Me quiere sonar

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No veo a nadie del equipo de Pedro Sánchez que haya venido (aunque sea cinco minutos, sí… cinco) a solidarizarse con Pablo y con Irene

Estaba viendo yo tan plácidamente TVE y de repente interrumpen la programación para poner “El Planeta de los Simios”.

En plena mañana. No veo a Charlton Heston pero veo a un tal Pablo Iglesias cual estatua de sal frente a un tío que no para de decir cosas que no entiendo bien. Les separa la valla, de un juzgado. Les separa un abismo.

No me aclaro bien qué secuela de El Planeta de los Simios estoy viendo. Aparece otra señora con un gorro de paja que parece salida de la Casa de Fieras de El Retiro, años 60.

El señor de camisa vaquera le dice al ex vicepresidente: —A ti me gustaría encontrarte a solas, a ti.

Por un momento pienso que se ha pillado por mi jefe, que aunque tiene sex appeal es un poco seco de primeras y no le veo yo ligando el día de su juicio por acoso. Acoso sufrido, me refiero.

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Pero entre los simios y los humanos no siempre hubo mal rollo, pienso. Llegó a haber amor en la primera peli (1968). Lo recuerdo como si fuera hoy mismo.

—Sal fuera si tienes cojones, le dice el señor acosador al exvicepresidente que va a entrar a un juicio por acoso.

La cosa se pone fea. Pablo Iglesias se quiere teletransportar a Iparralde, lo sé.

Ahí me doy cuenta de que al acosador igual le ha venido mal la subida del SMI, o las ayudas al combustible durante la pandemia, o el reconocimiento tardío y cutre al estado palestino. O igual ha confundido a Pablo Iglesias con Pedro Sánchez. Qué sé yo.

Igual fue al Garibaldi y quería que la mayonesa del vitel toné no fuera de bote. Pero es la normativa del ministerio de Sanidad. ¡Qué le vamos a hacer! A mi la mayonesa a manubrio me sale de lujo, he de decir.

—Eres un asqueroso, vallecano de mierda es lo que eres tú, vallecano de mierda y miserable.

Lo confieso, me explota la cabeza. Esta no me la esperaba.

Vallecano como sinónimo de algo malo.

Imagínate esta escena en Nueva York, dirigida por Scorsese.

—Eh tú, gilipollas, cómo puedes ser de Brooklyn, anormal.

No entiendo nada. ¿Vallecano?

Barrio bombardeado por Franco. Igual es eso.

Pero si ahora votan al P.P. 

A este hombre se le ha ido la pinza. Igual es de los que recorta el escudo de la bandera española o trabaja en sus ratos libres de inflador de muñecas hinchables en Ferraz o se sabe el rosario de carrerilla y te lo suelta todos los días a las 19 horas.

Mi madre se crió en Vallecas durante el golpe de Estado de Mola, la subsecuente defensa de la República y parte de la posguerra. Siempre me habló de Vallecas como un lugar con mucha dignidad, mucho compañerismo y mucho arte. La kermesh de los sábados. A veces venía el circo, pero poco más. Un lugar tranquilo. Allí crecieron también los payasos de la tele antes de emigrar.

Vallecano es bien, pienso para mí mientras sigo viendo esta secuela extraña de El Planeta de los Simios. Barrotes, un simio, un humano circunspecto…

Mis neuronas empiezan a comunicarse entre ellas y a poner todo en orden mientras me tomo de un sorbo lo que queda de colacao.

¡Eureka!

Igual lo que le que le molesta al simio es que un vallecano llegara a la Moncloa. Aunque fuera a un despacho sin ventana en el subsuelo de la Moncloa. Aunque fuera viendo como desinfectaban con Zotal su silla de oficina. Del colchón ya ni hablamos.

Igual lo que le molesta es que un vallecano comprara una casa junto a otra chica de barrio en un lugar donde hay un colegio que en bachillerato el temario y la profesora (¡milagro!) llegan hasta la II República, el golpe de Mola y el de Casado (no Pablo, Segismundo).

Igual lo que le molesta es que respiren, que respiremos. Porque este primate cree este es su país. No descartemos que lo sea. Si al final descubre la Estatua de la Libertad o La Sagrada Familia asomando en la orilla del mar… igual sí.

