Sacadme de aquí

Protesta vecinal ante el desahucio de una mujer de 80 años
Tendré 70 años y seguiré grabando, enfocando, encuadrando y preguntando. La curiosidad mató al reportero

Desahucian a Aurora de 80 años y le da una bajada de tensión mientras unos antidisturbios la conminan a darse prisa para desalojar la que ya no es su vivienda por obra y gracia de un BlackRock marca Hacendado. Aurora desaparece de un plumazo del barrio en el que llevaba 67 años. Su hijo Roberto la ayuda a bajar las cosas mientras la UIP le grita: —Los he visto más rápidos.

Gustavo Fring (Breaking Bad) comparado con la comisión judicial que echa a Aurora de su casa a empujones es “The Dude” de “El Gran Lebowsky”. Una morena y una rubia (nos confirma Rober), hijas del pueblo de Madrid. De profesión: asustaviejas, aniquilaviejas, sepultaviejas. Todavía se permite una de ellas reírse de la indumentaria que lleva Rober (pantalón corto y camiseta blanca una talla mayor): —Vaya pintas que llevas.

¿Debería ir uno de traje al desahucio de su madre? ¿Gris marengo? ¿Corbata? ¿Pajarita? 80 años no es nada, qué febril la bajada hacia el portal. La tensión por los suelos, el bolso que se queda atrás. La vida se le pasa a Aurora en fotogramas, un túnel blanco custodiado por hombres de azul oscuro con charreteras y un casco que cuelga del cinturón. La porra extensible asoma también, siempre vigilante. Nos van a terminar obligando a ir de etiqueta al desahucio de nuestra gente. Tiempo al tiempo.

Las activistas increpan a los hombres de Marlaska. A la mayoría se la sopla, pero hay uno que tiene los ojos vidriosos. Está a punto de soltar una lágrima

Fuera de la casa (que está en Getafe, pero podría estar en Durango o en Algeciras) hay un escuadrón de vecinos y activistas dispuestos a que dejen entrar a los otros dos hijos para recoger sus enseres, que son nuestros enseres. Pero la UIP tiene orden (de la morena y de la rubia, hijas del pueblo de Madrid) de no dejar pasar a nadie más. Lola tiene su ordenador allí, y sus bragas. Félix quería acompañar a su madre en estos momentos tan jodidos, pero nada. —No puedo más, solo quiero estar con mi madre. Es toda una mierda, una mierda—. Se echa a llorar en mi micrófono. Yo estoy a punto también de llorar. ¿Cuántas lágrimas se pueden acumular en ocho años?

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Las activistas increpan a los hombres de Marlaska. A la mayoría se la sopla, pero hay uno que tiene los ojos vidriosos. Está a punto de soltar una lágrima. —¿Vosotros no tenéis madre o qué?, grita Mónica, una activista de la PAH. El UIP que lleva la voz cantante tiene un nudo en la garganta, no sabe dónde meterse. El resto está en su salsa. Uno de ellos se está descojonando junto al portal por donde ya no pasará nunca más Aurora con su carrito de la compra.

Parece un plató de televisión. Frases perfectas, movimientos que parecen ensayados. —Medidas sociales y no policiales, grita la gente. Podría ser una peli de Tarantino o de Juan Diego Botto, pero no, es el pan congelado nuestro de cada día, con levadura madre, madre de 80 años.

La alcaldesa del PSOE se ha quedado atornillada a su sillón en el ayuntamiento. A Pedro Sánchez le llegarán las imágenes de Canal Red, porque le llega todo. Yolanda Díaz se echará un mechón de pelo delante de los ojos para no mirar. Y la ministra de Vivienda Isabel Rodríguez se pedirá una Fanta de naranja on the rocks en la cafetería de Moncloa pensando a dónde se irá de vacaciones el día del Pilar.

Lola logra al fin recuperar su ordenador y sus bragas, por ese orden. Aurora tiene solución habitacional porque unos amigos le han dejado un piso de alquiler a buen precio. Donde no llega el estado llegan las amigas. Y luego nos preguntan por qué los anarquistas no creemos en el estado. El estado gaseoso de la realidad, el estado líquido de la vida diaria. Iban a crear un parque estatal de viviendas, iban a derogar la ley mordaza, iban a devolvernos la llave de nuestra nevera, iban a parar los putos desahucios, iban de dejar de empujar a nuestras abuelas por las escaleras. Iban a hacer tantas cosas… La democracia acaba aquí.

Dos días antes estuve en una tumbada contra el genocidio en Gaza. Como siempre dejé a un lado a los cabecillas de la convocatoria y me centré en las palestinas y palestinos que acuden allí con cara de haberlo perdido todo. Duha, Sajeda, Salim, Noor, Jalil, Salah, Rashad, Ali… Yo cada vez que les pongo el micrófono delante de la boca trago saliva e intento deshacer como puedo el nudo en el estómago. Con el ruido del megáfono y los cánticos apenas escucho lo que dicen, pero lo intuyo. Cuando llego a casa y edito lo escucho todo perfectamente. Solo en la madrugada. —Cada vez que hablo con mi familia en Gaza falta alguien, mi sobrina, mi tía… mi tío—.

