Crónica de un restaurante fascista desde las fronteras
Amigxs!!! ¿Cómo fue su semana?
Si recuerdan mis últimas noticias, hablaban de un policía preciosón que me iba a llevar a tomar un aperitivo. Lo que parecía un plan estupendoso para quitarme la amargura del nuevo año judicial se acabó transformando en un delirio del infierno, pero con su final entretenido. El humor no se pierde nunca, compañeras.
Paquito el poli me estuvo contando su mañana. Antes de acudir a la Plaza de Parispis había tenido que acudir a la misa que se oficiaba en la cercana parroquia de Santa Bárbara, oficiada por el cardenal José Cobo, a la sazón arzobispo de Madrid. Al acto, cercano y emotivo, asistieron jueces, magistrados, fiscales, que luego acudieron ya consagrados a la entretenida ceremonia, con su espíritu limpio de pecados y dispuestos a seguir ejerciendo su noble oficio con sacrificio y mucha humildad.
Paquito estaba bueno, pero entre nosotras, era un pesado insufrible. Me convenció para llevarme a una encantadora casa de comidas, de toda la vida, y mi espíritu montalbaniano me hizo aceptar la propuesta.
Craso error, reinas.
El sitio en cuestión se llama De la Riva, ubicado en el barrio de Hispanoamérica. Ya de entrada me dio repelús. No hace falta encontrarse entre el top de las mujeres espías, como yo, para darse cuenta de que aquello era un puro nido de fascistas. Con sus banderas de homenaje a los escuadrones paracaidistas, con ese dueño pequimetre sacando pecho mientras cantaba las delicias del día, con todas esas familias idénticas las unas a las otras con sus pulseritas rojigualdas, con esos machotes que se reúnen los viernes, etc.
Pero lo que me dejó muerta, parada, quebradita, fue la sorpresita que tenían preparada y que al parecer hacen todos los días: acabados los entrantes, suena estruendoso su hilo musical con su VIVA ESPAÑA atronador, mientras camareros y comensales al unísono se levantan para cantarla mientras ondean sus servilletas a modo de banderas.
Me enfadé. Una espía tiene su ética, señores y señoras, y solo se la traiciona cuando la información es buena, de primera. Y llegados a este punto, estaba claro que la de Paquito era de muy poquita calidad.
Me levanté. Me miraron. Les sonreí, la educación nunca se pierde. Y quitándome elásticamente mis botas de cowboy, las arrojé, cual acróbata, hacia la excelsa bodega, donde, ay, conseguí destruir a todas sus botellas.
Paquito se quedó tan lívido que comenzó a vomitar el vino de la casa (que además era una porquería), momento que aproveché para caminar erguida, calzarme de nuevo y mandarle un beso al aire al metre.
Señores De La Riva, se puede ser fascista, aunque no se debe, pero lo que no cabe es la indecencia. Sean claros y sinceros como lo somos nosotros y anuncien en su web a qué juegan.
Chiquis, se me hizo tarde, nos contamos en unos días. Chaito!