Perfect Tortilla
Este verano ha sido un desmadre, sin madre ya. Me quedaron varias asignaturas pendientes para septiembre. Las paso a enumerar:
1-Macroeconomía. (Ante la imposibilidad de pagarme unos días en un hostal en el norte tuve que conformarme con un viaje relámpago de 18 horas). Por suerte pude tomarme unas rabas y mojar los tobillos en el Cantábrico. Digo tobillos porque la marea baja era de tal calibre que para mojarte la pantorrilla tenías que ir andando hasta Galway (Irlanda).
2-Nefrología. No estar por la labor de vender un riñón para pagarme una habitación compartida en un YMCA de Cabezón de la Sal.
3-Astrología. Ante la incapacidad de ver una estrella fugaz y pedir un deseo vacacional me tuve que quedar en Ayusolandia con vistas a un río segoviano.
4-Ética. No fui capaz de camelarme a Yolanda Díaz y lograr que me invitara a su casa en Ferrol y conseguir que de paso me dejara participar en su posado playero. Yo también leo en la playa y soy de llevar silla. Si hay que meter tripa para la foto lo tengo complicado, la verdad.
Y ya está. Esas fueron mis asignaturas pendientes, aunque creo que me quedan para febrero. Y sumaré alguna más (Sentido Común, probablemente). Lo mejor del verano ha sido probar la tortilla de Irene Montero junto a un raquítico río segoviano. Estaba tan buena que no parecía que no llevara cebolla. Lloraba un poquito (la tortilla) y la comimos como si no hubiera un mañana. Porque mañana seguramente España tampoco será republicana. No se puede vetar a una tía que hace una tortilla tan espectacular. Mire usté.
Si llego a saber que la tortilla le sale tan bien la hubiera votado en las elecciones europeas (guiño). La tortilla de Montero, la silla de playa de Díaz. Ese es el Frente Amplio. Tan amplio que no hay manera de conseguir un cuerpo de ingenieros e ingenieras que tiendan un puente entre esos dos mundos tan irreconciliables. Oigo Frente Amplio y quiero que mis padres me pongan una peli de Robin Williams en el coche, en la tablet. Que nos gobierne la señora Doubtfire.
Las piedras de la discordia. Compras unas piedras en Leroy Merlin y resulta que al PNV canario le da por decir que las has robado a mano pasamontañas en ristre de una playa de Fuerteventura. Como si fueras Fuerteventura Durruti atracando a mano armada un pedregal en las Bárdenas Reales. El nivel de gilipollez y ridículo en el que cae una y otra vez la demencia patria es para hacérselo mirar. Pero no saben mirar, ni escuchar, ni leer entre líneas. Nos meten la letra pequeña por donde amargan los pepinos.
Que si la cremallera de una bolsa de verano es una raya de coca. Que si la suegra de la tortilla tiene una cuenta de Fidecaya en las Islas Granadinas. Que si Montero se ha hecho un bocata de piedras volcánicas y luego se ha refrescado el gaznate en un géyser. Como dice un amigo mío: —la mitad de este país es para echarlo al contenedor marrón—. Bueno realmente dice “son gilipollas”, pero lo he querido edulcorar.
Este verano me he puesto en serio con lo de la dieta. He estado a dieta de X, de la SER, de Kamala, de la burguesía catalana y del quilombo venezolano. Qué manera de perder. He intentado tragarme el jarabe de Gaza una vez más pero se me atraganta. Lo reconozco: he evitado ver imágenes del genocidio, ya no puedo más. Esa si que es la gran asignatura pendiente de este planeta, junto a los más de 70 o no sé cuántos conflictos armados. Las Islas Concertinas. Arguineguín ciudad de vacaciones. El Aaiún para el que se lo trabaje y lo lleve en las venas.
Lo reconozco: he disfrutado con el fichaje de Mbappe por Ferri porque sabía que se iban a dar la gran hostia. Al final tanto cromo, tanta chequera, te deja grogui. Los egos. El hecho de que solo hay una pelota y que el rival también existe, como el sur, como Mali. Si alguien escuchara un poco al Loco Bielsa… o los gritos de las pateras en medio de la nada.
