Te trae por sendas europeas la presentación de tu noveno álbum de estudio, ‘La Cantimplora’. ¿Qué nuevas pócimas o brebajes guarda esta cantimplora que no hayamos bebido antes en tus anteriores discos?
EB: Viene con bailes y letras que atraviesan lo que venimos viviendo. Desde como yo lo siento, a veces es difícil describirse uno, me parece que es mi disco más bailable, y en este sentido, tal vez más amable. Vengo de hacer una música bastante entreverada. Sigue habiendo laberintos, porque me encanta dejar cuestiones subliminales, para quien quiera meterse en ese doble paladar, escuchar un poco más allá, pero a la vez es probablemente, de mis discos, el que mejor soporta también una escucha más desinteresada. En mi caso, eso es todo un desafío, porque vengo mucho de la minucia, de ponerme ahí con una cosita y quedarme componiendo verticalmente, en un mismo lugar donde aparecen multitud de fibras. En ese camino, a veces nos enredamos un montón.
De pronto, sin embargo, cuando le ponemos un baile, cuando se pueden lavar los platos mientras dejamos el disco puesto de fondo, en mi caso supone una cosa linda y nueva. Estoy yendo hacia eso. Trato de combinarlo con lo otro. Que quien quiera pueda poner el disco de fondo y que quien quiera algo más, vaya a buscarlo. Seguramente lo encuentre.
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¿Qué representa ese objeto para Ezequiel Borra, la cantimplora?
EB: La cantimplora es un símbolo, es una especie de sinecdoque del ermitaño, que es el personaje de este disco. Un poco viene siendo lo que voy encarnando. Uno se mira en el espejo de la obra para después saber despedirse de eso. Me parece que la cantimplora representa el viaje, aquello que contiene el agua, lo que sirve para seguir adelante. Como las canciones.
Tengo entendido que viene del catalán. Canta y plora, que quiere decir: canta y llora. Se compara el sonido del agua en la vasija con un canto, con un rezo, con un sollozo, con una plegaria. Me gusta esa comparación. La plegaria se la suele identificar como un momento en el que se pide, pero si se investiga un poco ahí, parece que la plegaria más profunda es aquella que no pide nada, que tiene que ver más con la confianza, con una fe poética.
Es también un recuerdo para mí este disco. La cantimplora me recuerda constantemente que tengo que volver al agua del presente.
Naciste en Buenos Aires y has vivido allí casi toda tu vida, salvando tus incontables e incesantes viajes por el mundo, pero hace unos años, en el 2020, decidiste dejar la ciudad de la furia y mudar tu residencia habitual al campo, en concreto a Sierras Chicas, en la provincia de Córdoba. ¿Por qué tomaste esta decisión, qué ha supuesto en tu vida como persona y como creador? ¿Y qué tiene que ver con este disco ese cambio profundo?
EB: Ha tenido muchísimo que ver con este disco. Yo ya venía cantándole al viento y cantándole al sol incluso encerrado en una habitación en Buenos Aires. Y necesitaba vivir con esos pájaros, con esa montaña. Aparecí por Córdoba durante años, siempre coqueteando con quedarme un tiempo más. Me terminó de dar el empujoncito final nuestro año de encierro, la pandemia. Paradójicamente tuve la dicha de quedarme encerrado en lo inconmensurable. Tenía muchas hectáreas ahí para caminar. Casual o causalmente, me fui definitivamente justo dos semanas antes de la pandemia a Sierras Chicas. Me quedé.
De ahí me empezaron a crecer la barba y las canciones. Algunas ya las traía, pero esas también se fueron coloreando. Yo venía arrastrando de otros discos un personaje, ‘el sonámbulo’, como aquel que se quiere despertar y no puede, que va cantando mientras tanto, el hombre de ciudad, enajenado. Entonces es como que lo sucede en mis pieles otro personaje, ‘el ermitaño’. Aunque sigue arrastrando una pregunta, que la pueden encontrar en todos mis discos, el “¿usted está aquí?”. Antes estaba en la frente del sonámbulo y ahora está en la cantimplora. Se convierte en una bebida, la bebida de la presencia.
Cuando estamos en la montaña, parece que va bajando la espuma. En la ciudad parece que el tiempo corre por nosotros, en vez de al revés. Pero me faltan años para que baje del todo esa espuma, también te digo. A veces estoy en ese descampado, con caballos, pájaros, río, y yo estoy como si estuviera en Corrientes con Callao, por momentos.
¿Dónde se encuentra uno más solo, en una gran ciudad como Buenos Aires o en Sierras Chicas?
EB: Son dos tipos diferentes de soledades. Sentirse solo tiene quizás una connotación negativa para la manera habitual de hablar. Sin embargo, la soledad dulce, la soledad nutritiva, por decirlo de alguna manera, está muy bien. De hecho, es algo para conquistar, en el buen sentido. Creo que estamos acostumbrados a una soledad interferida, llena de mensajitos. Quizás un regalo que nos dio la pandemia, lamentando por supuesto todo el sufrimiento que se vivió, para los que tuvimos el privilegio de quedar con el cogote afuera, fue experimentar una soledad más pura. En mi caso, me sentó muy bien. La necesitaba.
La soledad es bien. Hay que ir a buscarla de una manera afectuosa, para después poder volver de ella y compartir desde un lugar más sano.
Nos encontramos en pleno proceso electoral en tu país, en Argentina. ¿Cómo ves la situación? ¿Qué sensaciones despierta en ti, preocupación, temor, desconfianza, desesperación, algún tipo de esperanza, ese qué sé yo…?
