y no en el mundo agrario. La RAE define urbanita, despectivamente, como “persona que vive acomodada a los usos y costumbres de la ciudad”. La RAE no alertar del sentido acusador de urbanita, ignora así que tanto en el campo como en las ciudades los ricos viven de lujo y la gente trabajadora vive como puede.
Por poner el ejemplo de Andalucía. Feijóo ha despreciado a más de cinco millones ochocientos mil andaluces que viven en núcleos urbanos que son ciudades. Casi el 69% de la población andaluza vive, según datos del INE de 2021, en municipios de más de 20.000 habitantes. Si consideramos la que vive en municipios de más de 10.000 habitantes, son seis millones ochocientas mil personas, el porcentaje de población diana del calificativo de Feijóo es del 80,7%. Feijóo desconoce la distribución geográfica de los urbanitas de España.
El discurso de Núñez Feijóo es ignorante y dañino. El jefe de la oposición trumpista se alinea con el intento de Vox de capitalizar las movilizaciones agrarias, con el fin exclusivo de debilitar al gobierno. Las y los agricultores le importan un pito. Las veces que se han llevado al congreso, o a los parlamentos de las comunidades autónomas, propuestas legislativas para mejorar la vida agraria, como el caso de la ley de la cadena alimentaria para evitar la venta a pérdidas, han votado en contra. PP y Vox siempre votan en contra de los de abajo y a favor de los de arriba. El mundo agrario debe saberlo. Los y las urbanitas del mundo tenemos que contarlo.
La estrategia del PP y Vox pasa por utilizar el malestar en el campo para hacer oposición partidista al gobierno. La estrategia del bloque democrático, incluido el gobierno, no puede ser solo la comprensión de las movilizaciones agrarias. Hay que contar las causas del malestar y defender las recetas ecológicas, económicas, fiscales y sociales para curar la enfermedad, no las recetas capitalistas para intentar cronificarla y que fracasan una vez tras otra.
El cambio climático es un hecho indiscutible. No llueve, no nieva, no hay invierno, los veranos son tórridos, contaminados y largos. Las aguas son escasas y condenadas a agrotóxicos y carcinógenos. Curar la enfermedad económica agraria tiene que hacerse al tiempo de curar la enfermedad planetaria y la enfermedad de la contaminación urbana. La culpa no es de la ecología, la solución es la agroecologia. La culpa es de los capitalistas, esos que ganan año tras año miles de millones con los préstamos de cosecha y para inversiones, esa banca que acaba de imputarse más de veintiseis mil millones de beneficios en el año 2023. La culpa es de una economía que engulle combustibles fósiles aumentando la crisis climática. La culpa es del encarecimiento de los fitosanitarios, escasos y fabricados con energía de los combustibles fósiles. La culpa es de la guerra y el alineamiento de la UE con el imperio de los EE.UU.
La culpa es de la acumulación de la producción en grandes explotaciones intensivas y macrogranjas, que contaminan aire, agua y destruyen otras potencialidades económicas, con las que las explotaciones familiares no pueden competir. La culpa es del funcionamiento en régimen de oligopolio del sector de la distribución alimentaria que impone precio de compra al agricultor y precio de venta al consumidor. La culpa es del dumping ambiental de importaciones de terceros países cuya legislación ambiental es laxa o inexistente. La culpa es de inversores patriotas que ponen en países extracomunitarios grandes explotaciones para producir a bajo precio por la inexistencia de derechos laborales. La culpa es de las políticas de la UE respecto de África que obligan a su población a huir para que saquen adelante sin derechos nuestra producción local.
Ese es el diagnóstico de las causas de la enfermedad socioeconómica en el campo. Sin un correcto diagnóstico no habrá curación. Las y los agricultores y ganaderos gallegos, castellanos, vascos, catalanes, extremeños o andaluces conocen las causas. No son tontos, muchos viven en municipios que son ciudades, como en Andalucía. El gobierno y el bloque de investidura debe señalar las causas y difundirlas con claridad y nitidez. Esto no es una guerra de urbanitas contra catetos, esto es una confrontación entre capital y vida, entre fascismo y democracia. Palabra de urbanita que quiere un campo limpio, productivo y feliz. Palabra de ecologista.