Vamos a morir igual
Los palestinos y palestinas se van a morir igual.
Da igual si las armas las fabrica España o Trinidad y Tobago.
Bombas, granadas, cartuchos made in Spain, made in Palencia, made in Euskadi, made in hell.
Da igual si fueron despachados después del 7 de octubre (que lo fueron según los datos del Delàs Center for Peace Studies) o antes de esa fecha.
Porque lo del estado sionista no es de ahora, lleva 76 años dinamitando las esperanzas de vida del pueblo palestino. Sabra y Shatila, David y Goliat.
Van a morir igual. Hoy, mañana, pasado mañana. Por los siglos de los siglos.
¿Qué más da quién aprieta el gatillo, quién fabrica las armas? (Dirán entre risas mientras se bajan un gin tonic lleno de ortigas).
Cuando vendes (y compras) armas a Israel estás contribuyendo al genocidio. Eso lo entiende hasta un niño de preescolar de una escuela de Gaza (si no ha sido volada por los aires).
La abuela de una gran amiga siempre decía: “No se puede querer chocolomo, o quieres chocolate o quieres lomo”.
Pero hay cada día más gente que quiere estar al plato, a las tajadas y a no pronunciar la palabra GE NO CI DIO.
El pueblo palestino se desploma por la ola de calor en pleno invierno. Caídos por Palestina. No les asesinan, mueren, muerte natural. Se han resbalado en la ducha.
Viva el chocolomo.
Al PSOE y a los satélites “progresistas” (progreso para Israel, ya tú sabes) les pasa igual. Le guiñan un ojo al pueblo saharaui mientras saquean los recursos naturales del Sáhara Occidental (ocupado, sí… sigue ocupado) y no puto permiten que se haga de una vez por todas un referéndum de autodeterminación. Baker resucita. Albares vete ya.
Les pasa igual con Palestina y con más causas justas. Un día sí y otro también.
No derogan la Ley Mordaza ni hartos de vino. No derogan la ley 15/97 para no privatizar la Sanidad Pública ni aunque se lo ordene Pablo Iglesias Posse desde el cielo marxista. Suresnes eres como una utopía, me acerco un metro y te alejas diez.
No le ponen coto a los fondos buitre ni por asomo. Alimentan al buitre con pienso para gatos. Y se lo traga. La SAREB, la pinche SAREB de sus amores. Llevan su nombre tatuado.
A Corcuera rogando y con el mazo dando.
Pero lo de Palestina clama al cielo, ese cielo que ya ni se ve por culpa del fósforo blanco. Lo único blanco que queda en Gaza, todo lo demás es luto. Bomba aquí y bomba allá, maquíllate, maquíllate. Ya solo se pueden maquillar las israelíes.
Las imágenes que vemos en Al Jazeera (sí, reconozco que no pongo a Vicente Vallés, sorry) son reales, no son grabadas en un cinecittá gazatí.
Los miembros amputados de niñas y niños son miembros amputados de niñas y niños. Los escombros con trozos de neveras que algún día alimentaron (de aquella manera) a familias enteras frente a un televisor que ya tampoco existe están ahí, se pueden tocar con la mano, la mano de Dios, de Alá o de Federico (Engels).
Los libros destrozados se juntan entre los escombros con gafas de presbicia y marcapáginas con una acuarela donde se puede leer “Visit Palestine”.
Los pedazos de metralla duermen junto a torsos que algún día paseaban por las calles de Gaza camino a la panadería del barrio para pedir una docena de panes de pita. Y sí, hay pies enterrados debajo de muros de los que hace unas semanas colgaba un retrato de boda en los que dos personas sonreían pensando en llegar juntos a su 25 aniversario, y que fuera en una Palestina libre. Libre de bombas que se fabrican aquí, también.
Eso está ahí. Como los campamentos de refugiados en medio de un inhóspito desierto argelino al otro lado de miles de minas anti persona. Y como la celda polaca del periodista vasco Pablo (Pavel) González. Albares no vayas a una manifestación por su liberación, no tendría sentido, hazme caso.
Todo eso está ahí varado como las concertinas de Melilla y las escasas neuronas de Trump, Milei, Ansar o Felipe.
En el mismo lugar que las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, la credibilidad de Richard Nixon o los planos del maravilloso trazado del Metro de Esperanza Aguirre en San Fernando de Herares.