Pero todo da igual siempre que sepas si eres más de Motos o de Broncano. El CIS le da la victoria al padrino de Mari Chus Montero

Estoy harto del REC, de ese testigo rojo que indica en qué preciso instante me pongo a grabar penas, angustias… angustias y penas que no tienen solución posible ni a corto ni a largo plazo porque somos una humanidad de mierda. La Nakba planetaria. Estamos gobernados por dementes. Echando gasolina cada día a las decenas de conflictos bélicos.

Que Pedro Sánchez vaya a los Verdi a ver la peli “El 47” no está mal, pero debería ir a ver “El Monje y el Rifle”. Una cura para la gilipollez mundial y las ansias de empeorarlo todo. Pedro sale de la peli hablando de conquistas sociales como si él hubiera liderado alguna (además de la de no pactar a regañadientes con Rivera). Pedro se cree Rosa Parks y es Leopoldo Calvo Sotelo. Me dijo alguien cercano (a él) hace un tiempo que este hombre no tiene amigos. Solo si te necesita. Ese consejo de ministros (salvo dos o tres excepciones) es un despropósito semanal.

Pero todo da igual siempre que sepas si eres más de Motos o de Broncano. El CIS le da la victoria al padrino de Mari Chus Montero. Que Blas Infante nos pille confesaos. Junts se cuela en nuestras vidas como ese vecino pesado que no para de hacer ruido y además nunca saluda en el ascensor. Juntos, un día entre dos parece mucho más que un día, que un año. Si tú eres así (de facha) qué bueno que ahora estés junto a mí.

La vida sigue igual. Unos que roban y otros que robarán. La vivienda por las nubes y los vehículos para alcanzar esas nubes consumiendo un combustible que solo está al alcance de los de siempre. Hoy quería hablar del humor, pero se me ha metido España en el ojo y Aurora en el alma. Los he visto más rápidos, qué pintas tienes, desahuciando que es gerundio. Al Borbón rogando y con la porra dando. 6 de Zaragoza, 6 de La Suiza que estáis en la trena, os esperamos. Un ternasco y un cachopo para celebrar. No olvidéis que Pedro va a sacar no sé qué medida de regeneración democrática y seguro que sois su prioridad. No puede ser tan cabrón.

Estoy orgulloso de nuestros barrios, de nuestros mayores, de su furia, de su dignidad, pero llevo demasiados rollos revelados. Revela tu rollo. El cuarto oscuro de la democracia española tiene la puerta atrancada

Aurora, Lola, Duha, Sajeda y Rober se cuelan en mis pesadillas. Me levanto en mitad de la noche y veo desahucios en Gaza y bombas en Getafe. Me dicen que a la persona que coge el 024 (la línea de atención a la conducta suicida) la cambian cada cierto tiempo y la destinan a otros lugares menos inhóspitos. Yo llevo ocho años grabando protestas vecinales que apenas han salvado unos cuantos árboles y poco más. Llevo ocho años grabando fosas comunes de las que apenas se han sacado el 2% de lo que hay debajo de la tierra. Y lo que hay ahí son personas. Gente que tiene familia que se está muriendo. Sobre todo, la familia que le abrió la puerta a los verdugos. Igual eso es lo que quiere el Estado. Que se mueran los feos, los fusilados, los desahuciados.

Si en el periodismo uno pudiera elegir destino y no estar atado de pies y manos a Madrid… dejaría el micrófono apoyado en la verja del Ministerio de Exteriores y cogería el coche hasta hincar las ruedas en una playa del norte. Estoy harto de empatar, de causas perdidas, de gritos que no le llegan a nadie, de megáfonos que desafinan y se acoplan. Harto ya de estar harto ya me cansé. Quiero vagabundear, y ver el mar, la mar.

Estoy orgulloso de nuestros barrios, de nuestros mayores, de su furia, de su dignidad, pero llevo demasiados rollos revelados. Revela tu rollo. El cuarto oscuro de la democracia española tiene la puerta atrancada. Y a mí me ha tocado dar fe (micrófono en ristre) de cada movimiento sísmico, de cada hostia al pueblo llano, que de llano no tiene nada. Es una gran cuesta arriba. El Tourmalet. Cuesta arriba y con frenos. Hay que tomar la Moncloa y la Zarzuela, el Kremlim, la Casa Blanca, la Casa Rosada, el Palacio de Miraflores, Downing Street e irnos luego a la cabaña de Thoreau. Pero con vistas al mar.

