Que nadie se olvide de Andalucía
Déjenme que empiece contando lo que pasó en Andalucía el 4 de diciembre de 1977, tal día como hoy de hace 46 años. Casi dos millones de andaluces, en las ocho capitales de provincia, pero también en Barcelona con la emigración, salieron a la calle a pedir que, en el proceso autonómico que la Transición estaba diseñando para federar el norte y regionalizar el sur, Andalucía tenía que ser como la que más. Ahora, que volvemos al debate territorial, que en realidad quiere decir que estamos ante un nuevo proceso constituyente, que nadie se olvide de Andalucía.
Los andaluces y las andaluzas no queremos ser los que más. Nuestra identidad como pueblo es la igualdad. Por eso decíamos y decimos que queremos ser como los que más. Uno de los lemas de aquel histórico 4 de diciembre fue “libertad, amnistía y estatuto de autonomía”. Esos tres deseos siguen teniendo vigencia porque 46 años después no se han satisfecho en su totalidad. Andalucía no vive en el subdesarrollo como entonces, pero sigue acumulando los barrios más pobres de España, los sueldos más bajos, los trabajos más precarios y hasta la menor esperanza de vida del Estado.
Libertad para que los pueblos y los ciudadanos se puedan expresar en las urnas. Andalucía defendió su derecho a decidir el 4 de diciembre de 1977 y lo ejerció el 28 de febrero de 1980 en contra de una derecha que usó todos los resortes del Estado para convencer al pueblo andaluz de que aquel no era su referéndum y, como no lo consiguieron, lo boicotearon por todos los medios posibles. Legales y no legales.
Defender el derecho a decidir es defender la democracia misma. El derecho a decidir, como la libertad, no es indivisible. Si se defiende para Cataluña, hay que defenderlo también para Andalucía. Cuando da votos y cuando no los da. Cuando se está en el Gobierno y cuando se está en la oposición. En las instituciones y en las calles. En la asociación de vecinos y en la hermandad. En el sindicato y en el supermercado. En 2017 y en 2023. Siempre.
Plurinacionalidad es que un hombre o una mujer de un pueblo de Sevilla, Córdoba o Almería diga con todo el sentido común que la mejor forma de resolver el encaje territorial es en un referéndum. Créanme que, a pesar de Canal Sur y de que el PP usa Andalucía como negación de la plurinacionalidad, en Andalucía hay mucha gente que defiende con sensatez el derecho a decidir y la ley de amnistía.
Lo mismo que a la ultraderecha sólo le interesa el feminismo para usarlo contra los musulmanes, al PP sólo le interesa el andalucismo para usarlo contra los anhelos de más democracia de otros pueblos del Estado español. Usar Andalucía para negar el derecho a decidir de otros pueblos no es andalucismo, es españolismo con acento andaluz. El andalucismo es, por encima de todas las cosas, más democracia y nunca menos. Sin democracia sólo es viable la España del ‘a por ellos’ y ahí Andalucía sólo cabe como parque temático del fascismo, nunca como sujeto político y pueblo con derechos.
Andalucía defendió el derecho a decidir el 4 de diciembre de 1977 y lo ejerció el 28 de febrero de 1980 en contra de una derecha que usó todos los resortes del Estado para convencer al pueblo andaluz que aquel no era su referéndum
En la histórica manifestación del 4D de hace 46 años también se defendía la amnistía para los presos políticos y sociales del franquismo. Por eso defender la amnistía para los presos políticos del independentismo catalán, que han sido condenados por expresar sus ideas sin violencia, en sede parlamentaria o en la calle, y que por ello han recibido todo el odio del Estado profundo que opera como si España fuera una finca de su propiedad, es apelar al espíritu del 4D.
De la misma manera que andalucismo es defender la plurinacionalidad y el derecho a decidir de Cataluña, Euskadi o Galicia, Cataluña, Galicia o Euskadi deben recordar que sin Andalucía no hay plurinacionalidad. Hoy, como en la Transición, hay un intento de reestructurar del diseño territorial para dejar fuera a Andalucía porque, argumentan, cuando llegó el golpe de Estado de 1936 sólo Galicia, Euskadi o Cataluña tenían aprobados sus respectivos estatutos de autonomía.
Andalucía es cierto que no lo tenía aprobado, pero Blas Infante ya trabajaba en él con otros andalucistas y no se pudo culminar porque los fascistas asesinaron al Padre de la Patria Andaluza. Hoy como ayer se vuelve a escuchar las críticas al ‘café para todos’, que no es más que decir que Andalucía nunca debió entrar a su autonomía por el artículo 151 y de la Constitución, como nacionalidad histórica en pie de igualdad con Cataluña, Galicia o Euskadi.
Amnistía para el independentismo catalán, por supuesto, pero que a nadie se le ocurra dejar fuera a Andalucía de la plurinacionalidad porque Andalucía, que a veces puede parecer un pueblo indolente, sumiso y hasta conformista, se despierta cuando ve que se le trata con menosprecio y desigualdad.
El pueblo andaluz lleva ‘mu malamente’ el agravio. La identidad de Andalucía es la lucha por la igualdad. Por eso el andalucismo está ligado a los jornaleros y no a la burguesía. Por eso en la Transición la fuerza de un pueblo humilde, que tenía más de 600.000 analfabetos (10% del censo) y sin más armas que una bandera amarrada a los palos de escoba, derrotó los planes de las derechas vasca, catalana y española y accedió a las cotas más altas de autonomía como nacionalidad histórica frente al sueño mojado de las élites de federar el norte y regionalizar el sur.
Sin Andalucía no hay plurinacionalidad. Que a nadie se le olvide. Porque el pueblo andaluz se lo recordará.