A ver si…

Foto de Willy Veleta

Queremos escuelas públicas, hospitales públicos, bibliotecas públicas, sentido común público. Alquileres dignos para gente digna que lleva toda la vida currando. No pedimos tanto

La gente no quiere leer, quiere haber leído.

Y yo añadiría: —La gente no quiere votar, la gente quiere que haber votado.

Que los problemas se resuelvan por arte de birlibirloque. Y no, hay que bajar a la mina, mancharse las manos, el alma.

Gerardo Iglesias, ex juguete roto de un partido que ya no se sabe ni lo que es.

¿Por qué habiendo siempre la misma distancia entre dos puntos, siempre se desplazan los mismos? Nosotras, no ellos. Los que quieren una guerra que esta vez no solo les va a despeinar (como las anteriores) sino que les puede hacer un pijama de cemento a medida, para arrojar al río Hudson, de madrugada.

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En este mundo donde gana el “a ver si…” por encima del “vamos que nos vamos”.

A ver si nos vemos. A ver si quedamos.

A ver si nos juntamos. A ver si hacemos algo juntas.

A ver si sacamos adelante ese proyecto que siempre tuvimos entre manos.

Se refieren a tus manos, las suyas solo estaban en su imaginario.

A ver si te hago ese conejo al ajillo que tanto te gusta.

A mí lo que me gusta es comérmelo, no pensar en ese “a ver si”.

Vivimos rodeados de aversis y de libros que quieren ser leídos, y escritos.

De propuestas que deberían ser votadas pero pocas proponen, quedan en el olvido. Con María Dantas esto no pasaba.

De las ocurrencias frente a los proyectos.

De los que acaban de llegar y se creen con derecho a todo y los que llevamos décadas intentando cruzar el Ebro en un barquito de vela y no hay manera. Con la boina en la mano, despeinados. Nadie nos escucha.

Todo cuesta tanto. Tampoco pedimos tanto.

Si hay que ir se va, pero no amenazamos con ir.

A Europa, A Latinoamérica, a China, a tomar la Casa Rosada.

Porque la paz no es un concepto etéreo que se discute en una cumbre en Yalta o en Oslo. La paz se siembra en el salón de tu casa, se riega en tu puesto de trabajo, se defiende verso a verso.

No llenarnos la boca con “la paz mundial” y luego ser unos macarras de la moral en casa o en el curro. No se puede.

Fumigar de paz todos los rincones. No será fácil pero a ver si nos ponemos a ello. A ver si…

Habría que aterrizar en Gaza por millones, ponernos de escudos humanos, inhumanos y que sea lo que Jesús de Galilea, Moisés o Ben Hur quieran.

No te signifiques, nos dijeron siempre. Nunca lo haremos de cara a la galería pero lo haremos por el bien común. De eso se trata. La urna, el DNI, la cara del apoderado de Vox cuando ve que eres un perro flauta y rompe tu voto con la mirada.

Votaremos por la madre de Gaza que ha visto volar las piernas y brazos de sus hijas por los aires.

Por el abuelo de Gaza que ha tenido que sacar de entre los escombros la cabeza de su nieto con el que hasta anoche estuvo jugando al backgammon en el salón de una casa que ya no existe.

Votaremos por la miliciana republicana que tuvo que interrumpir sus estudios para subirse a un camión y morder el polvo y la muerte en Belchite.

Votaremos por los que vivieron durante treinta años emparedados en un zulo para que nadie supiera que habían sobrevivido al genocidio franquista.

Por el maestro republicano que no permitió que “ajusticiaran” a los señoritos del pueblo pero que cuando ganaron la guerra los sublevados fue el primero al que fusilaron, por rojo o por maricón.

Votaremos por la compañera migrante que se deja la vida limpiando casas, levantando a nuestros abuelos del sillón para bañarles con esmero.

Por la compañera que dio a luz en una patera y hoy pasea con su hija camino al colegio. Feliz de haber llegado, feliz de haber sobrevivido. Aunque no pueda votar.

Votaremos por todos los que se han tenido que ir de este país porque no tenían donde caerse muertos. Yo podría haber sido uno de ellos pero me quedé, por imbécil.

