Los desafíos de Claudia Sheinbaum
La victoria de Claudia Sheinbaum por más de treinta puntos de diferencia sobre la candidata de la oposición de derecha unificada demuestra que un gobierno de izquierda puede revalidarse si cumple con su promesa de mejorarle la vida a las grandes mayorías y cuenta con el apoyo popular.
Como señalamos antes del domingo 2 de junio, las encuestas marcaban una diferencia de unos veinte puntos a favor de Sheinbaum. Se equivocaron, fueron más de treinta. También se equivocaron los sectores opositores que pronosticaban un resultado ajustado, producto de su lectura sesgada que les impide reconocer los logros de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al frente del país. La sorpresa es mayúscula si se toma en cuenta que es muy poco común triunfar por una diferencia tan amplia, más si se trata de revalidar un gobierno sin que su principal líder pueda reelegirse. La famosa consigna “continuidad con cambio” es una gran creación de marketing, que ha fracasado en numerosas ocasiones. El poder desgasta, más después de seis años de gobierno, sumado al bombardeo de los grandes medios de comunicación que insisten en que las ideas de las derechas avanzan en todo el mundo, lo que es falso.
AMLO ha demostrado que las izquierdas pueden gestionar con eficiencia, luchar contra la corrupción, sacar de la pobreza a millones de personas y tener buen vínculo con el mundo empresarial para que inviertan en el país. Como si esto fuera poco, logró mantener una buena relación con un presidente republicano como Donald Trump y con el demócrata Joe Biden.
En toda elección presidencial hay tres etapas. La primera consiste en ganar. La segunda, la formación del gabinete, en este caso marcando la continuidad con AMLO y, a su vez, con una impronta propia. En la tercera, hay que implementar las ideas que se expusieron durante la campaña como continuidad de un mismo proyecto político-social para que perdure —cómo mínimo— otros seis años. Aunque AMLO ha logrado disminuir la pobreza, todavía un 40 por ciento de la población vive en condiciones de pobreza e indigencia, poco más de 46 millones de personas.
Al tener una frontera en común de más de tres mil kilómetros con los Estados Unidos, cualquier decisión política y económica tiene impacto en la primera potencia mundial. En lo económico, la pandemia reforzó el proceso de “nearshoring”, que se puede traducir como “cerca de la costa”, y que significa la relocalización de empresas cerca de una frontera. En otras palabras, es acercar la producción de bienes en un país a la frontera del otro, donde serán consumidos. En este caso, es la producción en México para que se exporten hacia los Estados Unidos. Si tomamos en cuenta que Estados Unidos es el reino del consumo, el territorio mexicano es el ideal para la radicación de empresas por sus bajos costos salariales e impositivos. A su vez, para México esto implica inversiones extranjeras directas, el desarrollo de infraestructura y la generación de miles de empleos. En la actualidad, cerca del 80 por ciento de la producción industrial mexicana tiene como destino la frontera norte. Si bien esto contribuye al desarrollo económico, no es menos cierto que Sheinbaum tendrá que lidiar con la parte política del tema ya que el “nearshoring” atrae numerosas empresas chinas y esto ya es parte del debate electoral entre Joe Biden y Donald Trump. Ambos compiten para ver quién protege más el empleo local e impide que los productos mexicanos entren masivamente en su país. En otras palabras, la guerra comercial entre Estados Unidos y China afecta directamente a México.
El otro gran problema que deriva de la frontera en común es el migratorio. Miles de personas abandonan sus hogares en América del Sur y América Central para intentar llegar por cualquier medio a Estados Unidos. Inevitablemente tienen que atravesar México y Sheinbaum tendrá que lidiar con la rigurosa política anti migratoria que comparten Trump y Biden. A esto hay que agregar que entre 2010 y 2022 más de 214 mil personas han sido asesinadas en México por armas de fuego, la inmensa mayoría fabricadas en Estados Unidos. El gobierno mexicano ha iniciado una demanda judicial contra seis empresas fabricantes de armas porque facilitan el tráfico de más de 500 mil por año, que terminan en manos del narcotráfico, incrementando la violencia local. Según diversas fuentes unas 10 mujeres son asesinadas por día en el país y Sheinbaum, feminista, ya ha declarado que trabajará para erradicar la violencia contra las mujeres. Para ello es clave reducir la cantidad de armas que entran por la frontera.
Si bien en el norte gobiernan partidos que tienen poca afinidad con el pensamiento progresista y de izquierdas, “el sur también existe” dice el poema de Mario Benedetti que musicalizó Joan Manuel Serrat. Ahora más que nunca Sheinbaum puede mirar hacia el sur. Cuando asumió AMLO el 1 de diciembre de 2018 una ola de gobiernos de derecha parecía consolidarse en América Latina. Estaba Mauricio Macri en la Argentina, Iván Duque en Colombia y asomaba Jair Bolsonaro en Brasil. Poco tiempo después se reconocía a Juan Guaidó como “presidente” de una Venezuela en llamas para contribuir al derrocamiento del presidente Nicolás Maduro y varios gobiernos apoyaban el golpe de Estado contra Evo Morales.
Hoy, cuatro de los cinco países más poderosos de América Latina tienen gobiernos de izquierda en sintonía con AMLO. Salvo la presencia circunstancial de Javier Milei en la Argentina, en Brasil gobierna Lula da Silva, en Colombia Gustavo Petro y Nicolás Maduro buscará la reelección en julio, mientras Guaidó se convirtió en un fantasma de sí mismo. Además, hay gobiernos progresistas en Bolivia, Chile, Guatemala y Honduras. Para la actual coyuntura internacional articular con ellos puede ser de gran ayuda.