Me ducho, me pongo mi camiseta de Durruti que dice: “Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones” y tiro para los juzgados. Conduce Buenaventura, llegamos en seguida. Sanos y salvos, sin un tiro en el pecho, que todo hay que decirlo.

Lo reconozco, por el camino sintonicé la SER, me aburre Angels Barceló pero qué se le va a hacer. Qué putada que no pueda sintonizar Radio Red. El vallecano me ha prometido que algún día me dará ese capricho. Cuando su hija Aitana sea mayor de edad y sea directora del Museo de Ciencias Naturales (por lo de los dinosaurios, le encantan).

De repente en la SER conectan con la RFEF, van a dar la lista de convocados para la Eurocopa. 

29 jugadores puto convocados, ninguno del Rayo Vallecano. Vaya mierda. Otro año que voy con Irlanda.

Cuando llego a los juzgados de la calle Julián Camarillo (donde antiguamente estaba la fábrica de Vespa) ya no veo “El Planeta de los Simios”, de repente aparece ante mí “La caza” de Carlos Saura. 

Juzgados El Secarral.

Un calor que te seca el cerebro. Escucho una chicharra pero ya no sé si es mi imaginación. En cualquier momento entra en escena Clint Eastwood con un revólver. 

La madre de Pablo Iglesias (vallecana) está apoyada en un chopo lleno de hormigas. César, un compañero, un crack, la avisa. Se le empiezan a meter por todo el cuerpo, o esa sensación da. No hay nada peor que esas hormigas enanas que no son rojas ni negras. Son el PSOE de las hormigas.

La cigarra del CGPJ parece estar ahí subida al chopo organizándolo todo.

Hace mucho calor. ¿Lo he dicho ya?

No veo a nadie del equipo de Pedro Sánchez que haya venido (aunque sea cinco minutos, sí… cinco) a solidarizarse con Pablo y con Irene.

Ione Belarra charla con Isa Serra. Isa Serra charla con Ione Belarra.

Tampoco ha venido Marlaska pero seguro que desde su despacho está manejando los hilos. El ministro de las concertinas dirige el banquillo de la policía. Ahora entran dos, ahora salen tres. 

Estoy seguro de que cuando empiece La Caza II (también de Carlos Saura) no habrá ni un madero. 

Militantes de Podemos se asan literalmente en las puertas de estos Juzgados de lo Penal de la Comunidad de Madrid.

Los fachas esperan enfrente. A la sombra. Paradojas carcelarias.

En Argentina un penal es un penalti, pienso.

¿Quién va a tirar el penal hoy? El fascismo acosador.

Un guardia de Prosegur que custodia el juzgado se mosquea con un señor que dice ser reportero y que como Rain Man solo repite una y otra vez una consigna: jarabe democrático.

El guardia de Prosegur le dice que no le grabe. Rain Man no conoce y sigue dando por saco.

Tres agentes de la Policía Nacional aparecen en esta esquina, desganados, para poner algo de más desorden a esta escena de cine de verano. Faltan las palomitas, las pipas, la Mirinda.

Rain Man le dice a un policía que qué hago yo ahí, que me echen. El policía me debe ver cara de haberme quedado hasta las tantas viendo un Seattle Supersonics/Portland Trailblazers de los años 90 y pasa de su culo camerunés.

De repente aparece una señora salida de la peli “Matar a un ruiseñor”. Es Amelia. Lleva la justicia social dibujada en su cara.

—Estaba en casa viendo Canal Red y al ver lo de la reja (se debe referir al comienzo de El Planeta de los Simios) me he quitado los rulos y he venido a toda mecha.

Amelia sufre agorafobia pero aún así ha venido a apoyar a Pablo y a Irene (la compañera del hombre que se enfrentó al simio).

No le pregunto si es vallecana pero por la sonrisa podría serlo.

Me confiesa Amelia que Pablo para ella es como un hijo. 

El novio que todo el mundo quiere para su hija o para su hijo. Si no le da por meterte una turra sobre la desamortización de Mendizábal o la receta exacta de los pasteles de María Antonieta o del pesimismo de Gramsci.

Amelia me confiesa también que siendo (dicho por ella) “analfabeta” ha logrado darle dos carreras a cada una de sus dos hijas. Se me salta una lágrima. El sábado Ione hizo que me saltara otra.

Como me vea mi jefe me despide. Tienen cabeza dura los del cuerpo de ingenieros. Y además es vallecano.