Porque en España una persona con un proyecto bajo el brazo es vista como un pedigüeño, un matao.

Solo tienes puente de plata si tu viejo es el dueño de la empresa, tienes siete apellidos cayetaners, o vas de algo.

¿Y tú de quién eres?

Votaremos por los que estamos siempre en el alambre. Buscándonos la vida. Para una vida mejor donde no tengas que mirar el ticket del menú varias veces para ver si te han cobrado el pan dos veces.

Por los que soñamos para que no se nos rompa nuestro desvencijado coche porque luego solo nos dará para comprarnos la Vespa de Nanni Moretti en Caro Diario.

Votaremos por las personas que quieren avanzar, que quieren atreverse, que quieren cambiar cada cierto tiempo de trabajo y seguir aprendiendo, aportando, sin que les digan: —Eres un veleta.

En este país donde una persona que propone, que tiene ideas es vista como “un incordio”.

—No será tan bueno (o tan buena) si tiene que venir aquí a tocar la puerta.

En un país anglosajón se sientan a escucharte. Te escuchan, te aportan otra perspectiva, te dan bola. Les parece perfecto que quieras irte de NY a un pueblo de Dakota del Norte a trabajar en la radio local. Les pone.

Lo ven como algo potente. Te ven como alguien emprendedor, con ganas, con ilusión.

Aquí eres un problema. No des por saco, amigo.

Aquí si no es meteórico no vale. El éxito fulgurante. La purga Benito.

No te rías que es peor, nos dicen. Déjame reír, abrir las ventanas. Déjame no ser la tía de Sumar que dijo que era normal que acosaran a Irene y Pablo en su casa. Por un puñado de votos.

Déjame poder decirle a un juez que es un sinvergüenza sin que me fusilen.

Si me matas me vas a ver morir sonriendo. Lo siento.

Triunfan los que medran, los que trepan, los que no saben hacer la O con un canuto.

Votaremos por una educación para ser persona, para ser ciudadana, para conservar este planeta entre algodones. Empiecen a plantar algodón porque falta nos va a hacer.

No te digo que pongas las luces largas, no vaya a ser que deslumbres a algún venado y te embista. Pero ponle un poco de voluntad, mira más allá. De aquí no salimos vivas a este paso. Hagamos algo.

Este planeta es finito. No hace falta que te lo digan los que tiran agua con remolacha contra los leones del Congreso. Te lo dice la inteligencia, el sentido común.

No a la guerra, no a las guerras. Ni los tanques de Netanyahu ni la tanqueta de Marlaska, ni los aires de grandeza de Margarita Robles.

Queremos escuelas públicas, hospitales públicos, bibliotecas públicas, sentido común público. Que en ningún sitio huela a azufre o a Ayuso.

Merenderos públicos. Cercanía pública. Que el diario Público vuelva a ser lo que fue, si me apuran.

Votaremos para que se desempolven tus propuestas, esas que llevan años bajo siete llaves y seguro que merecen la pena.

Votaremos por tus ganas de hacer las cosas de otra manera. Para que no te tengas que ir a Londres a hacer paellas en una cocina diminuta con una redecilla en el pelo.

Cómo nos gustaría que proponer no fuera visto como un arma arrojadiza por los que no dan ni chapa y viven a la sopa boba.

Ojalá en estas elecciones europeas se consiguiera extinguir esta lacra española de que importa más el aspecto que el contenido. Y no solo en la burguesía aburrida, también pasa en la progresía aburrida y cuqui.

La gente que habla de tu cuerpo, que te mira con desprecio por tu cuerpo.

La gente que dice que si no tienes vulva no puedes ser mujer. Está bien si no estás de acuerdo con mi transición pero hago esta transición por mi, no por ti. Eso dice una amiga mía.

Todo aquí es como el Real Madrid, que tiene 15 Copas de Europa y ya quiere la décimo sexta. Son drogadictos del éxito permanente. De petarlo todo.

Y si te quejas, le haces un rayo X a una situación demoledora te dicen que te calles. ¿Por qué no te callas?

En el fondo les pones un espejo. Te quieren lejos. Prefiero luchar por quedarme en Primera, ser un club de barrio, arrancar sonrisas con un empate muy peleado contra un gigante.

