Yo, Yolanda

yo
Yo. Chema Madoz, 2003
Qué sería del mundo sin terceras personas, sin terceras partes, sin terceros mundos, sin daños a terceros...

Muchas mamás y papás se preguntarán: ¿Por qué durante la primera infancia sus hijos e hijas hablan en tercera persona?

Es muy difícil responder y trabajarlo con ellos y ellas o, mejor dicho, cómo intentar que dejen de hablar así. Quienes hemos atravesado esos momentos, -tampoco sabemos en qué etapa ocurre de verdad, pero ocurre, créanme que ocurre- nos hemos visto en situaciones que hacen de nuestro cerebro un auténtico parque de atracciones.

La clave, como en la filosofía, sigue estando en las preguntas, en saber identificar las alertas que nos anticipan a poder tratar un trastorno de lenguaje o personalidad múltiple -dependiendo de la edad-. Entonces:

¿Qué es el concepto de la adquisición del “yo”?

Voy a intentar esbozar -disculpe usted Dr. Freud, señor Piaget- alguna respuesta o, quizá, otras preguntas que, desde la tarde de ayer, -lo prometo-, hacen que no deje de hundir mis índices en las obras completas de varios tomos de psicología. O cómo explicar y explicarme de forma fácil y divertida la teoría del lenguaje de Wittgenstein (Filosofía del Lenguaje). Explicarlo a un niñe, o a una madre, o a un padre, o a un gabinete de comunicación. Imaginemos que el lenguaje es como un juego, funciona. Así como hay diferentes tipos de juegos (como fútbol, ajedrez o escondite), el lenguaje tiene diferentes maneras de ser usado. Pero si vamos a jugar, hay que hacerlo en serio.

El “yo” no es solo utilizar la palabra, es también un concepto de autoconocimiento, de identidad e individualidad, de exploración.

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Voy a tomar como ejemplo a una niña. Ella vive frente a un espejo, pero no se reconoce. A veces dice no a todo, aunque su carita es angelical. Su tono es dulce, suave, amable…que dan de ganas de comérsela.

Se viste “bien”, impecable, su ropita no se mancha. Hay que promover que las niñas y niños se manchen hasta límites insospechados, ya lo decía Rodrigo García en su carta a la directora o director de un colegio. Es una joya, lo recomiendo.

¿Acaso ustedes saben el significado de la palabra candidato o candidata? Seguramente sí, pero igual voy a contarlo. ¿Qué esperaban?

Pues es bastante sencillo. Candidato procede del latín candidatus “el que viste de blanco”, derivado del verbo candere ‘ser blanco’, ‘brillar intensamente’, voz con la que se designaba en Roma a quienes se presentaban como aspirantes a cargos públicos. En el ritual político romano, los candidatos debían cambiar su habitual toga por una túnica blanca llamada candida con la que se exhibían públicamente para manifestar la pureza y la honradez esperables en los hombres públicos. Y añado: Mujeres.

Pero sobre esto hablaré en otra ocasión, quizá le proponga al honorable consejo de redacción del diario una sección sobre “moda G” o simplemente “desfile de modelos” Pasarela Cibeles. Pasarela Moncloa. Hay que cambiar los modelos, reinventar y encender la industria de los faros a seguir, cambiar de referentes, cambiar de mundo. Querido mundo: Cambio y fuera.

Cambiar, modificar, tensionar, hacer ruido, hacer la plancha en los mares del sur, alzar la voz, educar, educarnos, que nos eduquen. Pero no voy a despistarme. Céntrate Sebas -¿tercera persona?. Vuelve al origen, a la palabra como arma transformadora para poder reconocerme, para poder reconocernos, para poder estar en el mundo. Volvamos a los verbos como condición de toda posibilidad -y el verbo se hizo carne; y la persona se hizo viral. Volvamos al uso de la persona -no a la utilización-, de las personas, de terceras personas, de terceras partes, de daños a terceros, de terceros mundos, de terceras repúblicas. Publiquemos. Republiquemos. Republicaremos.

Todo forma parte de una conducta, de un desarrollo psicológico -disculpen mi origen, el índice de las obras completas de Lacan me describen- ¡Qué era Freud! Ay, qué fuese de mí sin “El hijo de la novia”.

Volvamos a la niña. Ella levanta su mano, por ejemplo, identifica su nombre o se gira cuando la nombras, se da la vuelta e identifica o no responder a su nombre. Y todas estas características de la pequeña empiezan a hablar del desarrollo, del autoconcepto, de la individualidad, del autoconocimiento, de la arbitrariedad y la linealidad de los signos.

¿Y lo colectivo? Irme para quedarme. Dar un paso para no darlo. Vino para quedarse. Vino para no irse. Es por el bien de…, lo hago por…Vino para vetar. Vino para decir no. Albariño, albariña. Niño, niña. Deja ya de joder con el lenguaje, que eso no se dice, que eso no se hace.