Amelia se queda en un banco no sin antes increpar a los fascistas que han venido a La Caza II. Incluyendo a una señora que me dicen que era una facha ilustre pero a estas alturas ya parece una Gunilla Von Bismark de saldo.

Ahora me toca explicaros lo que fue “La Caza I” y dónde se rodó. 

Si ves la tele no lo sabrás, pero si eres un Assange de la vida tendrás la certeza de que fue rodada en casa de Pablo Iglesias e Irene Montero durante un año, y en 2020.

Un orangután (con perdón por estos maravillosos animales) con un ridículo escudo de plástico se personó en la urbaNAZIción del ex vicepresidente y la exministra para decirles que se fueran.

Márchese señor Iglesias. Márchese señora Montero. ¿Pero a dónde?

Ni siquiera aportó un salvoconducto, ni un mapa del planeta de los simios al que deberían acudir.

De hecho trajo a más simios. Simios con banderas rojigualdas, escudos con aguiluchos que te limpiaban los mocos si los tenías. La gallina siempre presente. El caldo de gallina siempre enriquece la sinrazón.

Cobarde, gallina, capitán de la sardina.

Un carnaval sin entierro de la sardina. Un carnaval facha.

Frotaban el trapo nazional contra las caras de las personas que fueron a solidarizarse con los inquilinos de la humilde morada. Sí, digo humilde porque un día entré sin saltar la valla (llamando al telefonillo) y me ofrecieron una fideuá y mucho Trinaranjus. De hecho estaba invitado. Y sí, me di cuenta de que es humilde y normal. Como la mía pero con chaise longue. Aquí debería ir una carita sonriente. Yo no tengo casa. Vivo en la calle. Soy reportero. Especie en peligro de extinción. Dame plató que quiero morir.

No me distraigan. Vuelvo al orangután. Todavía no se había inventado el insulto “vallecano” así que el gigantón tiró de repertorio propio.

Rata, chepa, terrorista. Por ese orden. Le parece peor una rata que un terrorista. Así son las cosas y así se las hemos rateado.

El energúmeno decía no sé qué de las rodillas de Irene.

Yo el día de la fideuá me fijé en las rodillas de Irene y son como las mías, normales.

No le hice una artroscopia de urgencia porque seguro que se demostraría que tiene el menisco mucho más sano que el mío, para qué os voy a mentir. Cosas de la edad. Yo tengo las rodillas como las de Albares cuando va a ver al rey de Marruecos. Que me quedo arrodillado y no me levanto.

Pues eso. El gigante calvo del escudo ridículo también llevaba una pancarta colgada al cuello que decía: “Hijo de asesino”.

Me parece fatal que uno vaya definiéndose en una pancarta. Es dar demasiadas pistas. Se acaba el misterio. 

—Tonto el que lo lea, hubiera estado mejor.

Pero los franquistas son así.

Molaría que todos reconocieran que son hijos de un asesino, de un genocida que tenía el culo blanco porque su mujer lo lavaba con Ariel mientras se comía la boca con Arias, Navarro. 

Pero de momento lo del cartel inculpatorio solo lo ha hecho este hombre, que yo sepa.

Los fachas que no soportaban que un vallecano y una cajera de supermercado respiraran su mismo aire serrano también apedrearon los coches de las personas de Podemos que acudieron a repeler La Caza I.

El mítico Jesús, Jesús Santos solo fue un día. Por miedo a que le crucificaran, supongo. Apuntaba maneras.

Ramón Espinar y Rita Maestre lo vieron desde casa, o desde Las Vegas, no sabemos exactamente. 

Yolanda tampoco. Marta Lois no había nacido.

La exdiputada Mercedes Pérez sí estuvo.

Amparo, una militante de El Escorial, se encontró su coche hecho una mierda. Ruedas pinchadas, rayones en la puerta.

A una pareja podemita le vandalizaron una tienda que tenían (o tienen) en Torrelodones.

—Rojos, fuera, decía la pintada.

¿Pero fuera de dónde?

Traigan el platillo volante, el GPS, las instrucciones y nosotras encantadas. Pero no nos pueden enseñar la puerta sin enseñarnos el destino. 

No sé si me explico.

Y la Guardia Civil ya saben. Todo por la Patria, la suya. Pedían los DNI a las puertas del Palacio de los Montero Iglesias según soplaba el viento.