Esta semana me dijo una amiga periodista que trabaja en El Intermedio que andan buscando un reportero de política para el nuevo CQC. Hace 18 años no me cogieron por gordo (y estaba más delgado que ahora, jeje). Me hicieron varias pruebas y una de ellas era pedir una pizza y ver cuántas porciones me tomaba. Cuando iba a coger la tercera me preguntaron de mala onda (eran porteños) si no era ya suficiente con dos. Pues no, menos de tres es pecado. Suspendí. Me alegré de que no me cogieran. No me gustan los trajes, ni las gafas de sol, ni tener ochenta guionistas dándote por saco en la oreja. —Tienes que preguntar esto… o aquello—. Además, la actualidad me sobrepasa (por no decir que me aburre), la política actual es un delirio y perseguir políticos para quedar por encima de ellos es un rollo macabeo. Me aburro, ¿cuándo llegamos?

Paso de CQC, a la mierda El Hormiguero, ciao a La Revuelta. Me quedo con Jimmy Fallon. Hace poco murió su madre (Gloria) y estuvo una semana fuera de su plató, acompañándola en el hospital. A su vuelta contó en directo el porqué de su ausencia. Se echó a llorar y contó que su madre había muerto. Y contó también como cuando era pequeño su madre les llevaba a él y a su hermana de la mano y cuando les apretaba la mano tres veces era para decirles en alto: —I love you. (Os quiero)— La vida es eso. Basta ya de charangas y panderetas 24/7. Dame humanidad que quiero morir.

Ante los hombres de Marlaska y las bombas de Netanyahu nos queda seducir a los jóvenes para que tiren por la ventana sus sillones ergonómicos de youtubers y bajen a la calle

Estos días también me he enterado de otra mala noticia. En seis años la serie Better Call Saul recibió 46 nominaciones a los Emmy y cero premios. Esta semana el premio al mejor actor tampoco fue para Saul (Bob Odenkirk). Tampoco el de mejor actriz fue para Kim (Rhae Seehorn). La mierda de Ted Lasso fue premiada como la mejor serie. El mensaje es muy claro: los dueños de los Emmy no quieren arte en la televisión, no quieren series complejas. Quieren escándalo, amarillismo, lo fácil, lo barato, AR, Griso, Terradillos en vena. Better Call Saul es probablemente una de las mejores series de todos los tiempos. Mike y Jim (o Saul) mano a mano, como Dean Martin y Jerry Lewis. No está hecha la miel para la boca de los Santiago Segura de Sunset Boulevard. Faltan profesionales, decía Andrés Montes. Faltan tantas cosas…

Por eso ante los hombres de Marlaska y las bombas de Netanyahu nos queda seducir a los jóvenes para que tiren por la ventana sus sillones ergonómicos de youtubers y bajen a la calle. Y nos queda el humor. Nos queda Joe Pesci y la mejor escena de “Uno de los nuestros” (Goodfellas). Su famoso: —¿Te hago reír?, ¿crees que soy gracioso? Scorsesse confesó que esa escena fue improvisada por Pesci. La vida es eso también: tirar el teleprompter por la ventana, abrir una brecha y que el talento haga su magia. Yo tengo un pijama con esa frase: —¿Funny?, ¿Funny how?

Prometí hace un par de semanas hablar del humor, lo sé. Os diré que siempre estuvo mal visto reírse en las redacciones de los medios. Si te lo pasabas bien daba la impresión (de cara a los jefes) que no estabas haciendo bien tu trabajo. Trepaban los serios, los que siempre estaban con la cabeza metida en el ordenador (aunque estuvieran realmente jugando al solitario). Como decía Jerry Seinfeld en los años 90 le preguntabas a tus amigos si les gustaba su vida, si les gustaba lo que hacían. Ahora según el creador de una de las mejores series de la TV solo te preguntan cuánto ganas al año. Cómo hemos cambiado. Qué lejos ha quedado aquella amistad.

El otro día me encontré por la calle a una ex compañera de redacción cuya carrera fue meteórica. De redactora rasa a editora de un informativo estrella en cuestión de semanas (por razones que no vienen al caso). Y aquí sigo yo… en la rue, dándole al REC, sintiendo el aliento del walkie talkie de los antidisturbios, grabando las vallas naranjas de obra con unas manos ajadas que las mueven como quien quiere mover el mundo. Haciendo cine callejero mientras otros son carne de plató. Nacieron para presentar. Cualquier día se les cae el techo encima y descubren que hay vida más allá de Prado del Rey, Fuencarral, SS de los Reyes y Cinecittá.

Tendré 70 años y seguiré grabando, enfocando, encuadrando y preguntando. La curiosidad mató al reportero. Ojalá más pronto que tarde pueda ser en un lugar donde no haya marlaskitos con casco y rodilleras, ni fondos buitres sobrevolando nuestras cabecitas, ni jóvenes palestinas con el luto por los suelos y la lágrima en la recámara. Un lugar donde no haya políticos que abran puertas con hachas, que cambien la cerradura en cinco minutos y que fabriquen armas de destrucción masiva en menos que canta un gallo gazatí.

No pido tanto: humor y mudarme de planeta. El norte también existe. Y sí, todavía echo de menos a Gandolfini. —La vida no tiene cura, dijo… y se quedó tan pancho.