¿Por qué el progresismo volvió a perder en Ecuador a pesar del fracaso neoliberal de Lasso?
El pasado domingo hubo elecciones de segunda vuelta en Ecuador. Las cuales se habían convocado a raíz de la activación, por parte del todavía presidente Lasso, del recurso constitucional de “muerte cruzada”. Este hecho estuvo marcado por un contexto donde el actual presidente ecuatoriano arrastra una aprobación inferior al 10%. En junio del año pasado tuvieron lugar masivas movilizaciones en Quito encabezadas por el movimiento indígena. En aquella coyuntura el correísmo lideró un intento de destitución de Lasso en la asamblea nacional. Intentó que, a pesar de la debacle económica y social del país, fracasó ya que no se alcanzaron los votos en el Congreso.
Se trató de procesar, a nivel institucional, el momento destituyente que estaba en marcha en la calle. Pero no hubo la correlación para lograrlo. Lasso, en tanto representante directo de los poderes fácticos y del anticorreísmo visceral, siguió (des)gobernando. Y, tras los resultados del domingo, se irá, al menos por ahora, indemne dejando tras de sí una auténtica pesadilla de inseguridad, empobrecimiento general y ola migratoria. Habida cuenta de los casos de corrupción que implican a su entorno familiar más íntimo denunciados por actores mediáticos que otrora lo auparon.
Dicho lo anterior, creo hay dos claves, una subjetiva y otra de correlación de fuerzas, que nos podrían ayudar a responder la pregunta que intitula este escrito. Veamos.
Clave subjetiva
El neoliberalismo, como racionalidad, se advierte transversalmente dominante en Ecuador. En esa nación latinoamericana hay una fuerte presencia de lo que Jorge Alemán llama “sujetos antropológicamente neoliberales”. En contextos así, una parte importante del electorado no vota en función de su configuración material. Es decir, según determinantes materiales de acuerdo a su lugar en la estructura clasista de la sociedad. Sino que vota guiada por intereses ideales/subjetivos. Las mayorías no votan según cómo viven, sino por cómo quisieran vivir. Así, no hay anclajes históricos y políticos que, por ejemplo, en un joven cuencano o quiteño objetivamente precarizado por las políticas neoliberales actuales, orienten su perspectiva política. Y, en última instancia, su opción de voto.
El neoliberalismo desmonta esos anclajes a la vez que individualiza al extremo. Ser pobre o clase media precaria y votar por un mega millonario que literalmente vive en otro mundo se convierte en lo normal. E incluso en lo correcto dado que se vota en términos de ideales en clave de salvación individual. Donde la desigualdad, el que algunos sean inmensamente ricos y otros no tengan nada, es un factor socialmente normativo como dice Wendy Brown. Y, por tanto, se asume como algo positivo en el entendido de que es consecuencia de la libertad. Una libertad entendida a partir de una racionalidad economicista que la reduce a ser libre para competir en el mercado. El ideal aspiracional del emprendedor “hecho a sí mismo” cobra mucha fuerza en términos de capacidad de decir verdad.
Cuando analistas y consultores ecuatorianos (considero que superficialmente) hablaban de lo “nuevo” versus lo “viejo” al referirse al clivaje determinante entre Noboa y Luisa González (que técnicamente sí lo hubo en el nivel de las percepciones de la gente), lo que no dicen, porque no lo ven en sus análisis meramente descriptivos, es que lo que se asume como nuevo en un contexto de racionalidad neoliberal contiene mucha ideología naturalizada como sentido común. Con juventudes antropológicamente neoliberales que no es que sean tontos votando según TikTok, es que sus proyectos de vida, y por tanto aspiraciones, carecen de anclajes sociales e históricos. Y así, las ideas de derecha ahora presentadas como lo “nuevo” y cool siempre van a tener más capacidad de convencerles. De modo que lo que ciertos expertos en markenting electoral llaman el “lenguaje de redes”, en buena medida no es más que una gramática del comportamiento social neoliberal.
Lo que ciertos expertos en markenting electoral llaman el “lenguaje de redes”, en buena medida no es más que una gramática del comportamiento social neoliberal
Clave de correlación de fuerzas
El bloque de poder que se configuró en Ecuador tras la traición de Lenin Moreno en 2017-2018 sigue intacto. Es una articulación entre grupos de poder militar-policial, emporios mediáticos, élites empresariales, estructuras judiciales y actores políticos. Lo que en Ecuador circula como “información” y opinión pública es lo que este bloque enmarca como tal. Por tanto, lo que quiere que se diga. Y, en una sociedad con pocos dispositivos ideológicos alternativos, pues el marco de interpretación de la realidad que guiará opiniones y votos tendrá mucha relación a lo que este bloque impulsa como ideología e intereses camuflados como información.
Es un bloque que, como toda articulación entre sectores con intereses contradictorios, tiene sus fisuras. Pero frente a la posibilidad de que vuelva el correísmo se unen forzosamente hacia un mismo fin. Ante un progresismo que, como bloque, no podría estar más desarticulado y desorientado. Así, por un tema de peso específico es hasta normal que terminen ganando en lo táctico –y por ahora– en lo estratégico también. La correlación de fuerzas ecuatorianas, en el nivel de la política concreta, está inclinada al sector neoliberal. Noboa, con su triunfo, es una expresión de eso. El correísmo por sí solo no tiene, ni en la parte subjetiva ni en la estructural, la capacidad para derrotar ese bloque. Tampoco el movimiento indígena que es la otra parte importante del progresismo. Esto último ha quedado muy claro en los últimos paros indígenas (octubre 2019 y junio 2022) donde no han podido destituir dos impopulares gobiernos neoliberales que los reprimieron brutalmente.
El panorama en Ecuador es complejo. Lo vimos con el asesinato del ex candidato Villavicencio; crimen oscuro que parece tuvo intenciones electorales más que todo. Y se vio también con la Revolución Ciudadana, el proyecto político que logró los mejores años de Ecuador a nivel económico y social, teniendo tantas dificultades para ser electoralmente viable en segunda vuelta. En el plano de la dirección política la RC ha incrementado sus fuerzas ganando las alcaldías y prefecturas de Quito y Pichincha (las más importantes del país). Si embargo, en el nivel de lo que Gramsci denomina como el de la dominación cultural e intelectual están en un punto de no avance: donde solo se convence a gente ya convencida o de la minoría consciente. Creo por aquí está la clave central: deben centrarse en volver a ser culturalmente dominantes como paso previo al retorno a la dirección política. ¡A disputar el sentido común neoliberal compañeros ecuatorianos!