El genocidio palestino (con más cómplices que extras en una peli de romanos) se cuela cada día en nuestras vidas. Hay gente que lo mira, se indigna y al rato se echa una partida de brisca y hay gente que lo mira de soslayo y ni se inmuta. El típico votante de UCD o como se llame ahora eso.
Luego están los que nos lo llevamos dentro, allá donde vamos… a la cama, al trayecto en bus, a las conversaciones entre amigas, a la vida. Gente con alta sensibilidad o simplemente “seres humanos” (recalcando lo último).
Y no, me prometen mis amigas y amigos palestinos que lo que ocurre en Gaza, Cisjordania, Rafah… no es una pinche serie de Netflix. Skip intro. Va más allá. Es mucho más sencillo de entender.
No sé lo que hay debajo de Gaza que tanto interés tiene para los discípulos de Golda Meir, Ariel Sharon o los inquilinos del Hotel California de Eagles.
Pero lo que hay en la superficie es la intención meditada de acabar de una vez con todas con el pueblo palestino. Total, van a morir igual. Porque tú lo digas.
Y no va a ser con claveles que crecieron en los jardines de Babilonia sino con armas fabricadas en el país que hace ocho décadas se agarró a las armas para vencer al fascismo. Cuartel de la Montaña qué mal resistes los tiroteos.
General Mola, Netanyahu… dejadnos en paz. Si he dicho… en paz.
Por eso dirán que iban a morir igual si las armas se fabricaban aquí o en Pernambuco. Pero yo no vivo en Pernambuco. Ni el gobierno de mi país tiene sede en Recife (capital de Pernambuco).
No sé qué tenemos que hacer para parar el genocidio. Si ponerles lentillas azules y teñirle el pelo de rubio a los palestinos y palestinas. Quemar sus kufiyas, arrancarles de cuajo la media luna y el Corán (ojo que hay muchos palestinos ateos y hasta marxistas) o no sé qué. 76 años dando por saco, no hay manera de que entiendan nada. Vais a morir igual.
Que se dejen de regar sus malditos limoneros, que aprendan a jugar al golf. Que devuelvan las llaves de sus casas de antes de la Nakba y que aprendan a hablar hebreo o algo que se entienda (ya me entiendes).
Que se aclaren la piel como Michael Jackson. Que sean suecos con aspecto israelí, que no coman con la mano y que no digan todo el rato inshalá.
Porque si no hacen todo eso van a morir, con armas que se fabrican en… (sí, habéis acertado).
Crecerán como setas las fábricas de armas en Argamasilla de Tormes, Hurones de Castroponce y otras localidades de la Castilla profunda.
Aumentarán las manifestaciones a favor de un alto el fuego entre el misil teledirigido sionista y el tirachinas palestino.
A los ministros del PSOE les faltarán horas para ir a tanta manifestación.
Las de “OTAN de entrada no pero sí”.
Las del “Sáhara Libre pero atado con esposas a la cama de Mohamed Sexto esquina con El preparao´”.
Las de “Stop Desahucios pero a tope con los fondos buitre”.
Las de “Solo sí es sí pero con heridita porfa please”.
Las de “pocos policías mató la ETA pero viva la Guardia Civil”.
Pero sobre todo las de “Viva la prensa libre e independiente pero no me preguntes por qué seguimos vendiendo armas para volar por los aires a miles de familias que ven la tele en Gaza o leen un libro en Gaza, o se echan unas risas delante de su casa con sus vecinas y vecinos, en Gaza.
Porque la culpa siempre será del empedrado. Nunca del que va tropezando de contradicción en contradicción y tiro (al inocente) porque me toca.
Háganselo mirar. Y no disparen al mensajero, de hecho… no disparen a nadie. Claveles mejor.
Los que vais a morir igual también sois vosotros. Con pena y sin gloria.
Cargando en vuestros hombros con los escombros de uno de los pueblos más dignos que ha parido el Big Bang.
Idos de una vez por todas a esparragar, con vuestras armas y vuestro mirar hacia el otro lado.
Idos al rincón o mejor dicho… al planeta de pensar.
Cuando volváis en unos años (o siglos) escoged al menos una manifestación en la que podáis marchar sin tener que agachar la cabeza.
Se llaman: VA LO RES.
Y sí, los que vamos a morir de pena y asco os saludamos. Con una peineta.