La excusa fácil del que no tiene argumentos y solo la fuerza de los misiles: —Apártate de mi camino.

Queremos abrir todas las fosas de este país.

Regularizar a todos los migrantes de este país.

Tapar con silicona las cerraduras de las fábricas de armas en Euskadi y Palencia.

Sanar los corazones de las madres de Gaza. Devolver a sus abuelos a su tierra, nunca prometida siempre arrebatada a golpe de tanque. Kissinger siempre al otro lado del teléfono.

Bruselas debería ser el retorno de la Nakba exprés. Todo lo demás es farfolla.

No necesitamos gente dopada que empuja a jóvenes universitarios que no quieren un gobierno cómplice de un genocidio.

Me da igual si estuviste conduciendo ambulancias en Hebrón o pegaste tiros con Arafat en los Altos del Golán.

Genocidio de entrada, no. Y cierra al salir.

Votaremos contra los que mataron a Lorca, los que metieron de por vida en un coche oficial a La Pasionaria, mataron a Machado (y a su madre), adoctrinaron a Carrillo hasta que quemó con su Ducados la tricolor.

Votaremos contra los que metieron en campos de concentración a miles de personas que querían aprender, aportar, levantar la mano, escuchar…

Y de esos barros…

La Quinta del Biberón tendría que haber ganado la guerra. De eso va mi próxima novela. Aviso para navegantes.

Queremos alegría, no tener que estar siempre pensando por dónde va a llegar la próxima hostia.

Poder relajarnos. Fuera miedos. Nina Simone we miss you.

La gente quiere haber leído, quiere haber vivido. Pero ni leen ni viven.

Quisieron haber ganado una guerra sin haber empuñado un arma. Comiéndole la cabeza al general Mola. Porque si resistes eres de Hamás.

La purga Benito una vez más, el efecto inmediato. Eso es lo que quieren.

Que Catalunya o Euskadi se queden en España porque ellos lo dicen. No vayamos a preguntarle a los catalanes o a las vascas no vaya a ser que salga lo que la gente decida.

Siempre agitando el avispero.

Ver la cubierta de un libro o leer la faja del mismo y pensar que has leído el libro.

Ver una paella en Instagram y querer meterte dentro de la paella.

Decirle al amigo que ha hecho la foto o el vídeo de la paella: —Joder, a ver si me invitas…

Pero no estás dispuesto a hacerte los 47 kilómetros que te separan de la paella y de la silla de mimbre.

Lo que te pone es querer traspasar la pantalla y estar allí ahora mismo.

Y sobre todo decir: —A ver si me invitas.

El reproche hacia algo que no estarías dispuesto a hacer. Es el colmo de la estupidez humana.

Es como esa gente que te dice: —Vamos a pensar en un proyecto nuevo…

Y realmente no piensan nada, delegan todo el pensamiento en ti. Lo que les gusta es la idea de poder pensar. Que el nuevo proyecto aterrizara en el salón de su casa como el Ferrari negro de Maradona en el aeropuerto de Nápoles.

Lo ponen en plural pero en el fondo siempre piensan y hacen los mismos, las mismas.

Votaremos por los que piensan, por los que quieren arreglar este desaguisado antes de que algún mamón apriete el botón rojo.

Porque nosotras no tenemos refugio nuclear, ni falta que nos va a hacer.

Votaremos contra esos acomodados que nunca te llamaron por teléfono para ofrecerte un curro para el que estabas sobre cualificado. Y todo porque tu manera de trabajar era demasiado arrolladora. Eclipsas a los demás. El mundo al revés.

Nunca supieron qué era estar sin trabajo con 35 años. No poder ejercer más tu profesión.

—Es que subes a la redacción (de Telecinco) y todo el mundo se gira, me decía un conocido presentador de la cadena que no estaba dispuesto a darme trabajo por si se molestaba el colectivo, estómagos agradecidos S.A.

—Buster Keaton no puede hacer informativos, me llegó a decir.

Realmente no conocía a Buster. Hombre más serio no lo había. Para hacer un informativo, una película con Gregory Peck o para volar al espacio con Yuri Gagarin.

Y así todo. Tontería tras tontería hasta su victoria final y tu fracaso accidental.