EB: Todas esas, temor, desesperación, angustia… No solamente por lo que pasa en la Argentina. Estamos con el dolor de Palestina, por ejemplo. Y con el dolor de una especie de hipocresía mundial que incluso la siento en mí a veces, porque cuando pasas por delante de alguien que está tirado en la calle una y otra vez, llega un momento que no lo ves. Estamos así. En cuanto a Argentina, estamos mal acostumbrados a unos oleajes de extravío tremendos, la gente vota para un lado, vota para el otro, y nunca se sabe lo que puede ocurrir. Salimos un poco aliviados de la votación antes del balotaje, pero un poco, no más. Si en un lado teníamos a un monstruo, en el otro tampoco teníamos al mesías. Estamos votando más bien en contra del que no nos gusta, no tanto a favor de lo otro.
De los más repetidos eslóganes de las últimas campañas de uno de los partidos ha sido “viva la libertad, carajo”. ¿Qué te parece esa libertad de Javier Milei, el uso que hace del concepto?
EB: No me dice gran cosa. Como muchas otras palabras, la palabra ‘libertad’ es polisémica. Se pueden hablar de cosas diametralmente opuestas usando esa palabra. Siento que esa libertad suya no es mi libertad. Su libertad está apoltronada, deslindada de lo que es el cariño por una tierra, por un pueblo, por aquellos que están más necesitados.
¿Qué crees que ha ocurrido para que pueda surgir alguien como Milei en la escena política argentina?
EB: Mucha bronca. Mucha violencia contenida. Mucha desesperación. Un desencanto general.
¿Con qué figura política argentina te gustaría tomar unos mates en Sierras Chicas?
EB: Me tomaría unos mates con Grabois. Desde un primer momento sabíamos que aún igual no tenía mucha chance, pero igual lo votamos. Me parece que tiene una sensibilidad interesante.
Aunque un mate no se le niega a nadie. Si alguien viene a mi casa, yo no le voy a preguntar a quién vota o de qué partido es para tomar unos mates.
¿Qué era lo peor para Ezequiel Borra en 2015, cuando publicaste aquel disco, ‘Lo peor’? ¿Y qué es lo peor ahora?
EB: Lo peor es la mentira que uno se dice a sí mismo. Lo peor es también naturalizar la discriminación. Lo era entonces y lo es ahora. No cambia demasiado.
Pregunta del filmaker Lucas Cortondo: ¿Con qué artista de Argentina te gustaría tocar, vivo o muerto?
EB: Me gustaría tocar con Atahualpa y que me enseñe el viejo a tomarme unos verdes. Me encantaría tocar con Charly García, por supuesto. Es como mi papá. Estuve muy cerquita de conocer a Luis, a Spinetta. Vivía en mi mismo barrio. Estaba animándome a proponerle una canción claramente influenciada por él, cuando se me murió el flaco.
Rueda de reconocimiento: Leo Masliah / Maestro de los maestros. Genio absoluto. Un extraterrestre. Prolífico. Una usina de ideas - Juana Molina / Maestra también. Juana me agarró muy joven, me llevó a Japón, a Nueva York. Me enseñó a ser menos solemne y a entender que en el mundo de otro también se pueden tener libertades y colores, sin estar al frente. La quiero mucho - Fabiana Cantilo / Guerrera de la vida. Se cae y se levanta. La voz femenina del rock nacional. Una compositora preciosa. Un alma pura - Lito Vitale / Una persona generosa. Un músico fuera de serie, que cae parado donde sea. Va a estar bien lo que haga. Capo - Facundo Cabral / Como si fuera un abuelo. Lo escucho desde antes de nacer. Lo tengo tatuado. Un sabio popular. Una especie de atorrante sabio - Perotá Chingó / Familia. Amigas. Maestras. Me enseñaron muchas cosas en gira. Divinas - Julio Cortázar / Mi predilección. De mis escritores favoritos. Me lleva al juego y a la música - Carlos Castaneda / La puerta a Don Juan. Dejar el mundo atrás. Volver a este momento - Crisitian Warnken / Un descubrimiento. Desde el 2020 me la estoy dando fiero con ‘La belleza del pensar’. Lo amo. De los reporteros más preparados que vi. Profundo - Sergio Massa / No sé. La opción que teníamos ahora. Había que votarlo - Axel Kiciloff / Me gusta. Hace lo que puede. Es visceral. Que no se vaya. Prefiero que esté ahí, cerca - Néstor Kirchner / Hizo cosas necesarias. Siempre lo sentí como alguien que se atrevió a hacer cosas que nadie se atrevió a hacer. Abrió un panorama que me toca de cerca. Yo vivo en un mundo que tiene mucho que ver con la gente, yo toco para la gente, con la gente. En el panorama cultural, abrió, ponderó y mejoró a consciencia - Evita Perón / Es un símbolo. No lo viví de cerca. Me cuesta. Tengo historias muy buenas y muy malas. Más allá de Evita, hay un movimiento popular, una visión popular, que tiene que ver con ella y estoy con esa visión, con lo que tenga Evita de eso, estoy.
Una última pregunta, no por ello menos importante, dado que podría poner en cuestión todo lo anterior: ¿Usted está aquí, Ezequiel?
EB: Por momentos. Lo mejor de esa pregunta es mantenerla encendida, tenerla como centro de gravedad. Yo trato de hacerlo.
Aquí puedes ver la entrevista completa en el programa Nuestro Ahora por Canal Red: