Crónica judicial desde los márgenes
Amigos, amigas, amigues…
Recordarán ustedes aquello de que “ya escucharon las noticias, ahora les contaremos la verdad”….Pues bien, eso mismo es lo que vamos a hacer con esta suculenta crónica de la apertura del novedoso año judicial.
Llegué presurosa con mis plumas azules y mi cámara roja, bien erguida y maquillada para la ocasión, haciéndome un hueco en la cola de periodistas y a primera hora, que conste. Pero ay, ya saben, no admitieron la acreditación de nuestro medio…Ellos se lo pierden, pensé sin rendirme. A esta gente no les gustan los trans, no saben lo que se pierden, lo siento.
Así pues me dispuse a atrincherarme en un discreto hueco desde el que avistar una por una cada llegada de los ilustres…Y, ay querida Virgen Santa, por poco me ensucian el vestido nuevo, con tanta caspa casposa.
Aunque tuvieran que recorrer pocos metros andando, venían portados por tales sirvientes. Es que hay que dar ejemplo, lo entiendo
Iban llegando uno por uno y una por una, en sus suntuosos coches oficiales, con sus guardaespaldas (qué esbeltos son, mami) y sus disciplinados choferes. Sí, como se lo digo, que aunque tuvieran que recorrer pocos metros andando, venían portados por tales sirvientes. Es que hay que dar ejemplo, lo entiendo.
En la majestuosa entrada del Tribunal Supremo, tan noble edificio, se apostaban las mujeres de protocolo. Que también me daban pena, lo entiendo. ¿Quién escoge una profesión en la que solo se besan manos normalmente sucias y subidas a esos tacones que tanto lumbago provocan? Para gustos, hay colores.
Hablando de colores, qué decirles. Ese verde loro, esos rosas palos que ya no se llevan, ese azul evocador de un soldado español como es debido. ¿Y esos collares? Dios mío, ¿acaso pretendía insultar a la grandísima Carmen polar?
Como les cuento la verdad y no lo que dicen en las noticias, han de saber que todas las pretendidas trifulcas entre los grandes partidos de nuestra patria son pura mentira. Opio para el pueblo. Porque yo los he visto, con estos ojitos (ojazos) que se han de comer la tierra o los gatos salvajes, quien sabe, y crean mi palabra. Están enamorados los unos de los otros. Se abrazan, se manosean, se lanzan miraditas.
¿Y los nuevos vocales? Parece que sí, que algo ha cambiado. ¿Seguro? Están todos ellos tan ufanos, tan comprometidos con la justicia, con la justicia de todos. No sean desconfiados, se lo dice su reportera
¿Y los nuevos vocales? Parece que sí, que algo ha cambiado. ¿Seguro? Están todos ellos tan ufanos, tan comprometidos con la justicia, con la justicia de todos. No sean desconfiados, se lo dice su reportera. Ahí tenemos a la colocadita por excelencia, posando para la prensa con todas las piernas abiertas y separadotas. Hija, que poca clase, que eres alto cargo, toda tu vida medrando para quedar tan estéticamente mal…Por allá tenemos a un señor estirado que tiene cara de agobio, pensando en cómo ascender a los cielos judiciales a sus queridos colegas, son tantos nombramientos pendientes…Por otro lado, aparece el vocal soldado, ya saben, a disposición para lo que necesiten, siempre que lo autorice el partido.
Y por supuesto, allí llega, a lo lejos, un coche de lujo sin matrícula. Es su alteza real, rodeado de una excelente guarda policial que ha paralizado el tráfico en la zona. Lo más duro para este corazón fue escuchar los gritos y aplausos de la clase media a su llegada.
Pero ya saben, su reportera es infatigable y nunca desfallece.
Amigxs, les mando un beso enorme, chaíto, les dejo que me voy a por un Dry Martini, es que me invitó un policía preciosón y, ya saben, una espía necesita tener fuentes hasta en el infierno…