El ciudadano Murdoch y los periodistas españoles
Murdoch en el Foro Económico Mundial de 2009
Monika Flueckiger / Wikipedia
En un artículo con un título no demasiado original, Ciudadano Murdoch, que vendría a homenajear el clásico filme de Orson Welles, un columnista de El faro de Vigo, Xabier Fole, nos dice lo siguiente:
“Rupert Murdoch se retira a los 92 años. Pero lo deja todo atado y bien atado. Ahora se echa a un lado, ocupando un cargo honorario, de presidente emérito, para supervisar su obra desde un despacho lejano. Los efectos de sus inventos, sin embargo, son irreversibles. Primero en la prensa escrita: el tabloide moderno. Descubrió lo que el público buscaba: las miserias de los otros, el sexo, la violencia, la corrupción, el espectáculo, el odio. Y la política, sí, pero con otro estilo, mezclada entre las páginas de sucesos y las crónicas de famoseo, las escuchas ilegales y los paparazis. Ese mundo contado con mayúsculas y plagado de negocios turbios, reporteros atormentados y mujeres desnudas. Luego llegó la televisión con esas imágenes que valen por millones de palabras. Y millones (de dólares) se hicieron con ella. Con el escándalo, el miedo y las mentiras, cuyo precio, el pagado por estas últimas, siempre fue mucho menor que la suma recaudada”.
De acuerdo con todo, Xabier, menos en eso de que Murdoch “descubrió lo que el público buscaba”. Suena un poco a argumento de traficante de drogas: Vendo fentanilo que es lo que la gente quiere. No es verdad, los que venden mierda para enriquecerse no son repartidores de sueños, son gentuza por mucho mercado que encuentren.
El artículo de Fole sigue: “Murdoch, en cierta medida, es uno de los creadores de nuestro mundo. La sociedad de la desinformación. La telecracia no representativa. Su proyecto nunca se basó en la ideología sino en el negocio de la ideología. El amarillismo de Hearst y de Pulitzer sirve como precedente histórico. Pero no se puede comparar con la dimensión transnacional de News Corporation. El grupo de Murdoch vende un producto que se localiza dentro de otro producto: se presenta como información y se consume como entretenimiento.”
Yo no podría decirlo mejor: vivimos en telecracias no representativas hechas a la medida de los negocios de tipos sin escrúpulos.
De acuerdo con todo, Xabier, menos en eso de que Murdoch “descubrió lo que el público buscaba”. Suena un poco a argumento de traficante de drogas: Vendo fentanilo que es lo que la gente quiere
Continúa el columnista de El Faro de Vigo: “Murdoch es un proveedor de material sensacionalista. El mejor en lo suyo. Pero un imperio mediático ha de tener presencia (y autoridad) en diversos ámbitos. No se puede traficar sólo con la inmundicia. De ahí su otro gran descubrimiento: combinar el prestigio con la morralla; la sofisticación con el fango. Asegurarse, así, una silla en cada casa. En cada barrio. En cada oficina. En cada parlamento. Con “The Sun”, sí, pero también con “The Times”; con el “New York Post”, sí, pero también con “The Wall Street Journal.” Murdoch conoce muy bien lo irresistible que resulta, todavía hoy, la falacia de autoridad. Aunque desprecies al “Post”, por grotesco, prestarás atención a lo que dice su “Journal”, el reputado diario económico.”
Efectivamente hay que ofrecer diferentes tipos de mierda para diferentes tipos de público; en España, La Razón de Marhuenda y La Sexta de Ferreras tienen el mismo dueño y sus periodistas progresistas que reivindican el honor proletario de vivir de su salario no tienen mejores argumentos que los de un sindicato de gangsters.
Sigamos: “Rupert Murdoch es un objeto de estudio para los historiadores del poder y sus resortes... Su hijo Lachlan, ahora jefe del conglomerado, envió un comunicado elogiando el legado de su padre, pero en él no menciona la mayor de sus contribuciones: hacer que la política se pusiera al servicio de los medios de comunicación, introduciendo un caballo de Troya en eso que llamamos, ya con cierta melancolía, periodismo...”
Los partidos como brazos políticos de los medios; el párrafo es brillante. Y yo me pregunto ¿Por qué es tan fácil decir esto de Murdoch y tan difícil decirlo de sus aprendices propietarios de medios en España? La respuesta es obvia, el que paga manda.
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