Es probable que tu pequeña o pequeño utilice la palabra “mío” hacia los dos años -meses arriba, meses abajo-, y también que utilice la palabra yo. Otra vez el yo. Diván el terrible.

Pero cómo lograr que lo haga desde la rutina. Si a la palabra “Rutina” le quitamos la letra “t” comenzaría otra historia, quizá la verdadera historia de esa niña, quizá el derrumbe del movimiento, las personas del verbo, Gil de Biedma, Esperanza Aguirre…que la vida era esto. ¿El movimiento se demuestra andando o hablando? Quizá las etapas de la niñez coincidan con el reconocimiento del yo o estén un paso por delante. Pero para aprender a “sumar” se necesita también identificar los deditos de la manita, se necesita un ábaco, un reloj calculadora made in taiwan o tan solo invocar el nombre del equipo financiero de Inditex para que me echen una mano.

Las preguntas son importantes. ¿Quién quiere galletas? Le preguntamos a la niña. ¿Cambiamos otra letra como con la palabra rutina? ¿Me ayudan a cambiar otra vez la t por una g?  Yo. ¿Quién quiere jugar? Yo ¿De quién es esa vocecita? Mía.

La pregunta básica es “Quién”, “Quiénes". Pero para el desarrollo del “yo” la base sigue siendo la pregunta. Siempre es formular, identificar, tomarse el tiempo, vuelta a educar. Si en un equipo de comunicación no hay una lingüista, mal vamos, si en un equipo de comunicación no hay una estudiante de antropología, seguimos peor.

Pero la niña sigue ahí, frente al espejo. Y la segunda recomendación es reforzar, modelar, que otros adultos o hermanitos nos ayuden con el modelo del “yo”.

Los niños y niñas aprenden mucho por imitación, por eso los referentes son importantes. Ayudarán a modelar las palabras, ayudarán a que no nos confundamos. Aunque ayer por la tarde, tuve una regresión nivel Curso de lingüística general de Saussure. Lo asumo. Vuelta a la facultad. Vuelta a la confusión. Siempre la educación. Publica esto. Pública.

Mira, es simple. Para que la pequeña comprenda el “yo” tomas su mano y tocas su pecho. ¿Quién quiere galletas? Tomas su mano y dices: Yo. Hay que dar pistas. ¿Pero cuáles?

Podemos utilizar fotos. Los recursos visuales son muy relevantes con peques que tienen alguna dificultad. Apoyan a la comprensión. Ten, esta es la foto de la niña. ¿Quién está ahí? Yo, Yolanda. Hay que identificar que esa foto se refiere a ella, hay que ayudarla, el espíritu colectivo, el espíritu solidario. ¿La unidad? Izquierda Unida. No voy a seguir, tengo que parar.

Ahora pasaré al material para practicar en casa y a una serie de consejos -van con total humildad- solo vas a necesitar un papel y una foto.

Coge un papel y haz un recuadro en blanco. Pon la foto de la niña y debajo escribe la palabra Yo y su nombre como si del juego del ahorcado se tratara, con guiones

A continuación no dejes de tener en cuenta lo siguiente:

El tono y el registro de un discurso pueden variar dependiendo del contexto y la audiencia. Ajusta el lenguaje para que sea adecuado a la situación en la que te encuentras.

Practica la empatía. Al hablar en tercera persona, es importante tener en cuenta los sentimientos y la perspectiva de las personas de las que se está hablando. Evita comentarios despectivos o inapropiados. Recuerda que puedes estar hablando de ti mismo.

Quiero acabar, pero no puedo dejar de citar a una poeta que escribió un poema fotográfico que debería enseñarse en todos los colegios -es inevitable-. Se trata de de la escritora polaca Wislawa Szymborska, premio nobel de literatura en el año 1996.

Szymborska reflexionó sobre cómo nadie podría haber predicho el futuro de un personaje siniestro cuando aún era un bebé. La imagen de un niño inocente, con su camisita y su aparente normalidad, contrasta con el destino que le aguardaba. El poema sugiere que la identidad y el potencial de una persona no se pueden predecir en su infancia. Es un recordatorio de la complejidad de la naturaleza humana y cómo las circunstancias pueden moldear a las personas de maneras inesperadas.

Primera fotografía de Hitler (fragmento)

¿Y quién es este niño con su camisita?
Pero ¡si es Adolfito, el hijo de los Hitler!
¿Tal vez llegue a ser un doctor en leyes?
¿O quizá tenor en la ópera de Viena?
¿De quién es esta manita, de quién la orejita, el ojito, la naricita?
¿De quién la barriguita llena de leche? ¿No se sabe todavía?
¿De un impresor, de un médico, de un comerciante, de un cura?
¿A dónde irán estos graciosos piecitos, a dónde?
¿A la huerta, a la escuela, a la oficina, a la boda
tal vez con la hija del alcalde?