Lo de la piña de Mercatrola lo trasladaría al Congreso. Un hemiciclo donde sus señorías trajeran en sus carros de la compra trozos de cayucos o una bandeja vacía de una nevera de algún currante, para ligar con el del partido rival y decirle: —Me pone tu sensibilidad ante lo que está ocurriendo en el mundo. Te espero en la comisión X. Vamos a puto arreglar el mundo, hostias. Que no se entere Junts—.
Pero lo veo complicado. Al Congreso todo el mundo viene ligado de casa. El PSOE atado y bien atado. El PP ya tú sabes, el partido más rancio de la derecha europea. De los demás ni hablo porque a este paso (salvo alguna honrosa excepción) van a terminar por desaparecer, con la piña boca arriba y la dignidad boca abajo.
Pedro Sánchez va a convocar un Congreso Federal en noviembre. Que tiemble Pablo Iglesias Posse. ¿Otro giro a la derecha del Peugeot 407 de Koldo? Al final van a terminar manifestándose en Ferraz contra ellos mismos. Chocando los carros repletos de latas de lentejas marca Barón Dandy. O las tomas o las dejas. Es el mercado, amigo. PSOE de entrada socialista tampoco. Patada en la puerta y todo arreglado. Con Rivera igual sí. Que vuelva Albert.
Este verano he descubierto que como abeja Willy que soy les encanto a las avispas asiáticas. Que el cine de verano se puede hacer en casa de un amigo con un par de pinzas, una sábana y Regreso al Futuro. El futuro es de ellos McFly, de los de siempre. También he descubierto que como jugador de waterpolo no le tengo nada que envidiar a Nanni Moretti. Y que en un picadito de fútbol me muevo menos que un chotis. Mete barriga Willy que todos los niños te quieren para hacer la bomba tsunami en la pisci.
He agradecido la tortilla de Montero y compartir cascada con su marido, en ese mismo raquítico río segoviano. Hubiera molado que hubiera tenido el pelo largo para darle más espectacularidad al momento y haber podido rodar una spot de Tulipán Negro pero bueno… ¿Quién soy yo para decirle que se deje el pelo largo again o para aclararle que las hamburguesas no son para el verano?
La única primicia que les puedo ofrecer es que en una decisión salomónica me han metido en el Consejo Editorial de Canal Red. Es el principio del fin de esta empresa. Yo, que quisiera trabajar de extra con Monty Python o ser el Warren Sánchez de Les Luthiers. Mi consejo sería que pusieran un horno para pizzas en el Garibaldi o que un día al mes se pudiera degustar allí la tortilla de Montero. Pero ¿quién soy yo para opinar sobre temas tan transcendentales? Con Veleta, no.
Este verano un amigo me ha descubierto al escritor Rodrigo García y una amiga me ha confesado que puedo estar en la casa de Saramago en Lanzarote en alma aunque no en cuerpo, ¡y qué cuerpo! En enero quiero presentar mi novela allí. Prometo llevar un túper con tortilla de quién ya sabéis y un pan de mi pueblo bajo el brazo. Porque los niños siempre venimos con un pan bajo el brazo.
Lo peor de la llegada de septiembre es volver a escuchar el nombre de Begoña, CGPJ, la momia de Franco en verbena permanente. Pero sobre todo lo peor es volver a toparme con Miriam Nogueras en el Congreso y confirmar que es incapaz de sonreír
Este verano también me he alegrado de que durante una anodina charla sobre política internacional (la interna de Morena) saltaran los aspersores del jardín donde se trataba de arreglar el mundo entre gente muy sabia y un meme como yo (meme, no memo). Yo sigo pensando que el mundo se arregla cuajando poco la tortilla y cuajando mucho el sentido del humor. Os lo dice una persona que tiene la gracia donde las avispas, asiáticas.
Lo peor de la llegada de septiembre es volver a escuchar el nombre de Begoña, CGPJ, la momia de Franco en verbena permanente. Pero sobre todo lo peor es volver a toparme con Miriam Nogueras en el Congreso y confirmar que es incapaz de sonreír. Dan ganas de hacer a Puchi presidente de las Cortes solo para verla sonreír durante dos segundos. Estamos ya hartas de que se tomen tanto en serio. Les regalo su país, sus banderas, sus fronteras. Que salten los aspersores, que salten los plomos (la gente aburrida). Que se mueran los siesos.
