Los pactos PPSOE son para el verano
En estos días hemos podido asistir al anuncio del pacto entre PSOE y PP para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. El bipartidismo siempre fue la cara vergonzante de dos partidos que compartieron el corazón del Estado y donde resulta cada vez más evidente que el PSOE ha ido perdiendo pie con el paso del tiempo. Lo perdió cuando PRISA quedó fuera de la televisión y le ocurrió lo mismo en el poder judicial.
El PP, por su parte, nunca ha perdido de vista el carácter estratégico del poder de los jueces y su voluntad de no aceptar los resultados electorales se ha concretado en algo que podría resumirse en: “gana cuando gana y cuando pierde empata”. Y así los números son tozudos. La derecha en España, cuando gana, gana e impone mayorías que se despliegan en cascada copando la cúpula judicial. Sin embargo, cuando el PSOE dicen que gana apenas le dejan empatar. Le pasó a Zapatero y le acaba de volver a pasar a Pedro Sánchez con su acuerdo de empate catastrófico en el poder judicial.
El PSOE quiere volver a ser grande de nuevo y lo hace de la mano de una derecha que ha carcomido la cúpula del Estado y que ha sacado de la caverna a los gorilas de Vox para colocarlos a gestionar todas las comunidades autónomas en las que les ha sido posible.
El PSOE añora ser el mejor amigo del Rey y del Ibex35, un partido en el que Elon Musk y BlackRock también puedan confiar.
“Cuando veas al PSOE y al PP pactar pon tus barbas a remojar” podría ser un lema para defender los intereses de las clases populares frente a militarismo y los recortes de derechos y libertades que se avecinan.
Lo suelen hacer en verano para que duela menos, porque les da vergüenza. El PP porque se sale con la suya: la mayoría democrática de las urnas no se corresponderá con la mayoría del Poder Judicial, donde la magistratura ultramontana conservará un poder de veto sobre cualquier decisión.
Lo hacen en verano como la sentencia de los 6 sindicalistas de la Suiza de Xixón, una condena al ejercicio de la libertad sindical promovida por un juez metido a abogado justiciero de la patronal. Una sentencia del Tribunal Supremo que embiste el derecho a libertad sindical y amenaza a los militantes del movimiento obrero en su conjunto, como embiste la sentencia de los 6 de Zaragoza contra los derechos de reunión, manifestación y libertad de expresión. Estos dos ejemplos sangrantes ilustran una orientación autoritaria y liberticida del más alto tribunal del Estado.
Lo hacen en verano como lo hicieron Zapatero y Rajoy cuando reformaron la Constitución bajo los dictados de la Troika y de espaldas al pueblo, para garantizar a los fondos internacionales el pago de una crisis de deuda pública provocada por la especulación financiera-inmobiliaria.
Pactos para mantener a las élites
El juancarlismo, esa concepción extractiva, vive en las entrañas del Estado, los medios y las grandes empresas y busca vestirse con nuevos ropajes aunque sigue representando una concepción patrimonial del Estado en manos de representantes que no se encuentran sometidos a la soberanía popular, y muchas veces parece que al principio de legalidad tampoco.
Una concepción monárquica del Estado que se mantiene con el reinado de Felipe VI. El campechano ha sido sustituido por el antipático, obsesionado con no pasar a la historia como “el último”. Obsesionado con romper amarras con el pasado a través de un comunicado tan vergonzoso que no fue capaz de leer él mismo, a pesar de ser su nombre el que consta como beneficiario de Lucum y Zagatka. Pero el pasado vuelve en jet privado desde Abu Dabi para recordar la profunda crisis de una institución que es la crisis también de la cúpula del Estado, de los grandes medios, del Ibex35 y del bipartidismo.
El bipartidismo desde Aznar es un sistema político donde, digan lo que digan las urnas, en el Estado nunca pierde el PP, como mucho empata. Por eso Francisco Correa en el juicio de la Gürtel estaba tan enfadado, porque él guardó el dinero con Arturo Fasana igual que el Rey y se creyó protegido por el manto real, olvidando que en la monarquía, como en el ajedrez, se sacrifican peones y alfiles para proteger al rey.
Hablar de democratizar el Estado sólo puede hacerse desde el objetivo de superación del principio monárquico del Estado. Si algo representan los acuerdos PPSOE son las entrañas de un régimen, el del 78, que hace de contrapeso histórico frente a las conquistas y aspiraciones democráticas de las clases populares.
La crisis de 2008 supuso la emergencia de un acuerdo PPSOE con la troika para el austericidio, para quebrar la Constitución con la reforma del artículo 135, y que fue acompañada de la mayor ofensiva oligárquica de recorte de derechos y libertades desde 1978.
En medio de la guerra
Para entender el reciente acuerdo PPSOE es importante enmarcarlo en su contexto. No es casual que el pacto se haya hecho en Bruselas con la participación de responsables de las instituciones de la Unión Europea (UE). El acuerdo vio la luz en los días en los que los grupos europeos de ambos partidos sellaban un acuerdo para la conformación de los órganos comunitarios con una apuesta decidida por el militarismo y el rearme de la UE.
La guerra y el militarismo han abierto un parteaguas que está reconfigurando los mapas políticos e institucionales. Existe hoy la tentación de pensar que la mejor manera de parar a la extrema derecha es abrazar a la derecha y asumir los postulados belicistas de la UE. Un fraude como una catedral, porque la guerra y el militarismo alimentan y engordan a la extrema derecha y les incorporan a las labores de dirección de Estado, como viene ocurriendo en toda Europa.
Este pacto PPSOE tiene que entenderse en ese contexto de guerra, donde los belicistas abarcan un espacio “transversal” que va de Vox a Junts pasando por los portavoces de Sumar que defienden el envío de armas a Ucrania.
La guerra lo cambia todo, todos quieren a Von der Leyen: Sanchez, Feijoo, Urtasun y Meloni. La guerra es el nuevo parteaguas y la paz no va a venir sola, hay que reunir fuerzas para ir a buscarla porque solo la paz permite el ejercicio de derechos a los pueblos.