En algún momento nos dimos a la locura, pero ya no
Si decimos en voz alta lo que sabemos nos dirán que estamos locos (y, ya puestos, mejor no lean esto en voz alta, podemos ir todos presos, tienen una ley precisamente para eso). Sabemos que nos engañan y nos mienten, sabemos que se saben nuestros amos y se burlan descaradamente de nosotros, pero es tanto su dominio que ya no nos atrevemos a decirlo.
Lo perdimos todo. Hasta las palabras para decirlo, hasta las palabras para callarnos.
Porque si hubiese que decirlo, si hubiese que decir lo que nos hacen , “¿pero cómo pueden ser tan hijosdeputa?”, tendríamos que contestarnos a nosotros mismos y pronunciar aquella palabra, tan antigua, la palabra “revolución”. Así que como vamos a atrevernos a decirla. Porque ya nos suena absurda, infantil, loca. No digamos locuras. Además de que podemos ir presos.
¿Cómo puede ser que hubiese un tiempo en el que nos atrevimos a gritar esa palabra? ¿Qué locura fue aquella en la que quisimos atrevernos y nos atrevimos a ser revolucionarios? Revolucionarios contra Franco y sus generales y su corte con su respaldo nazi, su respaldo yanki y “don” Santiago Bernabeu.
Sin comprender que se podía romper España, no podíamos imaginar el nivel de maldad de algunos vascos y catalanes. Ahora ya sabemos que hay que cerrar España y cerrar filas con el Tribunal Supremo y Marchena y Llarena, a quienes no les ponen mote alguno, contra Puigdemont, un presidente de los catalanes, al que llaman “el fugado”. Hay que tomar partido y cerrar filas y cuando llega la ocasión, como cuando inauguraron el nuevo Bernabeu cantamos con la estrella de la canción televisiva “Arribaspaña!”, qué cojones ya.
Las personas normales, lo vemos ahora que somos razonables, fuimos criaturas inmaduras e insensatas
Lo sorprendente es que nuestra locura de entonces irradió como un gas e intoxicó en parte el sentido común de mucha gente y, junto al miedo, aquel miedo terrible que te podía fusilar, existió una razón loca en lo profundo de las poblaciones, en la población. Y la mayoría de las personas por aquí decían con naturalidad que no querían entrar en la OTAN, que querían lo más natural, que se marchasen los yankis, y que querían repúblicas. Y esas locuras a la gente normal entonces llegaron a parecerle cosas normales. Y le parecía que no debieran ser ilegales, tan equivocada estuvo la gente. Las personas normales, lo vemos ahora que somos razonables, fuimos criaturas inmaduras e insensatas.
Y queríamos libertad de prensa y poder informarnos en libertad sin caer en la cuenta de que no debíamos poder exponernos a lo que dijesen los rusos, los chinos, los malos en general. Lo que dijesen nos haría daño y nos intoxicaría el alma y la mente. Éramos insensatos.
Y por eso nos contaban de los pobres israelís, con sus kibutz, jóvenes y jóvenas rubios en pantalón corto, llegados de California y Arkansas y Wichita a la tierra prometida que acababan de robar, allí trabajando aquellas fincas que antes eran de gente inculta que no sabía sacarles provecho, y eran tan rubios, como nosotros, que también queremos ser rubios. Sus intelectuales escribían en los periódicos de aquí cosas tan razonables, venían de Tel Aviv o de Manhattan, que se pronuncia así Manhataaannnn, y los musulmanes ya se sabe, con las mujeres, uf, lo de las mujeres musulmanas..., ya se sabe. Si nos dicen que mueren personas, mayormente de pequeño tamaño y edad, en Gaza por culpa de “la guerra de Hamás” por algo será que nos dicen así.
¿Pero cómo pudimos ser maoístas alguna vez? Qué locura, qué fanatismo el nuestro, irracionalidad pura. Lo racional, ahora lo vemos, era estar en el lado otanista de la historia
Y ahora mandamos tropas a combatir a Rusia porque los rusos no tienen remedio, son un peligro. Y volvemos también a estar con Alemania, volvemos al mismo lado de la historia. Ahora bajo las órdenes de los norteamericanos, pero en el mismo lado de siempre, contra Rusia, que suele ser culpable. Y la China, ay, la China. ¿Pero cómo pudimos ser maoístas alguna vez? Qué locura, qué fanatismo el nuestro, irracionalidad pura. Lo racional, ahora lo vemos, era estar en el lado otanista de la historia.
Así que hay que prohibir Telegram y usar sólo instrumentos norteamericanos y atender lo que digan esos medios de comunicación que nos hablan cada día. Pensábamos que habíamos salido de un tiempo de tecnologías primitivas en que las telefonistas escuchaban nuestras llamadas y, aunque luego la telefonía por cable se automatizó y los teléfonos se conectaban entre ellos automáticamente también podían ser “pinchados” por la policía, llegamos a la telefonía digital e Internet. Fue entonces cuando nos creímos, siempre nuestra credulidad, que hablabamos anónimamente en libertad, criaturas ingenuas, pero ahí estaban nuestros amos para protegernos de nosotros mismos y debemos entregarles nuestras intimidades. No vaya a ser que se las quede un ruso de Telegram o los chinos de Tik-Tok. Nuestra CIA nos protege mucho mejor.
Hubo un tiempo en que estuvimos locos de verdad, ahora afortunadamente nos dejamos guiar por quien está mejor preparado y sabe más que nosotros, tan proclives a la irracionalidad y los mitos. Y aunque sabemos lo que sabemos también sabemos que no debemos decirlo en alto y sólo lo pensamos en silencio y nos guardamos dentro estas palabras. Estas palabras que nos ahogan y nos dejan sin aire. Fuimos poseídos por sueños locos, pero ya no. No nos apliquen la ley; su ley, nuestra ley.