A los fachas más bien poco (y eso que al orangután le filiaron en 51 ocasiones), y a los rojos mucho, muchísimo. 

No sé que tienen estos rojillos que me vuelven loco, que me vuelven loco. ¿Será su forma de amar? ¿Su sentimiento?

Tampoco nos quejemos. Nadie trajo napalm a granel para rociarlo sobre nosotras y tampoco hubo fusilamientos.

Las ganas estaban, pero se cortaron. Todo sea por el estado de derecho, Jordi Pujol, El Campechano y la momia de Felipe González.

Esta peli no tuvo un fin como el rancho de David Koresh en Texas. Menos mal.

Necesito apuntar que esa época sirvió para que muchas señoras que nunca habían paseado en su puñetera vida tuvieran que quitarle a hostias las polillas al chándal Le Coq Sportif y se contonearan por delante de casa de Irene y Pablo al grito de “el desgraciao”.

Repito: “vallecano” no era todavía un insulto.

Tonificaron músculos, dijeron cosas fascistas y volvieron a casa a decirle a sus maridos que se estaban poniendo to’ buenas para ellos, por la patria también.

La dieta de la rata, la llamaban.

Porque cayeron ratas (el verbo elegido por Margarita Robles) hacia el jardín de Montero Iglesias.

Óscar Puente hubiera dicho que llovían ratas.

Lloviendo piedras. Ken Loach. Haz una peli sobre esto, please.

Pero no cayeron, ni llovieron, ni por España ni por José Antonio. Las lanzaron, con mayor o menor puntería mientras los hijxs de la pareja jugaban al escondite inglés o a policías (de Marlaska) y ladrones (del PP).

Aclaramos que las ratas estaban muertas. A ver, que son fachas, pero tienen su corazoncito.

Los animales les gustan muertos, o torturados.

Y no, no eran ratoncillos de campo, ni ratas de dos patas.

El orangután en otra de sus ocurrencias llegó a subirse a una piedra para grabar el interior del recinto familiar. ¡Cómo manejan los primates la tecnología! Coser y cantar. Al menos no trajo una muñeca hinchable.

Pero como en Odisea 2001, sentía que había inventado el fuego. Unga, unga.

Aviso para despistados y despistadas, para desmemoriados o desmemoriadas: Esta gente/gentuza llegó a hackear las cámaras interiores de la casa (las de la alarma) de manera que se podía ver a esta familia roja haciendo cosas de rojos en Singapur, Ankara, Inverness o Sebastopol.

Ese fue el nivel de acoso. Esa fue La Caza I. La que aterrizó en el juicio.

Pero volvamos a La Caza II. Volvamos a la dichosa esquina entre la Calle Albarracín y la Calle Julián Camarillo.

En un receso salen Pablo Iglesias e Irene Montero de los juzgados para dar unas declaraciones. Lo que se llama en términos televisivos (hasta Ferri lo dice) “un canutazo”.

Les cuento la posición del campo para el lanzamiento de este penalti.

Dos porteros: Irene y Pablo.

Cinco lanzadores: los medios de comunicación (cloacas incluidas)

Un señor que no paraba de repetir no sé qué del jarabe democrático. Disco rayado, parece un yunque.

Una línea de siete defensores (de Podemos). La media de edad (por la hora) se la imaginan.

Y un hooligan fascista gritando chorradas sin ton ni son.

—A ver si devuelves el escaño.

¿Qué escaño?

Pablo termina poniendo cara de Charlton Heston en El Planeta de los Simios.

Irene interpela al firmamento para que aparezca una lechera de la policía, o dos.

Yo pienso: —Este cabrón de Marlaska ha dado órdenes para que no venga ni un centauro de la policía.

Rain Man le pega con el micrófono a Amelia en todas las gafas. Aguanta estoica el meneo. Las uvas de la ira.

Agorafóbica y encima tiene que aguantar a Rain Man. Siendo el verdadero Rain Man siete veces más inteligente que el portador del micrófono pero bueno…

Esta gente de Podemos merece sacar un par de eurodiputados más de los que les dan las encuestas solo por esta señora y su paciencia.

El hooligan pelado grita: —Maricón. A Pablo Iglesias.

Vallecano y maricón. Lo tiene todo este hombre.

Parece un sketch de Faemino y Cansado.