Lee un puto libro, cuida a tu gente, déjate cuidar también, expande tu zona de confort, no hace falta que salgas de ella, expándela.

En el fondo quieren pisarte, robarte el mes de abril, que te pases la vida buscando chemtrails en el cielo o deshojando la margarita.

La gente quiere haber leído, haber quedado, haber amado.

Te quiere auténtico pero sin que le toques las narices con tu autenticidad.

En el fondo prefieren a los Koldos de la vida, los James Bond, antes que a los pepitos grillos universales. No des mucho por saco.

Queremos abrir fosas y cunetas pero solo un poquito. No se vayan a levantar los muertos y cagarse en los vivos. En los que firmaron la ley de Amnistía masturbándose por el carguito encontrado a costa de todo lo enterrado y torturado.

Es como la radio de Manuela Carmena, que no podía molestar a la oposición. Yo duré allí tres minutos. Me enseñaron la puerta en cuanto dije que iba a hacer humor y meterme con todo “cristo”. Hasta con Errejón.

La radio duró lo que duró la legislatura. Cuando llegó el P.P trajo la bulldozer y adiós estudios de radio.

La derecha no tiene remilgos a la hora de cargarse lo que no le conviene o lo que le recuerda quiénes no son.

Paco Rabal, Asunción Balaguer, Miguel Hernández, Azarías. Normalmente siempre tiene que ver con la cultura. Con no dejar que llevemos a las niñas y a los niños a conocer el mundo.

Azarías del mundo, uníos. Milana bonita sácales los ojos para que vean lo que vemos nosotras.

Que la izquierda cuqui empiece a decir genocidio, que empiece a mirarle a la cara a Julian Assange, a Pablo González, a los seis de Zaragoza, al Sáhara Occidental.

Yolanda Díaz embajadora en Mexico, ya. Pagaría por verla comiendo tacos al pastor en la calle. La revancha de Moctezuma.

Votaremos pensando que el PSOE es un engendro perfectamente diseñado en no sé qué laboratorio de hombres y mujeres grises. María Jesús Montero como paradigma de la sonrisa que no dice nada. ¿Cómo están ustedes? MAL.

Votaremos pensando en el hombre triste de Junts en el euro debate.

Ni patrias ni fronteras. Dejadnos en paz. Queremos dejar de comprar el litro de aceite de oliva a 11 euros. No comemos banderas, os lo juramos por Federica Montseny.

Alquileres dignos para gente digna que lleva toda la vida currando. No pedimos tanto.

Votaremos pensando en ese partido que lo mismo te da de cenar concertinas, que te coloca una corona de flores (con la bandera rojigualda) en Mauthausen/Gusen. El gran engañabobos. Más Europa, menos tú.

Votaremos porque se consolide una izquierda que llame a las cosas y a las guerras por su nombre.

Si el PSOE fuera una persona sería el que quiere ir a la paella pero no va, el que quiere haber leído el libro que ve en el escaparate de la última librería que queda abierta en Madrid y al que le gustaría ser creativo pero prefiere seguir a rueda de lo de siempre: el hastío.

Si el PP fuera una persona sería una paella con chorizo. No hay nada más que decir, su señoría. De libros ni hablamos.

El franquismo está en todo, todavía.

En el que te adelanta en prohibido (jugándose su vida y la tuya) porque quiere llegar antes donde nunca pasa nada.

Está también en el que ha logrado que un vicepresidente que intentó cambiar las vidas de la gente no pueda salir a la calle tranquilamente sin que algún anormal le grite: —¡Viva España!

Utilizan a su país como una piñata. El nuestro para ellos ni existe.

La calle no es suya. Ni de Fraga, ni del idiota que va a Ferraz con una muñeca hinchable o reza el rosario de tu madre de carrerilla.

No podemos hincar la rodilla. Pase lo que pase esta noche.

La generación del 98, la del 27, la segunda república, el 15-M.

¿Qué nos queda?

Hasta Sabina se ha vuelto gilipollas.

Jesús Lizano ha muerto.

La tele no se puede ver. La radio ni te cuento.

Nos queda el cine, y que Serigne Mbaye desembarque en Bruselas.

Eso si que sería el principio de algo.

Más mundo, menos Europa rancia y gris.