Roro, mensaje patriarcal y objetivo del capital

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@roro.bueno — TikTok

La cuestión no solo debe de girar en cómo la influencer del momento utiliza la imagen de las ‘tradwifes’ para hacer caja, sino que grandes empresas como Iberdrola se rifan este perfil ignorando el contenido político que lleva detrás

“Hoy a Pablo le apetecía...”, “Hoy Pablo quería que le hiciera…” ¿Quién no ha escuchado a estas alturas las muletillas de Roro, la influencer del momento, en redes sociales? Rocío Bueno, que es su verdadero nombre, se ha hecho viral estas últimas semanas en TikTok por sus recetas ultraelaboradas desde cero que cocina para Pablo, su pareja. Incluso ha llegado a maquetarle un libro, “El príncipe de Maquiavelo”. Vídeos que pueden resultar inocentes y de los que han hecho multitud de memes, pero sobre los que se le ha acusado a la joven de 22 años de ser una ‘tradwife’.

Pues bien, Roro no es una ‘tradwife’ ¡Qué va! Pero lo que hace Roro es utilizar la imagen de las ‘tradwifes’ para conseguir visitas —ha llegado a los 4.7 millones de seguidores en esta red social y más de 800 mil en Instagram— y grandes empresas la quieren para hacer colaboraciones.

Aterrizando un poco el tema en cuestión, lo primero que hay que saber es qué es una ‘tradwife’. El término que junta las palabras en inglés ‘traditional’ y ‘wife’ — tradicional y mujer— se refiere al movimiento antifeminista el cual reivindica el rol de la mujer tradicional de los años 50: ama de casa, sirviente del hombre y cuidadora de sus hijos a la vez que mantiene una apariencia pulcra y muestra su vida de sumisa como meta que le hace feliz. A su vez este movimiento está relacionado con la ‘manosfera’, grupos de hombres antifeministas que denuncian la opresión femenina mientras que afirman que la mujer debe de complacer al hombre y demás ideas misóginas.

El movimiento ‘tradwife’ se ha popularizado en EEUU en los últimos años a través de las redes con mujeres como Nara Smith o Hannah Neeleman conocida como Ballerina Farm, quienes muestran su idílica vida romantizando servir a sus maridos y cuidando a sus hijos —aunque Ballerina Farm ha reconocido en una entrevista en The Times que la vida en la granja con 8 hijos a la que su millonario marido la ha llevado no era su sueño, sino ser bailarina profesional en Nueva York, de ahí su nombre—.

Unos casos muy extremos en los que las mujeres viven por y para el hogar y que, si bien Roro no es una ‘tradwife’ porque no se dedica completamente a la vida en el hogar y a criar hijos, su contenido no es tan simple mostrar su “pasión, la cocina”, sino que al imitar la imagen de estas ‘tradwifes’ hace que tenga un trasfondo político.

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Es decir, Roro está haciendo negocio con el rol de la mujer cuidadora que presenta el movimiento ‘tradwife’: la forma en que presenta las recetas como una forma de satisfacer a Pablo y sus antojos; con una estética cuidada, maquillada, amasando pan pero con anillos; y con una voz aniñada forzada, lo denominado como ‘fundie baby voice’, emplear una voz más dulce e infantil con el objetivo de transmitir una imagen de sumisión e inocencia y menos confrontativa hacia los hombres.

Y pese a que ella se defienda asegurando que es feminista, que su voz no es forzada —se ha demostrado con videos anteriores subidos por ella misma que sí es fingida— y que no sirve a su pareja, está claro que sí utiliza una imagen de mujer servicial cuando muchos hombres comentan en los vídeos “una verdadera mujer alto valor”, “hay hombres que simplemente tienen suerte”, “Pablo no la cagues”. Y con esto también se responde al mantra de “no politicemos a una chica que cocina”. No es que se politice el tema, es que estos comentarios son la muestra más clara de las implicaciones políticas que tiene.

Como se apunta en otros medios como El Periódico de España, el contenido de Roro funciona a base de ‘rage baiting’, que es una estrategia para crear contenido que genere críticas en vídeos para que tengan más visitas. Así, en este caso el debate que se ha abierto es si es una mujer libre que hace recetas a su pareja o una mujer sumisa que sirve a su novio, generándole muchísimas visitas. Un debate en el que el feminismo ha vuelto a ser señalado como algo horrible que impone a la mujer qué ser, cuando no es así. El feminismo no impone a que una persona no le haga un pastel a su novio, eso es más que obvio. Pero lo que no se debe de tolerar es que una persona esté facturando por un contenido inspirándose en un movimiento en el que se potencia que la mujer vuelva al espacio privado. Un movimiento en el que las mujeres que participan en él defienden volver a los valores tradicionales de nuestras abuelas porque el trabajo y las labores de casa son incompatibles. Algo que es real y precisamente una mejor redistribución de las tareas del hogar es una de las múltiples reivindicaciones del feminismo, pero no ir un paso atrás y relegarnos a un segundo plano para satisfacción de la ‘manosfera’.

Y proyectar esa imagen de mujer perfecta al servicio de su pareja es peligrosísimo en un momento en el que el auge de la extrema derecha es cada vez más preocupante y los datos avalan cómo cada vez gente más joven es menos feminista. Una encuesta del CIS del pasado mes de noviembre revela cómo hasta casi el 28% de los hombres de entre 16 y 24 años creen que las desigualdades entre hombres y mujeres son casi inexistentes —siendo la franja de edad con mayor porcentaje sobre esta opción— y hasta el 27,5%y el 24,3% están muy de acuerdo o bastante de acuerdo con la idea de que la promoción de la igualdad de las mujeres ha llegado tan lejos que ahora se está discriminando a los hombres.

Pero no solo tiene implicaciones políticas, sino también económicas. Que se lo digan a las empresas la quieren para hacer publicidad de sus productos y a su agencia de representación. Es más, la cuestión no solo debe de girar en cómo Roro utiliza la imagen de las ‘tradwifes’ para hacer caja, sino que grandes empresas como Iberdrola se rifan a este perfil simplemente por sus números, ignorando el contenido político que lleva detrás y el mensaje que lanza.

Si antes el capitalismo se lucraba con la mujer relegada a las tareas del hogar, y más tarde con su incorporación al mercado laboral pero sin dejar atrás los cuidados y la atención doméstica, ahora encima saca partido con creadoras de contenido en redes sociales como Roro que recrean ese rol de la mujer tradicional. Un mensaje patriarcal con objetivos capitalistas. En definitiva, el capitalismo y el heteropatriarcado ganan. Otra vez.