Milei quiere mudar a la Argentina
El expresidente de Uruguay suele decir que su país “no se puede mudar de barrio”. Lo dice jocosamente porque Uruguay es un pequeño país de apenas tres millones de habitantes enclavado entre Argentina y Brasil. Y un país no se puede mudar a otro continente. Uruguay sufre por ello en casi todas las negociaciones comerciales, políticas o diplomáticas ya que los dos gigantes que lo rodean son mucho más poderosos y casi siempre le roban el protagonismo. Salvo, tal vez, en el futbol o el festejo del carnaval.
Desde ya que es una obviedad decir que un país no se puede mudar de barrio. Sin embargo, cuando se analizan las declaraciones y el accionar de Javier Milei al frente de la Argentina, pareciera que quiere trasladar al país a otro hemisferio, más específicamente, sacarlo del sur global y llevarlo al norte. Tampoco es una sorpresa ya que —en más de una oportunidad— ha dicho que su alineamiento es con Estados Unidos e Israel, que —como todo el mundo sabe— están fuera de América Latina y el Caribe.
Si se analizan los viajes internacionales de Milei y su participación en encuentros regionales, se puede corroborar que —por ahora— América Latina y el Caribe no es parte de su agenda política o diplomática. Desde que asumió la presidencia el 10 de diciembre de 2023 viajó al Foro Económico de Davos (enero), a Israel en un viaje personal que combinó con una visita al Vaticano y a Italia, (febrero), a Washington para una conferencia conservadora donde se vio con Donald Trump (febrero) y en abril a Miami para recibir una distinción de una comunidad judía. América Latina brilla por su ausencia. Es más, Milei y algunos miembros de su gabinete ya tuvieron altercados con Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, México y Venezuela.
Por otra parte, se ha congelado la participación argentina en varios organismos internacionales. Entre el 15 y el 18 de abril se realizó en Chile la séptima reunión del “Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible 2024” en el marco de la Agenda 2030 de la ONU, donde se trabajó para eliminar la pobreza, el hambre y los efectos del cambio climático, entre otros temas. A la Argentina le correspondía presidir el Foro. Sorpresivamente, se envió una carta para explicar que los funcionarios argentinos estaban muy “ocupados” con otros menesteres y que no iban a presidirlo. Un papelón. En realidad, Milei está en contra de la Agenda 2030 en sintonía con Donald Trump, los impulsores del terraplanismo, los antivacunas y varios partidos de extrema derecha que la consideran parte de una conspiración “globalista” impulsada por una “élite judeo-socialista”que busca destruir occidente y la hispanidad. Todo mezclado, como solía recitar el gran poeta cubano Nicolás Guillén.
Milei tampoco participó de una reunión virtual de presidentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en la que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, denunció el secuestro del exvicepresidente ecuatoriano, Jorge Glas, de su sede diplomática en Quito. Milei no quiere mezclarse con los mandatarios progresistas a quienes desprecia , a pesar de que el tema lo toca de cerca. En la sede diplomática argentina en Caracas hay seis venezolanos a los que se les ha otorgado asilo diplomático. Además, desde Buenos Aires se le advirtió al gobierno de Venezuela sobre cualquier acción que pusiera en peligro la salvaguarda de la misión. A pesar de la importancia del tema, ignoró por completo la reunión.
La frutilla del postre la colocó el ministro de defensa Luis Petri al presentar una carta de intención para que la Argentina se convierta en “socio global” de la OTAN, la Alianza del Tratado del Atlántico Norte. Vale la pena recordar que la OTAN es una alianza militar y que uno de sus principales socios es el Reino Unido, que ocupa las Islas Malvinas, y que se enfrentó a la Argentina en 1982. La Argentina ya tuvo un antecedente de acercamiento a la OTAN, y en particular a los Estados Unidos, el principal impulsor y sostén de la alianza militar que apoyó a en 1982. En 1991, el entonces presidente Carlos Menem envió dos buques de guerra para contribuir al bloqueo a Irak que había invadido Kuwait el 2 de agosto de 1990 y que desembocó en lo que se conoció como la “Guerra del Golfo”. Menem estaba convencido, o le hicieron creer, que sería recompensado por su apoyo y que formaría parte de la millonaria reconstrucción de Kuwait, valuada en unos 100 mil millones de dólares, lo que no sucedió.
La política exterior de Milei siempre está acompañada con un lenguaje de la guerra fría como si estuviéramos en 1945. Milei parece estar convencido de que es parte de un mundo “occidental” —liderado por Estados Unidos e Israel— que pelea por el futuro de la civilización y que está llamado a ocupar un lugar privilegiado. Para eso debería mudar la Argentina al hemisferio norte. Y mal que le pese, eso es imposible.