Milei aplica el ajuste neoliberal más salvaje del siglo XXI en Argentina
Cuarenta y nueve años después del Rodrigazo, el ajuste que instaló la inflación permanente y aceleró la llegada de la genocida Dictadura Militar, el presidente Javier Milei anunció el miércoles por la noche el ajuste más salvaje de la historia del siglo XXI en Argentina. Lo hizo a través de un megadecreto que le permite sortear un Congreso que el partido de Milei no controla, una praxis que se reproducirá hasta 2025, si es que aguanta en el poder. La fórmula para justificar esta práctica antidemocrática y antiliberal es declarar “la emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, sanitaria y social”.
El paquete de 300 reformas -aunque solo enumeró 30 puntos- incluye recortes demoledores en materia laboral, derogaciones masivas de leyes sociales que, entre otras cuestiones, afectan a las limitaciones de precios, privatizaciones de empresas públicas y equipos de fútbol, autorizaciones a la venta sin límite de tierras a inversores extranjeros aunque éstas contengan recursos naturales, eliminación del poder sindical en las obras sociales y muchas más cosas.
El marco no podía ser más simbólico. Apenas un discurso de 15 minutos de Milei a cuyo lado estaba el ex presidente del Banco Central Federico Sturzenegger, sin cargo conocido aún en el nuevo Gobierno neoliberal. Sturzenegger no es un cualquiera: interpretó un rol fundamental en la crisis cambiaria de 2018 al crear las Lebacs, letras por las que apostaron los inversores para forrarse durante el mandato de Mauricio Macri aprovechando un esquema de tipo de cambio planchado, libre circulación de capitales y altas tasas de interés en Lebacs.
El sistema explotó a finales de 2017 y condujo al préstamo el año siguiente con el FMI de casi 50.000 millones de dólares que está en el corazón de la actual crisis argentina. Cuando el presidente anarcocapitalista habló de “herencia”, jamás se refirió a que la losa se la plantó Macri a un peronismo moderado que tuvo que lidiar con una pandemia y una sequía. Hoy Milei recupera a los máximos exponentes del crack cambiario de 2018, véase Sturzenegger, cuyo sucesor en el Banco Central, Luis Caputo, es ahora ministro de Economía: Caputo dimitió en septiembre de 2018 a los tres meses de liderar el supervisor bancario, otro activo en la herencia que el líder de La Libertad Avanza no reconoce.
El segundo componente simbólico del discurso fue la celebración de Carlos Menem, “el mejor presidente de la historia”, un ejercicio de amnesia que solo se queda con lo mejor del menemismo -la primera parte de los noventa, crecimiento y baja inflación- y no con el todo: la mayor ola privatizadora en Argentina y una moneda artificialmente sobrevalorada que terminaron con la peor crisis de la historia del país y el corralito bancario. Al proclamar a Menem, Milei probablemente revelaba sus intenciones: revivir el programa de Menem. Todas las empresas estatales pasan a ser sociedades anónimas para su posterior privatización, y se apunta en un primer intento a Aerolíneas Argentinas, que va a cerrar 2023 con su primer ejercicio con beneficios desde su nacionalización en 2008.
Si se suma a la castración de la obra pública, la retirada de subsidios al transporte y a la energía, la expulsión de los empleados públicos con un año de experiencia o la represión sindical, todas ellas formuladas el pasado 12 de octubre, lo que viene es un vendaval: se derogan las leyes de Compre Nacional, de Alquileres, de Abastecimiento, la reforma del Código Aduanero para “facilitar el comercio internacional”, la modificación del Código Civil y Comercial “para reforzar el principio de libertad contractual entre las partes y para garantizar que las obligaciones contraídas en moneda extranjera deban ser canceladas en la moneda pactada”, la reforma de la Ley del Manejo del Fuego, el cambio en el régimen empresarial de las farmacéuticas…
También se recortan derechos laborales: el periodo de prueba pasa de tres a ocho meses, se elimina la ultraactividad y se considera que los encierros -“tomas de establecimientos”- son causa directa de despido.
Al anunciarse el megadecreto por la noche, los medios comentaron la dificultad para explicar medidas tan diferentes que afectan a tantos sectores. Pero los analistas en los platós coinciden: se entrega al mercado un poder de maniobra casi absoluto, a pesar de que los precedentes no avalan una operación así, como padeció la malograda Lizz Truss en Reino Unido al resistir como premier 44 días en el cargo ya que los mismos “mercados” que bendecían estos programas en los noventa ahora los castigan.
Tras el anuncio, una multitud inundó la Plaza del Congreso, en pleno centro de Buenos Aires. Una protesta que va a continuar sin ninguna duda coincidiendo con la entrada del verano, la histórica fortaleza del laborismo y del peronismo y, especialmente, la repercusión de las medidas sobre la economía y la capacidad de ahorro y gasto de los ciudadanos. Aún es pronto para saber si Argentina está en 1975, en 2001 o si abraza todos los electroshocks del pasado que tanto sufrimiento causaron en un salto hacia lo desconocido.