No me llames ácrata, llámame Columna Durruti. De Cuba a Argentina, atracando bancos. Un referente es Walter White, antisistema (gracias Chikes del Maíz). Lucio Urtubia desde los cielos por asaltar sigue haciendo placas de travellers cheques. City Bank el que llevo aquí colgado. Es mi mercado, amigo.
Emulemos al prota de “Perfect Days”. Dar cera, pulir cera, cuatro en raya en pleno baño público de Tokio. Las bicicletas son para decirle a tu sobrina que lo que importa es el ahora, atrapar sombras, leer, regar las plantas, pillarte un café de una máquina expendedora y conducir a ritmo de Lou Reed. También puedes poner una heladería artesana en algún lugar donde la gente diga “Hola mi niño” con ilusión o comprarte unos calcetines. Que Garibaldi entre en Valencia como El Cid, pero vivo. La veleta señala al sur.
Si alguien alguna vez me pregunta: —¿por qué dejaste todo (que era nada) para irte a una isla a escribir y no salir del mar?—,le daré mis claves de Filmin para que vea esa maravillosa peli de Wim Wenders. Transcurre en una isla, qué casualidad. Habría que crear un consejo editorial vital para aclarar si queremos seguir remando en la orilla o queremos desplegar las velas y empezar a decirle hola a las armas y empezar a cagarnos de risa. Necesitamos que alguien coja una manguera y nos riegue como a Carmen Maura, en agosto y en noviembre. La manga riega que aquí no llega. El himno de Riego.
No me paran de salir escenas de tiburones en los reels de Instagram, ninguno devora Borbones. El algoritmo no juega a mi favor. Tienen que saltar los aspersores. El agua lo arregla todo. La tortilla también. Que los saltamontes salten tan lejos como para llegar al bar de mi jefe. Chapulines en Lavapiés. Próximamente en su cine más cercano.
Terminan las vacaciones y el hijo de Trueba (Jonás) estrena peli. Puta estrella fugaz, me prometiste que no iba a estrenar nada más, nunca más. Madrid, ciudad hostil, llévame en volandas al mar. Volantis, juego de Tronos. Los dragones de The House of the Dragon también me han salvado el verano, aunque no coman tortilla sino cabrito braseado.
Fue un verano de decir adiós a la gente que una vez saltó con un “cuando quiero ser mala puedo ser muy mala” y también a la gente que vota a Ana o Pepe Botella. La paella sin bichos, la vida también.
Esta semana vuelvo a Gaza, a los desahucios, al micrófono, a las confesiones fuera de plano, a las lágrimas
Ahora que el ministro Urtasun quiere llevar a los niños de los colegios al cine le recomiendo que empiece por Silver Haze, una peli inglesa que te coloca todos los huesos del cuerpo y del cráneo. ¿Pero quién soy yo para decirle a un ministro lo que tiene que hacer? ¿Soy acaso Alberto Casero?
Esta semana vuelvo a Gaza, a los desahucios, al micrófono, a las confesiones fuera de plano, a las lágrimas. Vuelvo a contar muertos de gente querida a la que entrevisto. Vuelvo a las armas, las de destrucción masiva y a las de baja y alta intensidad que se fabrican en España. Sindicato de inquilinas, Línea 7 de Metro, la fosa de los brigadistas internacionales, la tala del árbol de la vida, las noticias no tan básicas. La vida sigue. Necesito unas vacaciones.
Adiós a la tortilla de Montero. Adiós al niño chicharrero que en ese río segoviano nos dio de viva voz su dirección en su isla por si algún día queríamos visitarle. Solo los niños hacen eso. Iré, iremos, por Saramago, por Silvio Rodríguez y por un amigo con bigote y pelo a lo Maradona que un día jugó de delantero en Segunda A y todavía sabe elevarse para rematar de cabeza y marcarle un gol o dos a la mediocridad. Perfect days, perfect tortilla.