Usted no es budista, usted es gilopollas. Usted no es vallecano, usted es maricón.

Y sí, Pablo responde enfadado: —Maricón no es un insulto.

Nunca lo tuvo que ser, salvo que te lo diga un amigo.

—¿Qué pasa maricón?

Entonces sí. Todo bien.

Pero para esta gente si eres vallecano y maricón… al paredón.

Lola, una militante de Podemos que ha venido desde la Cochinchina andando con su bastón le grita a Rain Man: —A ver si le pasas la pensión alimenticia a tus hijos.

De La Caza II pasamos por un instante a “Kramer contra Kramer”.

Pero de repente nos trasladamos a “Días de Fútbol” o a “Evasión o Victoria”.

Se tira el penalti y da en el palo.

El palo de tener que esperar todavía que se dicte sentencia.

El palo de ver a la abogada del acusado soltar una parrafada que los medios graban sin darle al REC.

El palo de ver que no ha venido nadie de Sumar. Igual han perdido el bus. Desde el río Manzanares hasta el mar de micrófonos.

Yo llegué a pensar que el ministro Urtasun vendría a darles un abrazo a todos los asistentes, por tan maravillosa interpretación de esta secuela de El Planeta de los Simios. Pero nada, tendrá que volver Máxim Huerta para darle un poco de sentido a este ministerio.

La nave del ministerio.

Me voy a la redacción de Canal RED (¿no os he dicho nunca que trabajo ahí?) pensando en la cantidad de euro votos que le va a dar a la formación morada el rodaje de la película de hoy.

Un vallecano haciéndole frente a un simio, sin despeinarse.

Una cajera de supermercado señalando a “un fascista” porque le ha dado un pellizco a una chica para quitársela de en medio y grabar mejor. Jarabe de palo.

Un tío que además, según una señora, no le pasa la pensión alimenticia a sus hijos y que no para de decir “jarabe democrático” como un simio de repetición.

A las barricadas, a las urnas.

Cuando me piro con mi compañero Huáscar a comer un bocata…me paran unas chicas jovenes que estudian por la zona para preguntarme por qué hay tanta prensa, por qué qué tanto revuelo en esa esquina.

Les hablo del juicio, del acoso recibido por la pareja y su familia.

Parece que les hablo en euskera por la cara que ponen.

Txoria txori. Mikel Laboa, barkatu…baja y explícales que si les hubieran cortado las alas hubieran sido suyos, no habrían escapado.

Las expresiones que se dibujan en el rostro de estas jóvenes son una mezcla entre cara de póker, cara de asco, cara de venir de otro planeta, cara de estar muy empanadas, y cara de ver cada día la mierda de medios de comunicación que pueblan nuestro mando. 

Aquí el ramillete de respuestas:

—Ni idea.

—No me suena.

—Algo me suena.

—Me quiere sonar, pero no.

—Ni puta idea.

—¿Pero eso fue hace mucho, no? No me acuerdo.

—Ni puñetera idea.

—Me quiere sonar.

Y sí… gana por goleada “me quiere sonar”.

Es la mejor radiografía posible. Me tendría que fichar Tezanos o Belén Barreiros.

“Me quiere sonar” define a un país.

Me quiere sonar pero alguien se ha encargado de que no me suene.

Alguien me ha reventado los tímpanos con mierda mediática, alguien me ha dejado ciego de tanto fango.

No siento las piernas, no siento los ojos, no siento los oídos.

Me quiere sonar que no hace mucho había ratas voladoras, banderas agresoras, fachas vomitando encima de niños que jugaban a pintar dinosaurios.

Me quiere sonar que un día un vallecano intentó darle la vuelta este país. Sin rejas de por medio. Un tío que coqueteó con el sorpasso y le gritaron los dueños del país: —Sal fuera si tienes cojones.

Y salió. Y ya no vuelve ni a tiros. O por los tiros, precisamente.

Me quiere sonar que nos iba a meter en un platillo para asaltar los cielos.

Y los cielos nos asaltaron a nosotras y nos dijeron: —¿Dónde vais?

Me quiere sonar que les dijimos: —A la izquierda, siempre a la izquierda.

Porque el carril izquierdo siempre está vacío.

Y aquí seguimos, esquivando a las ratas voladoras, pintando dinosaurios.

Y no, no pasarán.

Jarabe antifascista, en vena.

No hay más respuestas, su señoría.